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miércoles, 12 de agosto de 2020

FUE ENTONCES



Fue entonces
cuando miré al pájaro
y su manera de tomar el sol
con los ojos entornados
cuando pude comprender
lo que allí sucedía
mi impulso por codificar
hacer legible
la fatalidad de los hechos

un correo de la oficina de empleo
solicitando mi presencia
en los cursos de maquillaje y peluquería
una despedida
una separación tras
seis años de relación
la vuelta a casa de mi madre
con un pedazo de
diazepam en el bolsillo
miré al pájaro
la forma neurótica de abrir
el pico y los ojos
al menor ruido

cuando pude comprender
lo que allí sucedía
mi impulso por escribir
todas las formas de tristeza
depresión o fracaso
antes de abandonarme
a la desaparición más absoluta
la que sucede
dentro
de nosotras mismas

fue entonces
cuando la escoba cayó al suelo
y mi madre salió al balcón
para encontrarnos
al pájaro y a mí
tirados boca arriba
como seres inertes
sin más propósito que recibir el sol
y la picadura de las abejas
que llegan al barrio
cada mes de febrero

abejas que
agujerean los tejidos
más finos de la piel
y envenenan el cuerpo
evitan que pueda dormir
salvo si tengo
dentro del puño
en el pliegue exacto de la mano
un puñadito
de antidepresivos
que hace un efecto superior
a cualquier mensaje taciturno
de un amigo diciendo
“estoy aquí cuando lo necesites”
sin saber que el tiempo
de las rupturas y las enfermedades
que el tiempo del regreso
a la casa materna
es una masa pegajosa
que todo lo succiona y todo lo necesita

por eso
fue allí
en ese preciso momento en que
el pájaro y yo
tomábamos el sol en la terraza
cercanos al melanoma animal
cuando pude comprender
lo que sucedía:
estábamos
por dentro
vacíos
huecos como muñecas rusas
como cuencos
como cajones flamencos
golpeados por gitanas
en aquella tarde de febrero

al son de las palmas
que sonaban
el pájaro se despertó
y volvimos a fingir
que éramos capaces de volar
dentro de un perímetro acotado
en el balcón de mi madre
que era y no era mío al mismo tiempo
como el hueco
como la náusea que me recorre
a todas horas
y me convierte en fantasma


le prendieron fuego a una mujer en el barrio
justo al lado
de la cabina telefónica que no funciona desde hace más de diez años la cabina en la que cada tarde al ir hacia el colegio metíamos los dedos con fuerza deseando encontrar monedas que luego perdíamos entre las costuras del pantalón llevaba puesta una falda
o eso dicen
los vecinos
la madrugada en que le prendieron fuego a una mujer en el barrio la madrugada en que dos jóvenes agarrados a la moto creyeron ver un fantasma una llamarada que gritaba pidiendo auxilio esto es por la coca dijo uno de ellos por los líos de la droga no deberíamos meternos en problemas justo al lado de la cabina telefónica
la mujer convirtió el llanto en un aullido y la luna se cayó de pronto
el barrio quedó a oscuras

ella
convertida en faro


Ángela Martínez-Fernández. Huracanes en la periferia



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