Difícil y arriscado empeño arremete Rafael Alcalá con su
libro De la voz interna de Juana, donde
el poeta es capaz de narrar la historia, de acercarla y alejarla e introducir
crítica, reflexión y sentimiento.
Con este nuevo libro, Rafael Alcalá se distancia de tantos
poetas de hoy día cuya poética se desarrolla, principalmente, en la búsqueda de
un ego propio, enmascarada, así se justifican, en una exploración íntima de una
voz personal.
Sin renunciar en esa prospección, el autor de La voz interna de Juana no busca en
ningún momento la apoyadura de cualquier florilegio verbal, intenta, y lo
logra, que la sensibilidad poética esté a favor de la semblanza humana que nos
narra y no hace concesiones a la metáfora. Lejos de todo sentimentalismo
gratuito. Más bien es un trabajo de desnudez y concentración descriptiva en la
peripecia de una mujer desdichada (los
días son puñales, pag. 36) de un ser que se enajenó de amor, aprisionada
por las perfidias y confabulaciones palaciegas, atormentada en sus lúgubres
itinerarios acompañando el féretro del esposo infiel. Repudiada por la familia
de su propio linaje y corruptos vasallos, dando al lector el retrato viviente y
exacto de una vida alucinada y de sus tristes despojos.
Acaso en su lectura alguien considere que esa madurez de
lenguaje, ese tono tan directo, puede parecer inclemente sobre el personaje
estudiado. No es así. Esa rigidez del lenguaje, si existe, es acaso una deliberada
finalidad para que la historia llegue a y penetre en el oído del lector, que
cumpla su objetivo esencial, la de acercarnos a una realidad vibrante y
dolorosa de una mujer, reina, madre y esposa, en un país y en un tiempo
concreto. Nos ofrece la imagen de un pasado semiolvidado en el vaivén, muchas
veces aterrador de la historia, y que nos parece, en nuestro tiempo, como un
relato cruel y fantasmagórico.
José Costero
Barcelona, octubre 2020
1º año de la Pandemia.
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