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lunes, 30 de agosto de 2021

Que de la poesía a la desolación solo media un paso




Hoy he vuelto a soñar con ella.

Que todo fue un error, que se fue de viaje,

me dice, que ya por fin ha vuelto.

Sonríe, sin saber que no somos los mismos.

No sé cómo decirle que su cajita de joyas ya no existe.

Que su casa la ocupan los extraños.

Cambiamos por dinero su rincón, no sé cómo explicarle…

Su paraíso es de otros, con otras ilusiones.

He de contarle que se acabaron, para ella, las flores del jardín.

No sé cómo decirle que después de su marcha

vivimos disfrazando las aflicciones, que vestí de poemas

las paredes absurdas que soportan mi alma,

para no ver la vida más allá de la vida

y así disimular que el castillo es de barro.

No lo sabe, que para no destruirme besé con descaro la poesía,

cuando la poesía, afilando su mirada más cruel,

no es más que un puñado de palabras simples.

Ella no lo sabe,

que de la poesía a la desolación solo media un paso,

de la poesía a la quiebra, al deshielo.

Que no hay fin para tanta pérdida.

Imposible alcanzar, como si nada, la desmemoria.

No sé cómo decirle…

que llevo su rubrica en mi muñeca,

que la llevo en mis ojos, en mi poema,

que destella en mi nombre.

Vivo de ella el instante mínimo que el sueño me ofrece,

o esta alucinación, o esta amenaza…

Y, sin comentarle nada, la abrazo,

y la quiero un segundo,

y me lleno los labios,

y alimento este latido mío que palidece.

Que no somos los mismos.


Ana Deacracia.  En: Voces del Extremo, poesía y empatía. Ed. Amargord, 2021

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