Yo
también estuve en El Arenal,
uno
dice que va a Mallorca
pero en
realidad no sale del Arenal,
porque
todo está lejos del Arenal
a
excepción de la playa,
los
chiringos de a tres billetes la cerveza
y las
megadiscos absurdas y ruidosas.
Mallorca
es una prisión,
un
viejo vapor atrapado en un puerto fantasma
y
siempre llueve tras esos cristales donde tú te señalas con el dedo.
Estuve
en Mallorca, sí, varias veces,
la
mejor con un acojonado Antonio Rigo
-gracias
mi niño por el aire que llevas,
por los
afectos y las copas que se extienden hasta el amanecer-
que
creía acudir a una cita con peligroso terrorista
enviado
por oscura organización desaparecida sesenta años antes
para
poner una bomba en Miravent.
Altos
muros de la monarquía ni hoy ni ayer derribados,
desde
el autobús para turistas os miro envejecer.
Mallorca
es un delantal blanco de tres meses
para
extremeños y andaluces
emigrantes
ahora de primera,
un
cementerio de Meharis,
una
lengua de hormigón
por la
que paseo con Ángel
recordando
batallitas de la guerra del catorce
y cómo
podríamos estar ahora
en un
sitio tan poco poético
como el
depósito municipal de cadáveres de Miajadas
y no
camino de este chiringuito a media luz
lleno
de cazadores sin dientes
escapados
del último autobús del INSERSO.
Yo
también estuve en Mallorca, claro,
búscame
entre tus cenizas,
búscame
en tu álbum de fotos.
Maravilloso poema.
ResponderEliminarGracias Gema, y por la visita, y la compañía de esos dos niños maravillosos... (y el tiramisú!!)
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