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miércoles, 13 de octubre de 2021

3 poemas de ÁNGEL LUIS LUJÁN ATIENZA



 

SOLEDADES


Pues nada multiplica y medra como

la miseria que al mundo nos arroja,

desnudos, pura piel sentimental,

y náufragos de otras medidas soledades,

cantemos, que la nieve no nos cunda.

El mundo está mal hecho y es posible

acabarlo con sordos artificios,

pues la naturaleza explica mucho:

lleva su propia destrucción escrita

en genes o inspirados alfabetos.

Por eso acudo al mundo apasionado

de silvas, en la confusión honradas,

donde todo se muestra sobre plumas

fósiles, condecoraciones muertas,

y el aliento dorsal de los titanes

sometidos, allí donde una buena

palabra salvaría

de toda indiferencia o del fracaso,

y Góngora inventó

la poca poesía que sabemos.



                                                                     De Allí




RAZONES Y SINRAZONES PARA ESTE Y CUALQUIER LIBRO


¿Qué vamos a decir que no se pierda?

El tiempo no es inmenso,

es la morada en lo inhumano, ya sin límites.

Y no hay memoria que resista

los escasos siglos que llevamos

de estarnos machacando y conociendo:

la Cultura.

Y esos siglos no son nada, un picotazo

nocturno en la piel

y la piel de lo que ocurre.

Homero empezará su siesta para siempre,

callado con sus sombra,

y Troya perderá su sitio:

un hueco por el que se escapa un nombre,

y todas las historias y sus hijos.

Virgilio y Dante se darán la mano

por fin en el infierno de lo que ya no se repite

y si Virgilio pasa. ¿qué no le seguirá?;

él que sabía que Roma llevaba eternidad

en sus semillas, así como su verbo,

eternidad (hemos sabido) de mucho tiempo

pero no del tiempo.

Cervantes, Mallarmé, el enorme Góngora

serán flor del cortejo hacia el olvido.

Pessoa, que escribió que iba a morir

el verso y el idioma en que está escrito,

que fue el profeta de la caducidad,

y puso zancadilla a todo lo sensato y lo creíble,

siguió escribiendo, sin embargo.



                                                     De Experimentos bajo Saturno



SHOWER



Esto es lo más bello que dijo el hombre de Quíos:

"Cual la generación de las hojas, así es la de los hombres".

Semonides de Amorgos


He venido a sufrir este aguacero,

estas horas sin techos ni ventanas...

Primero el cielo enmudeció su brillo,

y yo asistí a esa luz empobrecida.

Sólo supe de un pájaro que había

despertado muy tarde y se fue aprisa.

Las hojas, que no pueden desplazarse,

se empaparon, cayeron como heridas,

rotas muchas: yo estaba entre las hojas.




                                                      De Una calle cortada



Ángel Luis Luján Atienza

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