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sábado, 9 de octubre de 2021

5 poemas de UNA CALLE CORTADA de ÁNGEL LUIS LUJÁN ATIENZA


 

HOSTIA

 

 

Soy el cordero que inmolaron

de pie, sin mucha ceremonia,

mirando hacia el estuco de los techos

contando las goteras de la fe,

en dos segundos de procedimiento

traicionado.

Mi entraña sucia es cumplimiento

sin cariño,

la forma más vital de la desgana,

y a los ojos de quien nada ve sagrado

me desangro aquí en necesidad

inútil,

y, fuente de ocasión, desciendo los peldaños

del templo,

su espesa arquitectura

de coágulos.

Me vierto hacia las puertas cuando cruzan ellos

con las suelas manchadas de mi vida,

humillación que sigo, porque ni siquiera

tuvieron la delicadeza de limpiarse.



QUEBRADIZO

 

 

Mundo que fue

respiración y empeño,

presagio de domingo,

alborotarse el aire,

pasión, espera,

equivocado espacio

quebradizo.




 PERFECCIÓN

 

 

¿Es más perfecto un grillo que una estrella?

¿Un grano de maíz que un acueducto?

¿El polvo de la tierra que tu canto?

Y el hombre, ¿es más perfecto que una espiga?

Por todas partes hay: colores, formas,

sonidos y silencios y penumbras;

por todo los atajos

de la misma mecánica: palancas y poleas,

los músculos que suben y que matan,

cerebros como monstruos clausurados

que abarcan todo el sol, todas las penas

y están como las selvas en derroche;

por todos los lugares lo que cae,

lo que persiste en vivir contra la vida,

lo que nada haría diferente:

desde el descanso cerrado de la hierba

hasta el ojo que encuentra en el amor

su semejanza.

De extremo a extremo, tensado como un arco

de azar o de justicia el universo,

y el hombre, un centro innecesario y solo:

un aire de alegría que le ocupa,

perfecto, con permiso de las cosas.


 

 

 

UN MUNDO MATERIAL

 

 

Hoy ha salido el sol sobre los justos

y sobre los que ostentan la justicia,

sobre el hombre de enfrente, que es el mal

en el lugar que ocupa, por no nuestro;

sobre el suelo que alberga los enigmas

microscópicos, que prefiguran

nuestra desasistencia, tan compleja;

sobre los árboles de la belleza

que ofrecen su respiración por nada;

y sobre el mar que inventa el viento como

espuela de las cosas que estarían

pegadas a su espacio hasta agotarse;

y sobre el edificio de los hombres,

su arena muscular de bajo precio,

hueso, y cemento, y mirador de vidrio,

y avenidas que nutren su vivir

de un humo rancio, aletargada sangre;

sobre el cerebro empobrecido y preso

en su publicidad de ideas fijas,

adosado a la muerte, aunque está solo.

Y todo es la pasión de vida apenas

muy digna, y sin embargo persistente.


 


           MUTILACIONES

 

 

He llegado a esta edad bastante entero.

No sé cuánto durará.

 

Hoy he visto caer a un hombre roto

al suelo fulminado,

como un cajón muy lleno que del mueble

se saca demasiado y se desploma,

y ya nadie lo pudo levantar,

que no era nada.

Podría haber caído yo

de exacta altura.

 

El mendigo que, falto de sus piernas,

conversa y se cabrea

con una sombra enfrente

que es su revelación y su bebida

podría estar en mí,

o en ti, que eres,

mi otra parte desasida

pero dueles.

 

Un cuerpo en la televisión se busca

la cara y no encuentra sus manos

después de la explosión,

y yo podría estar entre las ropas

de esa guerra sagrada,

o ser el otro, el verdugo que no sale

en las fotografías.

 

En torno a las mutilaciones

vivimos

pendientes a evitarlas

o a infligirlas.


 


           LIBERTAD

 

 

No sólo libertad sino el valor para vivirla.

No sólo la conciencia, sino lo enorme y necesario

para alzarla en plenitud, sin más excusas.

No sólo la palabra con que quieres

convencerme de mi vida,

sino la dignidad para que se haga

la que nunca debió ser de otra forma.

Lo que me des que sea, no las sobras

que saltan aburridas de tu mano,

sino lo que me corresponde por ser yo

como soy tú.

Ni toda la legislación podría,

ni toda la riqueza en las alcobas oscuras,

podría devolverme unos minutos

de mirada sin miedo,

un astro, una mañana que nada significan

sino el pellizco de la luz, lo penetrante,

y descubrirse en el umbral, ya fuera,

donde la floración, y las muchachas.

Hay cosas que dejan más que ausencia

cuando acaban.




Ángel Luis Luján Atienza. Una calle cortada. Ed. Devenir, 2005


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