HOSTIA
Soy el
cordero que inmolaron
de pie, sin
mucha ceremonia,
mirando hacia
el estuco de los techos
contando las
goteras de la fe,
en dos
segundos de procedimiento
traicionado.
Mi entraña
sucia es cumplimiento
sin cariño,
la forma más
vital de la desgana,
y a los ojos
de quien nada ve sagrado
me desangro
aquí en necesidad
inútil,
y, fuente de
ocasión, desciendo los peldaños
del templo,
su espesa
arquitectura
de coágulos.
Me vierto
hacia las puertas cuando cruzan ellos
con las
suelas manchadas de mi vida,
humillación
que sigo, porque ni siquiera
tuvieron la
delicadeza de limpiarse.
QUEBRADIZO
Mundo que fue
respiración y
empeño,
presagio de
domingo,
alborotarse
el aire,
pasión,
espera,
equivocado
espacio
quebradizo.
PERFECCIÓN
¿Es más
perfecto un grillo que una estrella?
¿Un grano de
maíz que un acueducto?
¿El polvo de
la tierra que tu canto?
Y el hombre,
¿es más perfecto que una espiga?
Por todas
partes hay: colores, formas,
sonidos y
silencios y penumbras;
por todo los
atajos
de la misma
mecánica: palancas y poleas,
los músculos
que suben y que matan,
cerebros como
monstruos clausurados
que abarcan
todo el sol, todas las penas
y están como
las selvas en derroche;
por todos los
lugares lo que cae,
lo que
persiste en vivir contra la vida,
lo que nada haría
diferente:
desde el
descanso cerrado de la hierba
hasta el ojo
que encuentra en el amor
su semejanza.
De extremo a
extremo, tensado como un arco
de azar o de
justicia el universo,
y el hombre,
un centro innecesario y solo:
un aire de
alegría que le ocupa,
perfecto, con
permiso de las cosas.
UN MUNDO
MATERIAL
Hoy ha salido
el sol sobre los justos
y sobre los
que ostentan la justicia,
sobre el
hombre de enfrente, que es el mal
en el lugar
que ocupa, por no nuestro;
sobre el
suelo que alberga los enigmas
microscópicos,
que prefiguran
nuestra
desasistencia, tan compleja;
sobre los
árboles de la belleza
que ofrecen
su respiración por nada;
y sobre el
mar que inventa el viento como
espuela de
las cosas que estarían
pegadas a su
espacio hasta agotarse;
y sobre el
edificio de los hombres,
su arena
muscular de bajo precio,
hueso, y
cemento, y mirador de vidrio,
y avenidas
que nutren su vivir
de un humo
rancio, aletargada sangre;
sobre el
cerebro empobrecido y preso
en su
publicidad de ideas fijas,
adosado a la
muerte, aunque está solo.
Y todo es la
pasión de vida apenas
muy digna, y
sin embargo persistente.
MUTILACIONES
He llegado a
esta edad bastante entero.
No sé cuánto
durará.
Hoy he visto
caer a un hombre roto
al suelo
fulminado,
como un cajón
muy lleno que del mueble
se saca
demasiado y se desploma,
y ya nadie lo
pudo levantar,
que no era
nada.
Podría haber
caído yo
de exacta
altura.
El mendigo
que, falto de sus piernas,
conversa y se
cabrea
con una
sombra enfrente
que es su
revelación y su bebida
podría estar
en mí,
o en ti, que
eres,
mi otra parte
desasida
pero dueles.
Un cuerpo en
la televisión se busca
la cara y no
encuentra sus manos
después de la
explosión,
y yo podría
estar entre las ropas
de esa guerra
sagrada,
o ser el
otro, el verdugo que no sale
en las
fotografías.
En torno a
las mutilaciones
vivimos
pendientes a
evitarlas
o a
infligirlas.
LIBERTAD
No sólo
libertad sino el valor para vivirla.
No sólo la
conciencia, sino lo enorme y necesario
para alzarla
en plenitud, sin más excusas.
No sólo la
palabra con que quieres
convencerme
de mi vida,
sino la
dignidad para que se haga
la que nunca
debió ser de otra forma.
Lo que me des
que sea, no las sobras
que saltan
aburridas de tu mano,
sino lo que
me corresponde por ser yo
como soy tú.
Ni toda la
legislación podría,
ni toda la
riqueza en las alcobas oscuras,
podría
devolverme unos minutos
de mirada sin
miedo,
un astro, una
mañana que nada significan
sino el
pellizco de la luz, lo penetrante,
y descubrirse
en el umbral, ya fuera,
donde la
floración, y las muchachas.
Hay cosas que
dejan más que ausencia
cuando
acaban.
Ángel Luis Luján Atienza. Una calle cortada. Ed. Devenir, 2005
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