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lunes, 14 de marzo de 2022

EL ESCULTOR DEL AGUA

 



Una tarde de otoño, 

paseando en silencio alrededor del lago, 

mi padre me toma del brazo para que nos sentemos en unas rocas, 

junto a la orilla, después suspira 

y se queda mirando a lo lejos: 


Qué redondo es el mundo, me dice, 

mientras me mira con una sonrisa burlona, 

antes de bajar los ojos 

y dar unos golpecitos en el agua con su bastón, 


y cuántos tontos queriendo hacerlo cuadrado. 



El único trabajo que tenemos que hacer aquí 

es saber regresar, 

no tengas miedo, 

mira el agua, 

tras la ondulación viene la calma, 

y en la calma vuelves a verte reflejado. 


Cuando llegue la ondulación 

no tengas miedo. 


Asómate, estás ahí, ¿no? 


Sí, le dije. 


Pues entonces también puedes estar en todas partes. 

Somos de tierra y de cielo, 

estación tras estación 

levantándonos como el brote de un naranjo 

y desboronándonos como una hoja muerta. 


¿Sabes qué dijo tu tío Frasco antes de morir? 

Que tuviera cuidado con las tijeras de podar, 

que no fuera a perderlas, que mirara por ellas 

porque eran unas buenas tijeras. 

Esa fue su penúltima palabra. 


¿Y la última? 


Ayúdame a levantarme de esta roca, 

vamos, a casa, 

el sol ya no calienta. 



Antonio Orihuela


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