Decir de los silenciados
Silenciosamente, los Nadie.
Millones, tan lejos y tan cerca, Nadie.
Ocultos a nuestra vista, en ruinosas naves.
Tú sabes de una patria, y de una madre.
Sabes de tus hermanos, del primaveral parque.
Ellos son millones sin nombre ni aire
y pisando su sangre, y pisando su sangre.
Arráncame el Sol.
Arráncame el Sol.
Que yo no puedo verlo
desde mi balcón.
Arráncame el Sol.
Arráncame el Sol.
Que yo no puedo verlo
desde mi balcón.
Necesitamos alguien que entregue su vida
Necesitamos alguien que nos dé sus dedos
Necesitamos alguien que deje su casa
Necesitamos alguien que venga a la rosa
Necesitamos alguien que huela esta sangre
Necesitamos alguien que llegue a esta orilla
Necesitamos alguien que arribe a esta piel
Necesitamos alguien capaz de olernos
Necesitamos alguien que sea una iglesia
Necesitamos alguien que no tenga paredes
Necesitamos alguien que sea sólo cielo
Necesitamos gente dispuesta a morir
Necesitamos alguien con lengua de playa
Necesitamos gente con pies de caballo
Necesitamos amigos en esta noche...
Necesito que vengas, amor amor.
Yo te ruego que acudas enseguida.
Alguien ha recitado un poema de muerte.
El verdugo silencia mis cartas.
Tú ¿me sigues mandando cartas?,
yo te sueño, eres el mar.
Ojalá adentres tu cielo
y me abraces mientras muero.
Arráncame el Sol.
Arráncame el Sol.
Que yo no puedo verlo
desde mi balcón.
Arráncame el Sol.
Arráncame el Sol.
Que yo no puedo verlo
desde mi balcón.
Necesitamos hombres niños
Necesitamos mujeres flores.
Necesitamos niños de hierba.
Necesitamos martillos.
Necesitamos cizallas.
Necesitamos batallas,
que luego entréis sin miedo
y nos miréis a los ojos.
Ángel Padilla. La bella revolución. Ed. Amargord, 2022
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