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domingo, 9 de octubre de 2022

POLVO AL POLVO

 



 

Nada real puede ser amenazado

E. Tolle

 

Haces un curso de mindfulness para la superación personal

y te duermes en mitad de la primera sesión.

 

Te dice el gurú que dejes que pase a través de ti

la radial y el mazo de los albañiles tirando paredes en el piso de arriba

mientras intentas dormir la siesta,

y entiendes que nunca alcanzaras la beatitud y la iluminación

mientras sigas viviendo en una casa de vecinos.

 

Te sientas en zazen para hacerte transparente

y recibes tres bastonazos.

 

Te vas a una discoteca y comprendes, sin necesidad del zen,

que eres completamente transparente.

 

Practicas el desapego hasta que te enamoras como un becerro

y tiras por el retrete un pastón en retiros en monasterios budistas.

 

Te proyectas una película mental

como para ganar once Oscar

y al final descubres que la trama

no ha hecho sino ocultar todo el tiempo al que eres.

 

Te enamoras del drama particular de tu vida

y ya es imposible chistarte, discutir contigo,

llevarte la contraria, decirte que no tienes razón.

 

Te dicen que tienes el éxito de tu fracaso asegurado

y sigues pensando en el grifo que gotea, la caspa del jefe,

tu luna de miel y los papeles del divorcio.

 

Te hablan de entrar en el dolor como la forma de sanarlo

pero duele tanto el dolor que te sales inmediatamente

para que el dolor siga doliéndote pero solo por fuera.

 

Se te pega la mente a cualquier cosa que la mente considera:

comedia, enfermedad, trabajo, riqueza, tragedia, pobreza,

belleza, poder, fama, posesiones y ya te tienes,

como el burro en la noria, dando vueltas a las apariencias

por toda la eternidad.

 

Pones la alarma del reloj del hastío

y empieza a sonar cada diez minutos.

 

Dejas por un momento de observar la mente

y ves al ego tomando la cabina de control,

sentado al volante como James Dean

en su Porsche Spyder,

creyéndose un fragmento separado del universo

hasta que otro coche se cruza con él a la altura de Cholame.

 

Ves al ego dispuesto a resolver todos los problemas

cuando el único problema es el ego.

 

Quieres salvarte hasta que descubres que lo que crees salvación

se llama vanidad.

 

Llamas a este mundo “Valle de lágrimas”

y tiempo después descubres que es solo

una de las infinitas formas de bailar

la gran danza del cambio y lo inmutable.

 

Das con el huerto del Edén

donde toda piedra preciosa fue nuestra única vestidura

y se te quitan las ganas de comer más del Árbol del Bien y del Mal.

 

Buscas el centro por el centro

y tomas conciencia de lo lejos que estuviste siempre del centro.

 

Pruebas el cielo

y a continuación te dicen que no te puedes quedar allí.

 

Observas un fenómeno

y te das cuenta de que el fenómeno

es un curioso observador observándote.

 

Te cruzas con una hormiga

sin saber si el cruce habrá tenido lugar también

en el mundo de las hormigas,

si la frecuencia en la que vive el delfín

está tan sólidamente fijada a la fuente de la vida como la tuya,

si león y cordero no serán sino los nombres

de las capas de la realidad que un día serán unificadas

o solo la posibilidad de una realidad paralela,

el verso del multiverso donde se pare sin dolor

y no hay que ganarse el pan con el sudor de la frente,

o aquel otro donde llevas flores en  el pelo

y no hay hambre ni miseria, o este

donde hay tanta hambre y miseria

que a nadie se le ocurre ponerse flores en el pelo

y, sin dudarlo, el león se come al cordero.

 

Pides un trozo de carne y te dan el mejor.



Antonio Orihuela. En: Voix Vives. Antología. Huerga & Fierro, 2022

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