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lunes, 23 de enero de 2023

La Estaca por Lluis Llach



Llach suena a mordisco antifranquista de la JOC pasado por el conservatorio de Marta Hanecker. Si se dice muy rápido Lluis Llach, se oye el columpio ideológico que mece el garrotazo de Goya. LL lo llama Estaca para hacerse el catalán.

La canción tiene un vals metido en el piano al estilo Cohen. Un Aleluya lírico con vocación de catarsis. La Estaca es una de las mejores cantautoradas que he escuchado, no me hizo falta entender la letra porque la voz de Llach emociona por sí sola.

El catalán tiene unas erres estupendas que diría Josep Pla, por eso llega sin entenderse como las canciones de Adelle.

El Llach de la poesía es Salvador Espriu y su estaca La pell de brau. Llach canta y toca mejor que cualquiera de los curas cantores de su generación. Salían de misa para tocar en Cheminade, cambiando a Dios por Marx. Recuerdo escuchar a Llach en el I Homenaje a los Republicanos que organizó el Ayuntamiento de mi pueblo, cuando Rivas se las daba de rojerío y hasta hacían bautizos civiles (lo que decía antes de la misa).

En aquel concierto estaban Bebe, Labordeta, Luis Pastor o el Gran Wyoming. Wyo se despachó a gusto con la memoria histórica, diciendo que él se conformaría con recuperar el presente y echar a tomar por culo “a los fachas de toda la vida”. Los rojos de IU se acojonaron y en la versión “comercial” del DVD, que vendían en la FNAC para distinguirse, dejaron sólo la canción, una de las últimas que haría junto al maestro Reverendo (el de Saca el whisky cheli).

Labordeta, Amancio Prada, Atahualpa Yupanqui, Quilapayun, Silvio Rodríguez y por ahí, son claro ejemplo del daño que hizo la religión en la estructura mental de esa generación. Cualquiera de los citados los podrías meter en la Iglesia un domingo por la mañana sin desentonar. Gonzalo García Pelayo en Nostalgia de futuro desmenuza a muchos de ellos.

Lluis Llach tiene rostro de cómic. Parece sacado de una aventura de Corto Maltés y sus manos al piano parecen las del cristo de Juan de Juni.

Llach tiene canciones que van bien al progrerío como Campanadas a mort. Yo aquí soy juanramono. Me cuesta poner altavoz en cosas que no son mías. La responsabilidad del “artista” está en sus propias mierdas, creo. Se pueden apoyar, pero cuando se hace dinero con ello se llega a la frontera de la perversión. Como cuando un programa de televisión parece útil y enseguida siento la obscenidad que late bajo la apariencia de servicio. Al final todo es posibilismo y justificarnos como Podemos.

La música tiene algo de ritual, de himno, que no me cuaja. Ramón Andrés lo disecciona en su Diccionario de música, mitología, y religión, claro que RA es el cura del ensayismo y tampoco me sirve. Hay que dejar al cura con sus hostias y pensar, cantar y escribir sin más perversión que hacerlo bien.

Ahora ando metido en el Hip-hop de Juaninacka y Tote King. Bartleby y CIA me parece un temazo del que no habla García Pelayo, que opina hasta del sonido de los animales, pero se pasa por el forro la música urbana. Tiene Nostalgia de futuro, pero olvida el presente. El papel del cantautor ha pasado al Iphreud.



Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.

2 comentarios:

  1. Frank Zappa, Madrid, Palacio de los Deportes, 1979.

    Alguien del público, gritando, le dice a Zappa que "los uniformados" (los grises) están a las puertas del pabellón.

    "No nos engañemos", responde Zappa irónicamente, "aquí todos llevamos uniforme".

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