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lunes, 9 de enero de 2023

TAPONANDO UN AGUJERO



 

Todos podríamos vivir en un submarino amarillo

como aquel que estaba atracado

en el dique de Westpoor en Ámsterdam

o aquel otro, aún por pintar a orillas del Ij,

 

pero nadie quiere un submarino amarillo,

un cuarto de colores, una mente vagabunda,

 

demasiadas filtraciones,

demasiados peligros

si nunca has bajado de los doce metros,

si te preocupa que tu mente no sepa dónde está,

que las aguas crezcan

o que te hundas como una piedra.

 

Sad Eyed Lady of the Lowlands

 

tienes mercurio en la boca

y tu corazón es una cruz de plata,

pero me arrastro cuando suena tu voz

hasta la escalera de agua

a la que me aferro para salir

de mi submarino amarillo,

mientras la lluvia no deja de caer

sobre tu cuerpo de vidrio,

sobre la carta XIII del tarot

y los amantes boca abajo

y la torre muy herida por el rayo

junto a los perros que ladran a la luna.

 

¡Has puesto tan atrás mi submarino amarillo,

mis besos de los que huyes como si tuviera la peste!

 

¿Acaso no sabías que sucedería de este modo?

 

Quiero un marido de revista, me dices,

no un terrón de azúcar

con el que me haces trampas.

 

¿Quién te volverá a regalar nunca más

un submarino amarillo, un manojo de lluvia,

una linterna para preguntar a los demás

por su locura?

 

Voy a apagar tu luz, me dices,

voy a arrancar tus flores,

no puedo esperar mucho más en esta jaula vacía.

 

Este es el fin, el fin de nuestro último intento.

 

Deberías habérmelo dicho en París,

junto a la tumba de Jim Morrison,

bajo la lluvia, aquel verano, o al fondo del pecero

que nos llevaba por Londres, esquina con Morelos,

hasta la casa azul del frío después del frío, en Coyoacán,

tal vez entonces no habría sido tan doloroso

no poder seguir tus pasos, olvidar tu nombre,

perder el camino que cae dulcemente sobre el pueblo,

apagar los fuegos que ardieron con tanto brillo.

 

¿Dónde están nuestras flores, nuestras plumas?

Me dijiste en lo alto de la pirámide del Sol en Tenochtitlan

mientras buscabas mi mano en el reflejo

de un espejo oscuro de doscientos pesos.

 

Tu voz repiquetea como The Well Tuned Piano

de La Monte Young durante horas y horas,

es como para perder la cabeza.

 

Ya sé que te gusta la música,

pero ahora vienen las malas noticias, me dices.

 

Espera, déjalas para mañana,

sentémonos a reír, ya lloraré mañana

sobre este submarino amarillo,

sobre esta flor que es el loto del olvido,

ya lloraré, cuando hayas vuelto

al otro lado.



Antonio Orihuela. El sabor del cielo. Ed. Huerga & Fierro, 2021

2 comentarios:

  1. Existe una regla muy sencilla para distinguir la gran poesía de la que no lo es. ¿La volvemos a leer una vez y otra? ¿Nos afecta de forma creciente cuanto más la conocemos?. Para mí, ya comienzas con éxito este impredecible 2023.

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  2. Mil gracias por tu comentario y tus buenos deseos, que se extiendan...

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