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jueves, 26 de enero de 2023

Vicio por Reincidentes

 





Reincidentes era mezclar el calimotxo en bolsa, salir los viernes/sábado y acampar con quien fuera en la pedriza. Ir a todos los conciertos posibles, enrollarse con la novia de otro y vomitar chupitos.

Cualquier festival tenía a Reinci y los Porretas. La Fiesta del PC en la Casa de Campo parecía su local de ensayo. Todos los años tocaban no sé si porque no cobraban o cobraban poco que es la forma que tienen los rojos de ser radicales.

En Jartos de aguantar está todo lo que da de sí Reincidentes: rock, protesta y fiesta. En algunos temas se ponen más pesaetes, en otros más flamencones (siempre me gustó el Ay, dolores) y en otros son un coñazo.

Lo malo de los rockeros es que no saben envejecer. En el backstage de los Rolling hay un cardiólogo por si Jagger se pasa de litio. Yo no digo que haya que hacerse Juan Perro ni estudiar filosofía. Robe tiene una etiqueta de Anís del Mono y sabe chochear. Lo importante es no acabar yendo a natación con la cresta como hace Evaristo el de La Polla. Todo por no asfixiarse en los bolos mientras se caga en la policía a lo Willy Toledo. No hace falta. Me cuesta creer que el cuerpo te siga pidiendo brincos y ostiasputas.

La de Vicio se hizo himno gracias a las orquestas. Vendrá algún sociólogo de Anagrama a analizar lo evidente: la influencia de las verbenas en la cultura popular. El papel relevante que han jugado en el ensanche mental del populacho. Desde los pasodobles de Suspiros de España hasta el El vals del obrero de Ska-p.

Era curioso ver a cazurretes del PP (hoy votantes de Vox) botando Resistencia, con el whisky saliéndose por los ojos. Un donaire que se ha ido perdiendo con las discotecas móviles. Tinder y perreo acabarán con la música y bienvenido sea, claro.

“Cocaína para trabajar porque mi curro me lo exige” y así Fernando (nombre gerundio) Madina se despachaba un tema de pura coca.

Yo me alfabeticé el vicio con Historia General de las Drogas de Antonio Escohotado. Se lo regalé a mi padre con dieciséis años, con el manido propósito de leerlo yo. Es una obra catedralicia, abarcadora, impecable. Estudia la cuestión desde la sociología, la política, la economía, el derecho, la filosofía, la ecología y la química. Manual de referencia en distintas facultades como pude comprobar durante mi bibliotecación en la Universidad Complutense. De su mano descubrí a Szasz y a Jonathan Ott (su Phamacotteon es la Biblia de los enteógenos). Descubrí a Usó: Drogas y cultura de masas, Píldoras de realidad y Drogas, neutralidad y presión mediática quien junto a José Carlos Bouso, Fericglá y la gente de la revista Ulises vinieron a dar relevo a la vieja guardia de Escota: Pau Riba, Antolín Rato y por ahí. El desaparecido poeta Miguel Ángel Velasco, paradójico premio Loewe, junto a Enrique Ocaña (autor del contundente Confesiones de un filósofo desaparecido en combate) conformaron un excelente abono para la psiconaútica actual, siempre miyoritaria.

Juan Carlos Usó es un ser humano excepcional, lo que aumenta la importancia de su valiente bibliografía. Muy pocos autores están a la altura de su obra. Juan Carlos Usó la sobrepasa con elegancia, sin pose.

La bondad hay que llenarla de contenido. Machado decía que “ser bueno es ser valiente” y JC (así firma lo suyo) lo desborda. Tenía ganas de escribirlo.



Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.

 

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