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sábado, 9 de marzo de 2024

Nos han dado un día más de vida

 




¿Qué más da que fuera exista la sombra de un río, calles que evocan la geografía de Europa: Berlín, Roma, Viena… con sus aceras angostas y el polvo que levantan los escasos coches que se acercan a las esquinas?


¿Qué más da el olor de las flores recién cortadas y el azul de fuego que inunda el atardecer, los olores picantes de los puestos del mercado y la explosión de rojo en los vestidos de las mujeres?


Esta cárcel,

la de los muros levantados,

las ventanas cegadas,

los impactos de las balas en la pared,

el miedo en cada uno de los gestos,

me recuerda a la primera de mis cárceles.

¿Cómo llamar hogar a esta casa, a esta prisión medieval, que me aleja de tu sonrisa, Natalia, de las ganas de vivir contigo?


¿Ya ves?

Anoche no nos mataron después de todo. Nos han dado un día más de vida

Doscientas balas llovieron sobre la cama y sobre tu cuerpo protector.

Y nada.

¿Ya ves?

Nos han dado un día más de vida.


¿Pero qué más da el paraíso de sol de Coyoacán si tenemos que vivir con las puertas blindadas, las esquinas levantadas y las manos siempre escondidas?


Sonrisas de caucho en la cara de los guardaespaldas.

Los bananos dan todavía una sombra temblorosa y ni rastro de las buganvillas,

rosa, oro y sangre,

que treparán curiosas por las fachadas del mañana.

Nos han dado un día más de vida


¿Qué más da que fuera exista la sombra de un río, calles que evocan la geografía de Europa: Berlín, Roma, Viena… con sus aceras angostas y el polvo que levantan los escasos coches que se acercan a las esquinas?


¿Qué más da el olor de las flores recién cortadas y el azul de fuego que inunda el atardecer, los olores picantes de los puestos del mercado y la explosión de rojo en los vestidos de las mujeres?


Esta cárcel,

la de los muros levantados,

las ventanas cegadas,

los impactos de las balas en la pared,

el miedo en cada uno de los gestos,

me recuerda a la primera de mis cárceles.

¿Cómo llamar hogar a esta casa, a esta prisión medieval, que me aleja de tu sonrisa, Natalia, de las ganas de vivir contigo?


¿Ya ves?

Anoche no nos mataron después de todo.

Doscientas balas llovieron sobre la cama y sobre tu cuerpo protector.

Y nada.

¿Ya ves?

Nos han dado un día más de vida.


¿Pero qué más da el paraíso de sol de Coyoacán si tenemos que vivir con las puertas blindadas, las esquinas levantadas y las manos siempre escondidas?


Sonrisas de caucho en la cara de los guardaespaldas.

Los bananos dan todavía una sombra temblorosa y ni rastro de las buganvillas,

rosa, oro y sangre,

que treparán curiosas por las fachadas del mañana.


¿Qué más da si fuera parece explotar el verano cuando uno lleva en el corazón el frío del silencio,

el de la muerte atrapado en la mirada,

el de el invierno en los recuerdos de Siberia?


Natalia, nos han dado un día más de vida para esperar

en esta cárcel

la muerte.


¿Qué más da si fuera parece explotar el verano cuando uno lleva en el corazón el frío del silencio,

el de la muerte atrapado en la mirada,

el de el invierno en los recuerdos de Siberia?


Natalia, nos han dado un día más de vida para esperar

en esta cárcel

la muerte.


 

José Manuel Lucía Megías. Los últimos días de Trotski. Calambur, 2014

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