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viernes, 10 de mayo de 2024

3 poemas de ANA PÉREZ CAÑAMARES en REBELIÓN POÉTICA


 


Yo soy comercial: voy de puerta en puerta

y vendo enciclopedias de colores.

No hay palabras en ella, solo luz.

A aquel que me recibe yo le digo:

señor, señora, alegre sus mañanas

con lo que tiene fuera de su alcance.

La ballena que canta en el océano

el talacín extinto de Tasmania

las grullas que se burlan de fronteras.



Señor, señora, no hablen ni señalen.

No sean la pesadilla del dormido.

No profanen ni adornen el hogar de los otros.

Háganle el boca a boca a los delfines

y eviten que sus crías se amamanten

del frío estéril de un casco de hierro.

Se aprecia majestad en lo elusivo

y elegante es pasar sin hacer daño.



Entre lo ignoto y nosotros hay un haz de luz

como lo hubo entre dios y los santos medievales.

El mundo que no vemos nos arropa

con páginas azules y livianas.

Vendo un mapa cruzado por heridas

antes de que caduquen sus caminos.


No el ataúd de bronce, sino el ala audaz

Lech Welch

 

 

 

 



A la salida de la gran ciudad

un edificio elegante y muy solo

como el invitado más borracho de la boda.

Lo rodea un paisaje calcáreo:

polvos de arroz para tapar impurezas.

En el matrimonio de la nada con la nada

las familias han huido de los balcones.

¿Quién puede engendrar en una metáfora?



Unos kilómetros adelante, buitres en círculos

cercando la carroña que sigue a toda fiesta.

Yo seré su banquete de mañana.

Les digo sí quiero a los seres libres

que subieron de las praderas a las nubes

para ser un puro átomo del vuelo.



En esta aventura que nos costará todo

morir al menos una con el mundo.

Abandonar la estirpe de los desahuciados

porque no supimos cuidar la casa prestada.



Sobrevividnos, buitres, y contad nuestra historia.

Dibujad en el cielo la forma de la alianza

y no acaben nunca vuestras nupcias con la vida.









Comprendimos muy tarde que el clima es un ser vivo

y no líneas y cifras sobre un mapa.

Que la abeja era un ser complejo y caro

y en sus alas bailaba nuestra suerte.



Amamos la inmortalidad más que a la vida

y conseguimos dejar un legado

una firma indeleble, una herencia.

Nos tendrá en su memoria todo inocente

o animal que tachamos de la lista.



En un pasado puro reside el misterio:

cómo era ser Emily Dickinson

cantar al árbol sin ser su verdugo

guardar el apocalipsis en un libro.

Dejar intacto el mundo detrás.


Ana Pérez Cañamares. En: Se agota el tiempo: rebelión poética por el clima. Ed. La Vorágine / Voces del Extremo. 2024














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