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viernes, 20 de septiembre de 2024

FRACASAR MEJOR de JORGE RIECHMANN (fragmento VII)






 

píldoras de cianuro

 

Cuando las cosas vinieron mal dadas, Himmler, Göring, Rommel y otros jerarcas nazis se suicidaron utilizando píldoras de cianuro. También William S. Parsons y otros miembros de la tripulación de los superbombarderos B-29 que arrojaron las bombas atómicas contra la población de Japón iban provistos de pastillas letales, por si las moscas.

 

Ha llegado el momento de reivindicar píldoras de cianuro a la Seguridad Social. Lo digo con seriedad formal y seria formalidad, sin el menor espíritu de boutade, sin ningún deseo de provocar. No se trata de otra modesta proposición al estilo del gran Jonathan Swift; no estoy bromeando. Los fallos de la sociedad y las carencias del Estado –en España, pero no sólo en España, desde luego– son de tal calibre, y el futuro que vemos venir es tan siniestro, que sólo por razones de mera humanidad ya debería accederse a una reivindicación así. La indiferencia frente al calentamiento climático, la inacción frente a los letales niveles de desempleo (¡más de seis millones de parados en 2013!), la destrucción de la sanidad pública para satisfacer inconfesables intereses de personajillos encanallados y la atonía de la reacción ciudadana frente a todo ello prefiguran un mundo en el que, para mucha gente, habrá demasiadas ocasiones en que morir será preferible a seguir viviendo. Facilitémonos ese difícil tránsito. Reclamo la píldora de cianuro como un derecho ciudadano –una reivindicación prioritaria frente a la banda de criminales que hoy ocupa las estructuras del Estado.

 

Ánimo, españolas y españoles, un esfuerzo más… Aunque no logremos frenar la destrucción de la enseñanza pública o la voladura de los sistemas de protección social, aunque el ecocidio continúe aumentando su demencial aceleración, este derecho nuevo sí tenemos más opciones de lograrlo. En este caso ¡sí se puede! Aunque sólo fuere por las razones de rigor presupuestario que esgrime el brutal Ministro de Finanzas de Japón, ese Taro Aso, cuando pide a los ancianos de su país que se mueran pronto, que suponen una carga demasiado pesada para su sistema de Seguridad Social.

 

 

Casandra en Billancourt

 

Hace cuarenta o aún veinte años, el mundo se deslizaba lentamente hacia la barbarie. Ahora lo hace a una velocidad vertiginosa

 

Cuando Rosa Luxemburg decía: socialismo o barbarie, quizá estimase que las probabilidades andarían equilibradas en torno al 50%. Un siglo después, uno diría que la barbarie tiene todas las de ganar: quizá 98%, frente al 2% de una posible transición socialista. (Habría que recordar la apuesta del comunista surrealista Pierre Naville, en medio de la gran crisis de los años veinte y treinta: “La organización del pesimismo es verdaderamente una de las consignas más extrañas a las que pueda obedecer una persona consciente. Es sin embargo la que reclamamos hoy”.[1])

 

Il ne faut pas désespérer Billancourt, suspiraba Sartre en 1956, después de un viaje a la Unión Soviética. No digamos a los obreros comunistas la verdad sobre el estalinismo, pues perderían sus esperanzas. ¿Deberíamos hoy silenciar la verdad sobre la crisis ecológico-social, sobre la tenebrosa crisis de civilización donde nos hallamos, para no echar más agua al molino de un nihilismo que, alimentado de otras fuentes –esencialmente, los efectos culturales del sistema de la mercancía–, amenaza con arrasar la ya muy fragilizada constitución moral de tanta gente en este Siglo de la Gran Prueba? ¿Decimos a la gente sólo lo que quiere oír impresiona el grado en que nuestras sociedades se han vuelto alérgicas a todo cuanto suponga obligación o responsabilidad en esta era de “crepúsculo del deber”, con el riesgo de reforzar sus prejuicios, su indolencia, su ceguera cognitiva? ¿O les decimos la verdad aunque sea dura y difícil, con el riesgo de quedar aislados? Y si finalmente decimos la verdad a Billancourt –y hemos de decirla–, si decimos que no hay otra vía de salida que la casi inimaginable superación del capitalismo, ¿cómo decimos esa clase de verdad, para evitar la caída en la desesperación?

 

(Pero ya sabes –no dejes de recordártelo cada día– cuál es la tentación del intelectual euro-norteamericano: el Gran Hotel del Abismo. No te quedes encerrado ahí.)

 

 

la miseria del mundo

 

Así se titulaba aquel libro coordinado por Pierre Bourdieu hace ya algunos años. Esa miseria del mundo es abrumadora: ¿qué ser humano –signado por la finitud, como lo estamos cada uno de nosotros y nosotras– podría hacerse cargo de tal cúmulo interminable de horrores, desposesiones, dolores, injusticias y masacres? Ya lo que sucede en nuestro presente debería anonadarnos, pero tendríamos además que asumir de alguna forma el pasado –esa “catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina”, como decía Walter Benjamin en la novena de sus “Tesis sobre filosofía de la historia” –, reparar en los indicios que hoy delatan cómo en los desarrollos del presente están gestándose los desastres del futuro, y no olvidar que no sólo cuenta el sufrimiento de los seres humanos: también el de los demás seres vivos… Abrumador, sin duda. No hay ser humano que pueda echarse sobre los hombros esa carga.

 

Pero no es semejante tarea sobrehumana lo que se nos exige. Aquí como en otros ámbitos importa advertir cómo el macrocosmos se refracta en el microcosmos. La incalculable e inasimilable acumulación de violencias se me da, en cada caso, como unas pocas violencias concretas que me tocan de cerca; la injusticia universal se particulariza en una injusticia próxima frente a la que sí puedo reaccionar; la “exigencia infinita” se resuelve en demandas singulares.

 

El anonimato de las montañas de cadáveres se transforma en unas pocas miradas interrogantes. Lo que se me exige es estar ahí.



si en 2008 hubiera habido izquierda…

 

En 2008 vimos tambalearse –todos nosotros– los pisos más altos del edificio de la dominación (los rascacielos, que son el equivalente a las pirámides faraónicas en nuestra época). La dictadura del capital financiero se vio amenazada de verdad por la crisis que ella misma había provocado.

 

Si en 2008 hubiera habido izquierda –en Europa, en EEUU– estaríamos hoy en una nueva etapa de la historia de la humanidad.[1] Tendríamos una razonable esperanza de enfrentarnos con éxito a los peligros que vienen.

 

Pero la izquierda se había hecho de derechas, las derechas de ultraderecha, y los verdes pretendían estar más allá de la izquierda y la derecha.[2] (Y se sorprenderán después de la desafección de los ciudadanos y ciudadanas hacia la “política”…)

 

Hoy la ventana de oportunidad –kairós– se ha cerrado. No había izquierda, la trama de dominación se recompuso, los banqueros y los “inversores” recuperaron el puesto de mando: y no sabemos si se trata de la última oportunidad para enderezar el rumbo de catástrofe –aunque es muy posible.

 

Lo que cabe hacer, lo único que podemos intentar, es construir la izquierda –rojiverdevioleta– que necesitamos por si la ventana de oportunidad vuelve a abrirse. Podemos estar seguros de algo: esta crisis no ha terminado, vienen crisis peores.

 

 

*hechizados

 

Todo indica que no se romperá el hechizo. Tiene tantas capas: la teoría económica neoclásica, la teología de la dominación antropocéntrica, Ana Rosa Quintana, el poderío de Silicon Valley, las fantasías antropófugas de colonización de Marte, las ideologías sexistas y racistas, cazar y torear y devorar chuletones, la fe en el exencionalismo humano, la cultura de la violación, la necropolítica en la Frontera Sur… Tantas capas que forman una malla poderosa. Pero si de verdad se rompiera ese hechizo, siquiera durante un instante, y pudiéramos vernos como somos…

 


*extraviados

 

El 91% de las y los españoles sienten como una grave amenaza la crisis de inflación, según una encuesta de 40dB en noviembre de 2023; y el 85% los conflictos bélicos. Ay… La inflación y la guerra (en el Norte global, más el hambre y una mayor vulnerabilidad ante los desastres climáticos en el Sur global) son la forma en que, intramuros, se manifiesta la crisis ecológica extramuros (clima, agua, energía, tierra fértil, biodiversidad…). Pero seguimos absortos en lo que nos sucede a nuestra tribu y –en el mejor de los casos– a Homo sapiens en su conjunto, extraviados por nuestro maldito tribalismo y nuestro sagrado antropocentrismo.

 


lucha de clases

 

Salvador López Arnal recuerda el dictum del señor Warren Buffet (declaraciones al New York Times el 26 de noviembre de 2006): “Hay lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y estamos ganando”. Algunos lustros después no tendría ninguna razón para rectificar su criterio.

 

Pero no es sólo una guerra de clases. Los ricos no sólo están en guerra contra los pobres, los trabajadores y los desempleados. Están además en guerra contra la biosfera y contra el futuro: contra las posibilidades de vida humana decente en el planeta Tierra.

 

Y no es sólo que el zorro sea el guardián del gallinero. Es que ha sido elegido y reelegido por las propias gallinas; y ha logrado convencerlas de que nunca hubo, ni podrá haber jamás, otra cosa que zorros ocupando el puesto de guardián de las gallinas.


breve tratado de economía posliberal

 

Es la guerra contra las mujeres, la guerra contra los jóvenes, la guerra contra los animales, la guerra contra los pueblos y las clases sometidas, la guerra contra la naturaleza, la guerra contra el futuro: y lo llaman “racionalidad económica”.

 

La superstición consiste en creer que de la lucha de todos contra todos puede salir otra cosa que la destrucción de todo.

 

Jorge Riechmann. Fracasar mejor. Kaotica libros, 2024

 

 



[1] *Vale la pena recoger aquí la reflexión de Philipp Blom: “El futuro se partió en dos hace una década, de repente y sin aviso previo. En 2008 se dijo a ciudadanos de todo el mundo que los grandes bancos, a los que todos les deben algo y con los cuales todos tienen obligaciones de pago, se habían arruinado, que lo habían perdido todo de una manera irresponsable, amoral y estúpida. Y después se les dijo que, para ayudarlos a salir del apuro y evitar que todo el sistema se colapsara, había que rescatarlos con el dinero que habían ganado en común los contribuyentes. Millones de personas perdieron la casa, el empleo, el futuro. Ni un banquero entró en la cárcel y sólo tuvieron que pasar pocos años para que los beneficios y las bonificaciones fueran más altas que nunca. Conocemos esta historia, pero subestimamos su fuerza emocional y moral, su atronador bramido. Se reescribió el viejo contrato social, válido para todos: si trabajas duro y das lo mejor de ti, entonces podrás comprarte algo, una casita, una lavadora, un coche… e invertir en tus hijos. Ahora dice así: da igual lo mucho que te esfuerzas, lo mucho que estudies, las horas que eches, lo mucho que te endeudes… El sistema no trabaja para ti, le eres indiferente, sólo sirve para que los ganadores sean inmensamente ricos, una especie diferente que vive según sus propias leyes. Los demás, esclavizados por las deudas, ignorados por los medios, atontados con drogas u ofuscados por una esperanza obstinada, son cada vez más pobres, más dependientes y temerosos. Tú serás siempre uno de ellos. No hay escapatoria.” Philipp Blom, Lo que está en juego, Anagrama, Barcelona 2021 (el original alemán es de 2017), p. 91-92.

[2] *Qué sandez sostener que “izquierda verde es una contradicción en los términos” (Francisco Soler Luque, “La ecología política como paradigma ideológico autónomo”, EcoPolítica, 18 de diciembre de 2014; https://ecopolitica.org/la-ecologia-politica-como-paradigma-ideologico-autonomo/ )… Sólo puede hacerse desconociendo que la igualdad es el valor esencial para la izquierda, y que igualdad y libertad se coimplican: por eso hablamos de igualibertad (con Étienne Balibar)… que también es un valor esencial para la ecología política.



[1] Citado por Michael Löwy en L’étoile du matin –Surréalisme et marxisme, Syllepse, París 2000, p. 65.

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