La barra del bar es una frontera
espesa y temporal como arena de castillos
en la orilla.
La gente se aproxima a mí
para pedir el periódico del día
un té caliente
una sonrisa
un polvo
me han pedido tantas cosas,
tantas...
Las amas de casa siempre piden café
por las tardes;
sus maridos ginebras y sexo
por las noches.
Yo soy el oído y la sonrisa.
Con una botella os hago una nación
en la que os sintáis menos pobres,
menos desgraciados,
menos vosotros.
Tranquilos, no tengáis miedo;
estaré aquí, al otro lado y
cuando ya no existáis
brindaré por todos.
Mar Domínguez.
Ilustración: Antonio Gómez
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