En España es pecado mortal, pero en muchas democracias, si no todas,hacer encuestas es frecuente. El pecado aquí consiste en opinar, que viene a significar optar por algo, un delito cuando no se sustituye por adular o halagar, dar motivo de satisfacción por lo que otro hace. Pero pienso, muy en serio y no es broma, si no será que en España nos pasamos la vida opinando, o sea, haciendo encuestas permanentes. Franco convence, o es convencido, de que salga a un balcón o visite un lugar. La encuesta multitudinaria le es siempre favorable. Miles, y decenas de miles, opinan y aplauden. ¿Quién obliga a dar esa opinión de halago y vocerío a quien posiblemente preferiría quedarse en casa en pijama, si puede, o si no en calzoncillos más modestos? Somos un país de encuesta permanente, y me pregunto qué ocurriría si algún divertido gerifalte la transformara un día en una pregunta: “¿Prefieres dictadura donde no ocurre nunca nada y tienes garantizada castidad, santidad, simpleza, despreocupación y un plato de garbanzos o libertad de obligarte a pensar quién te gobierna permitiendo que tu hijo vea culos y tetas mientras obedeces a un sindicato y tu hija vive besos horizontales negándose a fregarte platos y cuestionándote todos los días?”
Antonio Santos Barranca. Diario nocturno en un país feo. Letrame Ed. 2024
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