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domingo, 3 de noviembre de 2024

DIARIO NOCTURNO EN UN PAÍS FEO (fragmento XVI)


 


Eso hace a una sentirse importante pero muy impotente. 

—No exageres, lo importante de Jesús no es lo que él hubiera podido contar, sino su muerte. Es el morbo de la crucifixión lo que ha envenenado a media Humanidad. Muerto de tifus a los 70 años Jesús sería seguido por cuatro gatos. 

—Luego he acompañado a mi madre al Mercado Central, disfruto allí. Yo de niña quería ser vendedora de frutas, pero mi madre quería que fuera princesa, o sea, esposa de príncipe, para tenerlo por hijo. Eso es lo poco que le gustó de Abel, que le parecía físicamente un príncipe, que la adulaba y era muy servicial con ella, un caballero. 

—Yo quería ser mecánico y poder ensuciarme de grasa, no príncipe. Vivía apasionado porque mi padre me comprase una caja de piezas metálicas de juguete con las que se construían cosas. Se llamaba Meccano. Si me lo compras te prometo que seré ingeniero, le dije, y mi padre en su pobreza se lo contaba a sus amigos riendo. 

—Eso podía ser admiración por el trabajo de tu padre. 

—Seguramente. Después, porque mis amigos nazis protegidos por Franco, nietos del cónsul, el de El hombre que nunca existió, me invitaban a los numerosos conciertos que organizaban, quise apasionadamente saber solfeo y ser músico. Te confesaré algo realmente increíble que retrata la atroz incultura, musical y de todo tipo, de Huelva en mi infancia, antes de mi amistad con los hijos de nazis refugiados. El primer sonido musical agradable que mi amigo Carrión y yo escuchamos en nuestra vida fue oyendo las trompetas de los romanos en la censuradísima película sonorizada de Cecil B.DeMille El signo de la cruz. Nos quedamos alucinados al oír aquello, y sé que es difícil de creer. Nunca habíamos oído nada más bello. 

—Pero era frecuente oír trompetas y tambores en desfiles. 

—En el cortijo de mi abuelo hay un piano que nadie sabía tocar. Me pasé meses recorriendo la Huelva primitiva y miserable buscando a alguien que diera clases, pero no había nadie, o no habían dejado ni a uno vivo, ni los guitarristas gitanos sabían solfeo. 



Antonio Santos Barranca. Diario nocturno en un país feo. Letrame Ed. 2024

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