Páginas

sábado, 9 de febrero de 2013

La cruz blanca y el vuelo mágico




I am a good boy, a data collector robot, hasta dormido en el avión cumplo mi función y vigilo la cruz blanca que tengo que mantener para no salirme de la línea invisible que dibujo sobre el desierto, rumbo y altura casi inamovibles para el ingeniero pelirrojo y australiano que va detrás leyendo tan cómodamente como si estuviera en la butaca del salón de su casa. La pantalla está a un palmo de mis ojos y a veces me parece que la cruz blanca me entra en el cerebro, otras, en mi duermevela de las segundas cinco horas, soy yo quién entra en la cruz blanca, y la mente se vuelve lúcida, sólida y metálica, y una extraña vigilia tranquilísima se apodera de mi, y mi mente no es mi mente, sino la mente, la consciencia toda sin cuerpo, y puedo entrar y salir, revivir el pasado y el futuro mío y de cualquiera, entonces recordé el sueño de la tarde que había olvidado, un viento que surgía del pecho como una explosión me levantaba de la cama hacia el techo, y tras veloces pruebas y vuelos cortos atravesaba el techo y más techos hasta surgir por el tejado en el aire y dejarme aterrizar en cualquier lugar, y visitar amistades y volver a emprender el vuelo. Era tan real que me desperté del sueño dentro del sueño y volvía a conseguirlo con el secreto del querer y el poder. Una paz extraña y despreocupada se ha apoderado de mi desde entonces, una serena ausencia de temor. Ahora volaré sin descanso por el sueño y la vigilia, pero en mi pecho crece la certeza de que el vuelo sin máquinas no tiene límites, y poco a poco se va revelando el poder de la antigua máquina, el cuerpo que es templo y nave, justo ahora que me pensaba tan pobre de tiempo, tan esclavo de mi trabajo. Quizá el animal de luz y de color se sacude así el polvo del mundo.


Daniel Macías

No hay comentarios:

Publicar un comentario