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miércoles, 2 de octubre de 2013

EL LABERINTO EN EL LABERINTO




He visto muchos laberintos:

El laberinto de Cnossos,
que servía para guiar a las danzantes
en un sensual baile que ejecutaban al llegar la primavera.

El laberinto que hay tallado en una roca
cerca de la ermita de Nª. Sra. de Piedra Escrita.

El laberinto de las paredes del CBGB,
en el Bowery, Lower East Side de Manhattan.

El laberinto de una camiseta de Paris Hilton
en la que se lee DEATH TO THE RICH.

El laberinto de las calles de Rabat Es Sefli, del Aaium,
del Husts, del Auki, del Mel-lah, todas confundidas
en los ojos de una paloma blanca llamada Tetuán.

El laberinto de las civilizaciones, de las religiones,
de los ladrones.

El laberinto de los Gobiernos, los ministros, los banqueros,
los jueces, los abogados y los medios de comunicación.

El laberinto de los trust, los holding, los lobbies.

El laberinto del mercantilismo, de los negocios,
de la corrupción, del egoísmo.

El laberinto de la estupidez, de la vulgaridad, de la sangre.

El laberinto abismal del proletariado.

El laberinto de los sueldos de miseria
y las jornadas extenuantes.

El laberinto del trabajo infantil, del hambre
y la falta de vivienda.
El laberinto del fracaso del capitalismo
para gestionar la riqueza.

El laberinto de los cuerpos.

El laberinto de aquella adolescente que me decía
que no quería ser recordada
porque se consideraba una más
del montón de gente que no será recordada.

El laberinto de la infelicidad, de los suicidas.

Todo en el laberinto, sin afueras,
nuestra casa sin centro
donde el único cobijo es andar por él,
perdidos, desorientados, fragmentados,
sin mucha idea del sentido o del sinsentido de la vida,
un enigma que crece con las preguntas que lo nombran
y que siempre nos gana la partida,
porque somos nuestra propia presa
y tendríamos que saber vivir con esta certeza,
y disfrutar hasta el final con esta cacería
donde Teseo tira del ovillo de Ariadna
y se encuentra que el hilo
termina en su propia boca.


Antonio Orihuela

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