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jueves, 12 de febrero de 2015

DONDE SIEMPRE ES





Aquí viví,
bajo este cielo,
en el resplandor de los veranos infinitos,
en el sol cegador de los agostos abiertos,
en la intriga de los días iguales.

En este lugar el futuro fue recordado
y vuelto a olvidar
por la vereda del sueño,
en las opacas sombras violetas
de los oscuros cuartos de la casa,
a la luz de las velas
donde el abuelo memorioso
contaba historias antiguas
para la emoción infantil.

Sí, desde allí su voz asoma,
acogedora en las horas de fiebre,
en los días de tormenta,
en las largas noches
en que quisiste comprender
por qué todo acabó,
por qué hubo que luchar.

La memoria arde sin parar
sobre metáforas a las que,
como al mismo libro de la vida, faltan letras,
y por eso son tan difíciles de desentrañar.

Don’t worry it’s a dream,
dices cuando me traes el cambio en dólares
de este café en la terraza del Mitch’s Seafood,
en la bahía de San Diego, California,
lejos de los desaparecidos del border
y más lejos aún del jazmín
de la casa de la calle de los Escribanos
donde yo miraba el cielo
y la luna con su ojo triste
y el otro cerrado.

Estaba entonces el corazón completo en su lugar,
era yo una gota de lluvia colgando
sobre una hoja
mecida por el viento,

dispuesta a caer.


Antonio Orihuela. El amor en los tiempos del despido libre. Ed. Amargord, 2014

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