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lunes, 30 de noviembre de 2015

3 poemas de SALIRSE DE LA FILA de ANTONIO ORIHUELA (II)





VIDAS PARALELAS

La empleada de la zapatería
relata ante las cámaras
cómo el secuestrador
tiene a nueve personas retenidas
a punta de pistola

y pide para él
la pena de muerte o cadena perpetua.

Así habló la empleada
retenida a punta de veinte euros al día
en una zapatería.


*




EL GRAN SUEÑO CAPITALISTA


Un millón de chinos llegados de zonas rurales viven en Pekín
en viejos refugios antiaéreos de la guerra fría.

A diez metros bajo tierra
han encontrado una habitación por doscientos euros
donde apenas cabe una cama.

Son buenas viviendas, dicen,
cinco metros cuadrados que sus ocupantes
recubren con publicidad de playas del Caribe y palmerales
para ocultar las manchas de humedad y la suciedad de las paredes.

Son buenas viviendas, dicen,
no tienen ventilación, los desagües no funcionan,
el retrete y la ducha son el mismo agujero,
los zapatos se pegan en la mugre,
no se respira bien

pero dentro de ellos
se tienen buenos sueños,
afirman sus inquilinos,

sueños de fortuna

para un día

vivir

en la superficie.


*




Miro los escaparates,
todo está carísimo
menos la vida,

que no vale nada. 



Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015

domingo, 29 de noviembre de 2015

LAS VÍCTIMAS NECESITAN UN ESTADO



Las víctimas necesitan un Estado, unos líderes, una jerarquía,
un partido, una masa, una televisión, una lógica, una ceguera,
una rutina, un monologo, una crisis, una justificación.

Las grietas lo único que necesitamos es juntarnos para hacer.

Une muchas víctimas y tendrás, como mucho, un victimario.

Une muchas grietas y el capitalismo se derrumbará.



Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015

sábado, 28 de noviembre de 2015

EL SIGLO DE LA GRAN PRUEBA (V)



Pedimos al mundo árabe una nueva Ilustración, de la que pueda surgir un Islam democrático y progresista. Al mismo tiempo, en nuestras sociedades, los valores de la Ilustración son –cada vez más— apenas retórica inoperante, aplastados bajo la avalancha de la basura mediática, el consumismo nihilista y la degeneración de la democracia.

(...)

El desarrollo capitalista es una revuelta contra el principio de realidad.

(...)

“Actúa sin actuar, ocúpate en no ocuparte en nada, saborea lo que no tiene sabor”, leemos en Lao Zi.

(...)

Uno escribe para tratar de entender, esto es, para ayudarse a sí mismo. A veces, obrando así, consigue ayudar a los demás.

(...)

Quieren los coches sin las refinerías, y los hipermercados sin los oleoductos. Más que ciudadanos maduros, son como adolescentes malcriados...

 (...)

Para el socialismo, el objetivo de la política debería ser la satisfacción de las necesidades básicas y el cultivo de la espiritualidad humana. Para el infernal desorden en el que vivimos, lo esencial es la acumulación de capital. Tú decides.

(...)

Lo mío no es intento de ningún pensamiento radical (ni tampoco original): sólo búsqueda de un poco de fraternidad.


Jorge Riechmann. El siglo de la Gran Prueba. Ed. Baile del Sol, 2015

viernes, 27 de noviembre de 2015

EL SIGLO DE LA GRAN PRUEBA (IV)



Del niño puedes aprender tres cosas: está alegre sin causa. Nunca se está quieto. Cuando quiere algo lo pide con todas sus fuerzas. El ladrón también enseña cosas útiles:
·       Trabaja de noche.
·       Si no termina la primera noche, continúa la noche siguiente.
·       Él y todos sus cómplices se aman los unos a los otros.
·       Arriesga su vida por poca cosa.
·       Lo que roba tiene poco valor para él; lo cambia por calderilla.
·       Aguanta golpes y sinsabores; le importan poco.
·       Le gusta su oficio y no lo cambiaría por ningún otro.”[1]

A los dos maestros de Auden yo añadiría un tercero, el perrito, para completar la trilogía didáctica. Del can se pueden aprender las ocho reglas de la acción:
·       Inaugura el mundo cada mañana.
·       Para él se recrea cada día el mágico tapiz de olores, siempre el mismo y siempre diferente.
·       Disfruta con los placeres más sencillos.
·     Está de verdad en lo que está, viviendo absorto el “ahí”, sin distracciones.
·       Se relaciona con afectividad intensa.
·       Se fía de sus sentidos y pone la calidad por encima de la cantidad.
·       Distingue lo bueno y lo malo a base de fino olfato.
·       Siendo tan diferentes como somos, nos considera perros y nos trata sin discriminación ninguna.



[1] Citado en Fernando Zóbel, Cuaderno de apuntes, Galería Juana Mordó, Madrid 1974, p. 31.


Jorge Riechmann. El siglo de la gran prueba. Ed. Baile del Sol. 2015

jueves, 26 de noviembre de 2015

6 poemas de ZARIA ABREU





22.
me decías en el teléfono
-voy a acabar la prepa-
luego lo volviste a decir,
hace dos días


y yo pienso: no, este tipo,
no va a acabar la prepa,
va a acabar con todo
va a dinamitar los puentes
va a hacer explotar las construcciones de reforma
va a derrumbar los edificios
va a acabar con todo


cuando has terminado de explicarme tus razones
me he perdido imaginándote
como el hermoso terrorista
que en verdad eres
¿entiendes por qué –preguntas-
voy a acabar la prepa?


mi silencio te responde:
sí,
porque vas a acabar con todo” 


 
25.


hay fuegos
que no temen el después
que tatúan de miradas la epidermis
que destruyen el concreto
los mapas
las distancias
todas las fronteras


hay fuegos que no temen arder
(ni consumirse)


hay fuegos que palpitan debajo del invierno
inventando madrugadas
hay fuegos
que están muy cerca del infierno inventando el paraíso


hay fuegos
que ni con hielo
hay fuegos
que ni en medio de un diluvio


sí,
hay fuegos
que no temen el después…

 DE “QUÉ IMPORTA”



DE CALLEJONES SIN SALIDA

 
Me bailo y soy cabeza de trompo 

Me beso y soy amarga fuga de la llama
Me llamo y soy una marioneta
Me caigo y soy recargo de autobuses
Me toco y soy pared de vasos rotos

Me cuento y la suma es menos uno
Me uno al mundo y el mundo se tropieza
Me empiezo y soy yo la que termina

Me mino y explota el ojo equivocado
Me evoco y todo lo trastoco

Me juego y el fuego no calienta
Me aliento y la brisa desengaña
Me empaño y la música asesina
Me mato y no acabo de morirme
Me revivo y no acabo de vivirte
Me vierto y no acabo de servirte

Me araño y no sangra lo que toco

Me casco y la cáscara se pudre
Me puedo y ni siquiera me rebelo
Me espero y la espera es momentánea
No llego y el instante se hace araña
Me lucho y no gano nada en la batalla
Me tallo y la madera se hace trizas

Me muero de la risa
y asisto a mis entierros


Me entierro y mis manos quedan fuera
Me fuerzo y la fuerza es de juguete

Me meto y no existen las entradas
Me pago y el dinero no lo cobro
Me corro y mis zapatos se detienen
Me tengo y me aburro de mis manos
Me amo y el amor es agonía
Me escribo y ni siquiera me describo


Me violo
y soy puta que se paga
Me paro
y el camino sigue andando
Me ando
y todas las calles son cerradas
Me cierro
y cada poro es una fuga
Me fugo
y todo el mundo es una cárcel


Me calmo
y es la calma toda prisa
y la prisa me hiere
y es sonrisa

Me bailo
y soy trompo de cabeza que
t
r
o
p
i
e
z
a



HANSEL Y GRETEL


1
El bosque desapareció
sólo quedaron las migajas…



2
Para encontrar el camino de regreso
nunca fueron suficientes
las migajas


CADÁVERES

Tengo una capacidad casi envidiable de ignorar lo que sé, de hacerme no saber, de ignorar las alarmas que suenan en los puertos

de ignorar la gota que cae insistente sobre mi frente hasta llegar al hueso y del hueso hacer un agujero doliente, pero yo ignoro la gota…

cierro los ojos, ignoro la gota; me digo la gota no está ahí no hay una gota cayendo sobre mi frente, no me estoy enfermando de mundo, un mundo inmundicia lleno de cadáveres, lleno de revisitaciones cansadas y aburridas sobre los mismos temas de la historia humana, los mismos estúpidos temas repetidos hasta que el cansancio deja de ser cansancio y se convierte en resignación, una resignación que cada uno carga como la etiqueta que hay que portar para ser parte del mundo -para ser invitado a sus festejos- para lograr entrar en cada casa edificio calle y oficina
una etiqueta de resignación casi comparable a la felicidad, una felicidad inútil, una felicidad estúpida, una felicidad de 3 x 1: barata de temporada, venta de temporada
compre su estúpida sonrisa y le regalamos otra en caso de que el alma se le cruja. compre su estúpida sonrisa y le regalamos una máscara perfecta de resignación

acomódese, póngase cómodo:

acostumbre sus fosas nasales a la mierda
acostumbre sus papilas gustativas a la mierda
acostumbre sus ojos a la mierda,

-sonría, siéntese derecho, quédese en paz-

no mueva nada de su sitio o el puto mundo se nos caerá encima haciéndose añicos y haciéndonos añicos…

no respire, es decir respire poco, apenas lo suficiente, ya no queda aire para todos, ya no queda espacio para nadie, ya no queda nada, pero no importa, ya no queda nada para nadie ya no queda nadie para nadie, ya no queda nadie

cadáveres sonrientes me rodean
cadáveres con casas
cadáveres con hijos
cadáveres con puestos/escritorios
cadáveres con cosas importantes
cadáveres con sueños a futuro,
cadáveres convencidos
de que
están haciendo su vida…


MIENTRAS DURE LA CAÍDA

No entiendo nada, aunque lo sospeche todo. La sospecha es ya en sí misma una certeza.  La certeza de una herida.  Una herida que no cierra, pero que sigue negándose a sangrar.

Es sábado. Hace frío. Sigo enferma.  ¿Enferma de qué? Hay un poema para esto –pienso- sé que es de Pessoa pero no lo recuerdo. 

Se me acabaron los cigarros. Los cigarros tienen la maldita costumbre de acabarse en los peores momentos, justo cuando uno más necesita de la nicotina.

Salgo al mundo, una cuadra de mundo otra vez, hasta la tienda. El viejito de tienda me pregunta “¿Cómo estás, m’hija?”. Oigo el m’hija y me dan unas tremendas ganas de llorar…

Quiero decirle que estoy de la chingada, quiero decirle que me acabo de hacer añicos en la esquina justo antes de cruzar la calle, que por eso le estoy comprando dos cajetillas de delicados con filtro a una hora tan temprana.

Quiero decirle que sospeche. Que la herida. Que estoy enferma. Que tengo fiebre. Que la lluvia de este día.

Quiero decirle que mis gatas no me hablan. Que quiero reventarme, que quizá ya me rompí. Que las palabras me traicionan. Que si no recuerda ese poema de Pessoa. Que por favor me diga “Sal de ahí”.

Quiero decirle que me duelen los poros y los átomos. Que la materia de mi cuerpo es del tamaño de una ciruela. Que el vacío con comprobación científica. Que el movimiento y el espacio entre los electrones.

Que la música taladra mis tobillos, mi talón de Aquiles. Quiero decirle que el futuro, que la primera sílaba de la palabra futuro. Quiero decirle que -El mundo es un gran pastel de mierda-. 

Que el cadáver de Omar se pudrió en una cajuela bajo el implacable sol de Tijuana.

Quiero decirle que el amor no existe y quiero decirle que mí amor sí existe. 

Quiero decirle que más que los delicados necesito un paracaídas. Que quiero emborracharme. Que me regale una botella de vodka. Que nada sirve para nada. Que no lloro. Que yo no lloro, que me atraganto con mis lágrimas. Quiero decirle que en lugar de llorar vomito sobre el lavabo todo el miedo. 

Quiero decirle que me regale 1000 cervezas si está seguro de que la congestión alcohólica va a matarme. Quiero decirle que Nacho Vegas y Juan Perro. Que “hay días en los que valdría más no salir de la cama”. 

Quiero decirle que mis náuseas, que mi desencanto. Que vivo en el filo de una navaja; en el centro de una pistola recién disparada. 

Quiero decirle que estoy azul y sola y leyendo a Rafa Saavedra. Quiero decirle que cada vez que oigo una patrulla estoy segura de que vienen por mí.  Quiero decirle que me duele respirar, que los bronquios se me están reventando. Que mi sepulturero me está traicionando. Que las horas extras, que el tic-tac de los relojes.

Quiero decirle que este día no debería existir –y sin embargo, existe-. Que me cambie las tres chelas por arsénico. Quiero decirle que yo no soy yo, que no estoy parada frente a él, que los latidos de mi músculo cardiaco son una farsa.

Quiero decirle: ¿Por qué no se muere de una puta vez y me muero yo y nos morimos?

En lugar de todo eso le digo: “Bien” (y hablamos del clima…)

Entonces, cuando me da el cambio, me pongo a llorar como una idiota enfrente del mostrador. 

Patética y avergonzada cruzo la calle. En la esquina el viejito me alcanza: “M’hija, le regalo estos” (Me pone en las manos una bolsa de kleenex).

Camino otra vez mi cuadra de mundo y justo al sacar las llaves enfrente de mi puerta miro la bolsa de kleenex.

Y no sonrío, pero pienso que -a veces- a este enorme pastel de mierda hay quien sabe ponerle una velita…


 
DE “RIVOTHRILLER”

miércoles, 25 de noviembre de 2015

4 poemas de CAMBIO RASANTE de PACO DOBLAS




TRANSTORNO BIPOLAR



corazón a dos sangres fluyendo por los días.

Isabel Pérez Montalbán




No se de que me quejo si soy libre

si me puedo bañar en mi mar de dos olas

si puedo ver con mis dos ojos redondos

un hermoso arcoiris de dos colores

no se de que me quejo si en la noche

me han dejado un cielo estrellado

con dos radiante y hermosas estrellas



No se de que me quejo tengo dos alas

como los pájaros y soy libre

puedo elegir siempre entre dos

puedo vivir en el campo o en la ciudad

hacer mis vacaciones de playa o de montaña

y comer en Macdonals o Burguer King

y escoger si bebo psesi o cocacola

mis ahorros pueden descansar tranquilos

puedo elegir BBVA o Santander

soy libre hasta puedo votar a mi amo

puedo escoger entre PSOE o PP



No se entonces porque me siento preso

en esta mi democrática libertad binaria

y siento mi corazón partido en dos

siento que soy un monstruo de dos cabezas

una maniaca y otra de tristeza

y todas la mañanas lanzo mi alma al aire

como una moneda y doy vueltas y vueltas

sin saber si tocará cara o cruz.





NADIE QUIERE A LOS TRISTES


Confieso tristemente me alcanzó la tristeza

a golpes lentamente

fue apagando mi luna con sus latidos tristes

matando mi alegría

vertiendo su universo de universal tristura

Igual que nadie quiso nunca a la luna nueva

nadie quiere a los tristes

nadie quiere por ejemplo a un padre triste

o a un amigo triste

y por supuesto nadie quiso jamás a un amante triste



Igual que ningún poeta versó a la luna nueva

nadie canta a los tristes

nadie acaricia el lomo de un perro triste

ni besa labios tristes

nadie bailó jamás en una fiesta triste



Igual que la luna nueva los tristes son invisibles

nadie los ve aunque estén

a nadie iluminan si acaso levemente

su aureola de dolor

deja una huella de plata en la negrísima noche



Yo que tanto he sido radiante luna llena

yo que tanto he brillado

inmune a la congoja invencible en mi alegría

me volví luna ausente

una luna que duele como un miembro fantasma



Se pusieron de acuerdo los golpes de la vida

como en una emboscada

los miedos

el tiempo

muertes que asechan

tu ausencia

toda las carnes se abrieron

y mi sangre enrojeció todos mis horizontes



Confieso tristemente mi más fiera tristeza

me alcanzaron las sombras

se apagaron en el cielo mis cráteres de plata

pero soy Luna llena

y le exijo a la noche mi alegría y mi luz.






TRISTES CUENTOS



Nos contaron

sois estrella y esto es el universo

y nos pusimos a buscar entre tinieblas

espirales de luz contra la noche

pero todo era negro y nada firmamento



Nos contaron

sois pájaros y esto es el cielo

y nos pusimos a agitar nuestras alas de plomo

y nos lanzamos buscado el horizonte

pero solo encontramos el frío y duro suelo



Nos contaron

sois peces y esto es el mar

pero era solo una urna transparente

apenas un metro cúbico de agua

en el que nadamos en infinitas vueltas



Nos contaron y nos contaron

nos contaron muchos cuentos

nos contaron por ejemplo

democracia

poder del pueblo

pero el poder sigue habitando cumbres

y el pueblo habita una cárcel de cristal

apenas un metro cúbico de casi libertad

en el que andamos dando vueltas y vueltas

soñando pesadillas y tristes cuentos.





EVOLUCIÓN


Nos cuesta tanto tocar y que nos toquen

vendemos tan cara nuestra piel

que quizás los niños y niñas de mañana

nazcan sin yemas en los dedos.





Paco Doblas. Cambio de rasante. Ed. Alterarte, 2014

martes, 24 de noviembre de 2015

EL SIGLO DE LA GRAN PRUEBA (III)




El artista, en las sociedades modernas (vale decir: cuando ya no es chamán, ni médico, ni arquitecto, ni labrador, ni sacerdote...), siempre ha tenido algo de parásito social. Pero se le consentía a cambio de la entrega impredecible, irregular y ocasional de ese algo, a la vez imprescindible y superfluo, difícil de definir pero reconocible al primer golpe de vista (o de tacto, o de oído...), que llamamos belleza.

Luego, en cierto momento del siglo XX, el artista se desentendió de ese pacto implícito, y pasó a exigir reconocimiento, dinero y honores precisamente por desempeñar con énfasis consciente, y hasta cierta sobreactuación zalamera, el papel de parásito social. Es la distancia que separa a un Paul Klee de un Andy Warhol

(...)


"Damas y caballeros, no creemos en ningún valor que no sea el dinero y el poder’. Tienen que decir que hay valores, y como ya no pueden apelar a la religión apelan a los del arte, la cultura, los viajes o la gastronomía, que son los valores que defienden los suplementos culturales en general. Pero los intelectuales no tenemos ninguna función, y los que se creen tenerla se convierten en instituciones y son ridículos, como Günther Grass...”


Aquí hay, a la vez, algo que está bien visto –el poder de soborno del sistema y la capacidad de banalización de la sociedad del espectáculo—y un grave error de apreciación: los hay que se dejan sobornar, y los hay que no. Hay sin duda intelectuales de suplemento cultural: pero también otros y otras que no se dejan atrapar entre las portadas y contraportadas multicolores.


(...)


Con pocos días de diferencia se inauguran dos nuevos y grandes centros culturales en Madrid, ambos preparados para gastar millones de euros defendiendo –dicen sus declaraciones de intención— el mestizaje, la interculturalidad, la conciencia medioambiental y el pluralismo: como mandan los cánones. Y todos en demostrar lo diferentes que son de los demás, lo exclusivo de su oferta. Mientras tanto, los inmigrantes se ahogan a decenas en las aguas del Estrecho de Gibraltar y la devastación de nuestros ecosistemas prosigue imparable. No me cabe duda de que hay muchas más personas implicadas en esa gestión de la cultura y en su disfrute, que la que está trabajando en grupos ecologistas o en colectivos de solidaridad, a menudo con una agobiante carencia de recursos.

La cultura como cortina de humo. El arte como maniobra de distracción. Intelectual, escritor, artista, poeta: tienes que decidir con quién estás.

(...)

Lo que en la cultura cotidiana, la cultura que día a día vive la gente, la cultura en sentido casi antropológico, es destructividad ecológica, la alta cultura lo sublima como arte (e incluso –supremo escarnio-- ¡arte que se dice políticamente comprometido contra esa destrucción!).

Lo que en la cultura de todos los días es racismo y xenofobia, la alta cultura lo sublima como líricos elogios del mestizaje y la diversidad.

La tensión en la base se hace insoportable; y en los sublimes mecanismos de destilación de la alta cultura, uno se ahoga. La empresa mecenas del museo de arte moderno de la ciudad es la misma empresa que arrasa los alrededores de la ciudad construyendo autopistas. La empresa que devasta tres continentes con sus prospecciones y explotaciones petrolíferas es la misma que financia la conservación de parques naturales en la metrópoli. Hay que negarse a entrar en semejante lodazal. Trazar una línea, y decir: hasta aquí, y atenerse a ello.

(...)

Un discurso de derechos humanos y valores universales, sistemáticamente contradicho por nuestra práctica.

(...)

Así, el cinismo se convierte en la endémica enfermedad profesional de nuestros intelectuales y artistas...

(...)

El símbolo de la opresión, en los países del Sur, es un policía con material antidisturbios; en el Norte, seguramente, hay que identificarlo con un “creativo” de agencia de publicidad.

Vuelve y revuelve tantas veces la pregunta: ¿es posible un arte político? ¿Es posible una poesía política? Sin embargo, la pregunta está mal planteada –en esta sociedad “hiperestetizada” donde la dominación se ejerce de manera fundamental a través de la imaginación y de los deseos de la gente-, debería ser más bien: ¿es hoy posible, son posibles, un arte o una poesía no políticos? (Ya que la sociedad “hiperestetizada” en el sentido de José Jiménez es por ello mismo una sociedad hiperpolítica.)

(...)

no queda otro remedio que plantear, junto a las tradicionales políticas para la liberación social, políticas para la emancipación del deseo



Jorge Riechmann. El siglo de la Gran Prueba. Ed. Baile del Sol. 2015


lunes, 23 de noviembre de 2015

EL SIGLO DE LA GRAN PRUEBA (II)




lo que la poesía hace incesantemente es aproximar lo lejano, conectar lo desconectado, establecer vínculos que antes no existían. Este trabajo de creación de vínculos, ínsito a la función poética del lenguaje, resulta profundamente perturbador para el orden de las categorías establecidas: se trata de una potencia dinámica que continuamente busca poner en movimiento lo quieto, y sin cesar desbarata los equilibrios estabilizados.



(...)



La función poética del lenguaje pone siempre en acción esa dimensión crítica. Pero se puede ir un paso más allá y señalar que igualmente pone en acción una dimensión utópica, en la medida en que remite, de alguna forma, a un profundo anhelo de comunidad. Señala un horizonte utópico de vinculación entre lo vivo y lo inanimado, entre lo visible y lo invisible, entre lo próximo y lo lejano.



(...)



Otro mundo es posible no es en primera instancia una consigna política: es la experiencia de la poesía.

(...)


la poesía, hoy, no puede esquivar la insurrección, ni –en la preparación de ésta— la alianza con el humanismo.



Jorge Riechmann. El siglo de la Gran Prueba. Ed. Baile del Sol. 2015
pintura de Juan Carlos Lázaro



domingo, 22 de noviembre de 2015

EL SIGLO DE LA GRAN PRUEBA (I)




Durante años pensé que el error de Adorno consistía en una omisión, que le faltó un ‘como antes’, que no se podía escribir poesía como antes de Auschwitz, como antes de Hiroshima y Nagasaki, como antes del genocidio argentino. Y ahora pienso que no hay un después de Auschwitz, de Hiroshima y Nagasaki, ni del genocidio argentino, que estamos en un durante, que las matanzas se repiten una y otra vez en algún rincón del planeta, que existe ese genocidio más lento que los hornos crematorios pero no menos brutal llamado hambre, que en el medio siglo que dejamos atrás no ha habido un solo día de paz en el mundo.

(...)

 En efecto: Auschwitz es un mundo donde la gente muere de hambre al tiempo que los graneros están repletos.

Auschwitz es un mundo donde se encara la destrucción de una parte sustancial de la población humana (hacia lo que nos está conduciendo el calentamiento climático) con tal de que se puedan seguir haciendo buenos negocios en la devastada biosfera.

(...)

Auschwitz es este mundo nuestro, tan íntimamente conocido, donde constantemente se privatizan beneficios y se socializan pérdidas; y donde el dinero que no se encuentra para políticas sociales acude sin problemas a financiar la guerra, las guerras.

(...)

la poesía es vida del deseo contra las mutilaciones del poder

(...)

Esperanza que comienza en el no. Esperanza contra. Esperanza a pesar de. Esperanza, ya lo decíamos antes, contrafáctica. Esperanza porque –tal y como recomendaba Heráclito de Efeso en el alba del pensamiento occidental-- hemos de “esperar lo inesperado”[1] para tener opción a hallarlo, o para responder adecuadamente cuando se presente.

Porque el futuro no está escrito, porque a pesar de los fuertes condicionamientos no hay determinismo histórico, porque no podemos apenas predecir lo que va a ocurrir (nos lo recuerda Nassim Nicholas Taleb en su sugerente ensayo El Cisne Negro[2]), seguimos esperando un milagro. La llamita que sigue alumbrando en las vueltas y revueltas del camino, a pesar de los embates de un viento sombrío:

“La vieja llama no se apaga./ Las tormentas, las/ impiedades, todo/ lo que renuncia/ no le impiden temblar como un cuerpo deseado./ Insiste en el fracaso del mal…”[3]


[1] Edición Diels-Kranz 22 B 18.
[2] Nassim Nicholas Taleb: El Cisne Negro. Sobre el impacto de lo altamente improbable, Paidos, Barcelona 2008.
[3] Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid 2002, p. 66.



Jorge Riechmann. El siglo de la Gran Prueba. Ed. Baile del Sol, 2015