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jueves, 14 de enero de 2016

España y poesía, viejita y regañada




Mi poesía dice cosas
cada vez más raras.

Dice que me duermo,
que me tiendo enternecido sobre espacios imposibles,
que ya es difícil caminar con ella
junto a un hombre que respira lentamente.

He perdido amigos tan solo por eso,
todos ellos poetas,
muy especialmente
quienes piensan (yo no sé por qué razón)
que esta guerra comenzó, se entabla en el lenguaje,
no en la fiel brutalidad que sí ejercen los ricos
no en el uso de la fuerza
no en las leyes que se amansan en las uñas de unos pocos.
No:
en esa cosa torpe que desata la lengua
y nos deja mentir.

Por eso y otras cosas
de los poetas del Partido Socialista
ya espero bien poco:
apenas se dedican a rascarse mueven
troquelan excepcionales técnicas
de pueril propaganda.
Experimentan sueños terribles
si no ven la Moncloa.

Otros
se infiltran en las filas comunistas
fascinan a unos cuantos compañeros
describen para ellos la luz de sus acuarios.
Simpáticos intrigantes,
corretean liberados casi a cuenta del gobierno:
de sarao a conferencia, lo que puedan mendigar.

No obstante, desde aquí
todo es sin embargo disculpable:

No hay poder en la palabra,
ninguna ley se ve comprometida,
los hombres siguen respirando,
en medio de los campos
nada dice
del invierno por venir.

Sobre todo por eso
mi poesía dice cosas
bien extrañas.

Por ejemplo:

que hay nieve en las costillas de mi hijo,
que nadie en estos barrios ignora las estrellas,
y que hoy la policía
desistió de investigar.

Por lo demás, queridos compañeros,
nada logra preservarse.

Lo digo con vergüenza
pero hay poemas que eligen
casi como único tema
ahí, por fin: el mundo.

Y por eso es por lo que
mi poesía se vuelve tan extraña.

Por ejemplo,
siete páginas más atrás
(según lo que pudiera hacer el editor)
un hombre que respira lee
mi poema le dice cosas que no sacian
miento
cosas que no beben
digo
esas cosas que sin fuerza
no consiguen evitar ninguna detención.

Visto desde aquí,
fuera de cualquier comisaría,
nada tiende a preservarse.
(Quizá tuvo razón
el poeta Roque Dalton
al decir que solo la guerrilla era
la única organización pura
que nos va quedando en el mundo de los hombres).

Por eso o lo contrario, compañeros,
mi poesía dice cosas
cada vez más raras:

que hay nieve en las costillas de mi hijo,
que Dalton no se ha muerto,
que lejos ya respiran los campos y los hombres,
y que poco falta ya
para verte indefendible.


Enrique Falcón. Porción del enemigo. Ed. Calambur, 2016




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