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lunes, 4 de enero de 2016

PASADO FUTURO



Unos guías, que deberían dedicarse a la ciencia ficción,
te explican por unos pocos pesos de qué va Palenque,
una ciudad de la que apenas hay excavado
un dos por ciento de su superficie,

la cosa es dejar satisfechos a los turistas,

así que cualquier agujero es un retrete,
cualquier laja es una cama,
cualquier calle un juego de pelota.

Hace ya algunos años que no dejan subir a las pirámides,
así que me siento al pie del Templo de las Inscripciones
y me limito a mirar este trozo de selva desbrozada
mientras todos se alejan hacia los puestos de recuerdos.

No tardan las piedras en hablarme de un tal Ahkal Mo Naab’ I
que por lo visto las puso aquí, de su hermosa hija, Yohl Ik’nal,
y de la fabulosa tumba de Pacal el Grande,
ya ves, a pesar de las inútiles señales que dejo para ti
es más fácil hablar con las piedras que contigo.

Todos los días dueles un ratito,
no sé si eso es el amor o tu forma de estar conmigo,

¿cuántas veces te he llamado a lo largo de mi vida?
¿cómo es posible que aún no me sepa tu número de teléfono?

No importa que ahora no te pueda llamar
porque tú sabes que hay muchas formas de llamarnos,
de estar unidos, de sentir un temblor en los labios.

Tienes los ojos más hermosos de la tierra,
aún crees en el amor
y sabes llorar por él
cuando se convierte en decepción o dolor,

Eres un cabo que el pasado arrojó al náufrago que soy,
yo llevo tu nombre de océano y sal entre los dientes.


Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015

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