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martes, 24 de mayo de 2016

PÁLIDO REFLEJO





Uno de los insultos que el personal lanzaba sobre Lou (...) era “¡casado!".
Diego A. Manrique


Arthur Rimbaud a los diecinueve años
dicen que dejó todo: a su familia,
su chulazo, su condición y cuarto
de poeta y partió a África rumbo
a dedicarse al contrabando de armas.

Pero de una manera funcionaria,
mucho menos peligrosa y romántica
de lo que hemos preferido creer.

Nunca dejó de escribir, digan
lo que digan sus despistados fans.

Yo a los veintinueve tomé todo:
fijé la fecha de boda con mi amada,
aprobé las oposiciones de Secundaria,
accedí a albergar, siquiera por un rato,
la idea de tener un hijo y comencé el pago
mensual con mis impuestos del contrabando
de armas de mi Gobierno democrático
a regímenes dictatoriales poco escandalosos,
al menos mediáticamente hablando.

No fui un esposo infernal ni un virgen de mente,
no perdí la pierna ni morí a los treintaisiete.

Pero hay muchas formas de ser un maldito.


Víctor Peña Dacosta. Diario de un puretas recién casado. Ed. Liliputienses, 2016

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