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domingo, 25 de septiembre de 2016

CREACIÓN PERMANENTE COMO FIESTA PERMANENTE




El sueño de Robert Fillou no se llamaba internet, se llamaba “The Eternal Network”. La creación permanente a través de lazos, vínculos y lazos que unirían a toda la Humanidad en el deseo de compartir. El network pone el acento en la comunicación y el trabajo humano (work), como libertad de creación y trama de relaciones entre los comunicadores unidos en red, en un circuito que les permite la interconexión (net). The eternal network se convierte así en algo muy viejo, es el proyecto utópico del desarrollo eterno de la comunicación creadora sin límites como garante y soporte de la libertad.
También pensaba que lo mejor que podían hacer los artistas de todo el mundo era ofrecer presentes que se pudieran compartir con otros. Fillou y la gente de Fluxus pretendían que el Arte, así con mayúsculas, saliera de los espacios elitistas y que pasara de ser una pieza de museo a convertirse en un espacio vital, contrainstitucional y a contracorriente de lo que tradicionalmente se denominaba con esa palabra.
Fillou centró su trabajo en la idea magmática del fin del Imperio Global del Trabajo, y el principio de la República de la Creación Eterna, creación festiva, lúdica, que basaba su economía en una poética de lo leve, lo humilde, lo sencillo, dúctil y manejable. Frente a la propiedad intelectual y la acumulación productiva del capitalismo, Fillou proponía la creatividad nómada y la producción modesta sometida a un ambiente de fiesta en la línea de otros grandes precursores como Roussel, Duchamp, Schwitters o Cage, que han cuestionado radicalmente los fundamentos de una creación sojuzgada por el mercado, el capital y su ideología del arte, proponiendo la mayor desarticulación y desorden posibles como medios de pensar otras formas alternativas de vivir.
El Arte somos todos, había dicho Fillou, quien consideraba que el ingenio es un atributo de la existencia humana, pero que la mayoría de las personas están demasiado ocupadas para ejercitar sus capacidades. Fillou buscaba palabras y objetos que construyeran una lengua sin fronteras, un lenguaje universal apoyado en los signos más universales y básicos con el fin de ser entendidos por toda la Humanidad, no venerados al modo que se hace con los objetos artísticos, sino que sirvieran, sobre todo, para introducir en nuestras vidas la poética de lo invisible, que fueran soportes de un pensamiento intuitivo, sensitivo, dinámico, como el que poseen los objetos mágicos y las palabras misteriosas que son pronunciadas en los ritos de iniciación. Fillou, que ya percibía a finales de los sesenta el dominio universal de la megamáquina, la neurosis y la soledad del hombre recluido en el imaginario de los media, defendía una poética que fusionara Oriente con Occidente a través de la imaginación, la inocencia y el pensamiento no dualista, una poética que bien podría comenzar por la acción matinal de decirle buenos días al vecino. Cada detalle, cada gesto, cada proposición, cada cosa obtenida a través de la búsqueda y la reflexión, no podía liquidarse como un producto artístico sometido a las categorías, jerarquías y valores especulativos del mundo intelectual o financiero.  Eran pistas de algo que él entendía ayudaban a tejer una relación poética con el mundo: “Gracias a Fourier he descubierto el secreto de la armonía, yo pertenezco a ese grupo de artistas que piensan poder cambiar el mundo. Al mismo tiempo que ayudas a cambiar la sociedad te estás cambiando a ti mismo”. El poeta, lejos de liberarse del mundo, actúa en la realidad para devolverle un sentido perdido, inspirar en él una verdad olvidada, trasnformar a través de las palabras la naturaleza del hombre.
El 1970 Fillou anunció, “a los gobiernos europeos que con tanta frecuencia se han enfrentado en guerras”, la creación de una comisión mixta: COMMEMOR, para el intercambio entre países de sus monumentos a los muertos.
Todo el trabajo de Fillou está construido sobre razonamientos que pueden ser implacables y absurdos, serios y cómicos, muy influidos por las máximas, los proverbios y las enseñanzas zen; juegos de palabras que pretenden abrir el pensamiento a la iluminación de forma intuitiva. El arte es la demostración constante de la libertad, con tal de que se saque del museo. Si el arte penetra en la vida diaria puede volverse una herramienta de la conciencia.
En 1978 viaja al país de los dogones. A la vuelta termina un trabajo en el que llevaba atascado algunos años: Música telepática; Fillou dibuja mapas que pretenden poner a prueba las capacidades telepáticas de la gente, saber si a través de la mente dos personas pueden ponerse en contacto, comunicarse a distancia los textos que los mapas encierran. “Si las dos personas no ponen una misma mirada en un mismo mapa no se encontrarán”.
En 1954 mientras se encontraba en Egipto desplegando una brillante carrera como economista internacional, Fillou toma conciencia de que otra forma de vivir se impone y lo abandona todo. “Vive, es necesario estar interesado para ponerse interesante, y si una cosa te gusta es porque a esa cosa le gustas tú. El arte es lo que vuelve la vida más interesante que el arte”.
Los últimos años de su vida los pasará retirado en un monasterio tibetano. Fillou no vivió para ver en lo que se ha convertido la creación contemporánea en manos de la especulación, los valores falsos y los verdaderos estafadores. El mercado manda y el dinero es el único aval que exhiben las obras.
En 1970 publica Teaching and Learnign as Performing Arts, un multilibro que Fillou describe como “un largo libro corto para terminar en casa”, como este, amable lector, que tienes entre tus manos.


Antonio Orihuela. La caja verde de Duchamp y otras estampas cifradas. Ed. El Desvelo. Santander, 2016

contacto: http://www.eldesvelo.com/

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