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jueves, 20 de octubre de 2016

GUADALQUIVIRMENTE (Los mil yogas del flipar) de DANIEL MACÍAS (IV)




LOS SELLOS DEL PEREGRINO



       Los japoneses tienen un sistema "express" de peregrinación de templos en autobús para los que no tienen tiempo de hacerlo a la manera antigua y andariega, que incluye un pequeño documento donde van sellando todas las visitas de su apresurado tour, también el gran viajero Mazzini, que jamás había tocado siquiera una guía de viajes, guardaba un solo registro de su vida, una agendita pequeña con lugares y fechas, y a veces había visitado lugares remotísimos solo por que le gustaba o le hacía gracia como sonaba su nombre...Thiruvananthapuram, allá vamos; quizá sus peregrinaciones también habían sido así, una absurda obligación creada por un capricho irracional, porque no había fervor, ni siquiera una emoción especial, era más bien una formalidad, un ritual a veces fatigoso, cuya extraña pulsión venía del pasado, pero tenía que ir, como el que va a visitar un familiar sin mucho entusiasmo, venciendo la pereza en una discusión interna donde se impone la virtud de cumplir los viejos deberes de la sangre; Benarés, el crematorio de Manikarnika Gath sobre el Ganges, el parque de los ciervos en Sarnath, el árbol Bodhi, un templito de Shiva sobre las aguas termales de Manikaram en el verano de los Himalayas con los rododendros en flor, un laguito y un templo Kagyu en Sikkim, un templo Jaína perdido y vacío en el Sur de Rajastán donde el marmol y el alabastro estaba tallado y tejido como el tapete de punto de una abuelita loca, un templo viejo y oscuro del viejo rey de los Nagas de antes de todos los dioses en la sureña Nagercoil, el único templo dedicado a Brahma, un par de templos de Angkor Vat, las pirámides mayas y los palacios destechados de los señores de Xunantunich, la isla de Flores de los viejos brujos itzá del agua, los volcanes de Atitlán, la isla de Ometepe de los caballeros águila y jaguar, un par de poblados en el Orinoco Medio, el pozo oscuro y musgoso de la calle Escribanos en Moguer con su remate de tumba bereber, las marismas del Tinto, la vieja abadía de Conishead en Cumbria, la puerta norte de la muralla romana en la ciudad de Lincoln, un pequeño dólmen irlandés perdido en un pedregal inmenso, los fuertes en los acantilados de las islas de Aran, unas cuevas con viejos lechos de osos cavernarios, la ciudad bruja de Birongo, la bahía de los piratas en Barlovento, el río Ocklahoma, el lago Okeechobee en la Florida, el palmeral de Aswem en Goa, un diminuto cayo en la berrera de coral beliceña, el agujero azul, un par de cenotes, un Tepuy, el tómbolo de Trafalgar, el desierto del Tar, el del Cuarto Vacío, el del Sahara, el arrecife de las sirenas, la calle Siete Revueltas de Sevilla, donde toda la ansiedad y sospecha que genera lo que nunca entendemos se convirtió en serena y armoniosa certeza, y muchos otros lugares que olvidaba enseguida una vez visitados...Algunos tenían sentido, estaban ligados a ideas, a la belleza, a gustos, leyendas, mitos, experiencias o creencias, a otros era conducido por el azar, pero el reconocimiento y la familiaridad al llegar siempre eran idénticos, una memoria profunda y pegajosa imposible de eliminar, un recuerdo borroso que resiste en algún lugar tan inconsciente como duradero, y siempre la misma satisfacción de haber sellado algo que por fuerza había que sellar en un pasaporte fantástico e imposible, pero al gusto y para el gusto de todos los ancestros buscadores, de todos los monos mutantes que se rebelaron contra su finitud. Quizás todo el mundo tiene esa misma pulsión del peregrino, y sabe que debe pisar determinados rincones del mundo, pero entiendo que a veces es cansado ir tan lejos, o no hay tiempo ni recursos, para visitar a viejos familiares que apenas recordamos, y que para colmo ante la dificultad de reconocernos tendrán que fingir que lo hacen, pero el peregrino tiene que ir hasta allí, recibir y soltar extrañas bendiciones, sellar el documento de lazos antiquísimos y seguir, seguir errando...



LA GUERRA FLORIDA

                                           A los disidentes de García-Teresa



       La guerra de la delicadeza es tan asimétrica que quizás sea mas eficiente sustituirla directamente por la gestión de la derrota, pero si me meto un pellizco de romero en flor en el fondo del bolsillo como un gitano, orquídeas y lirios morados en miniatura se pasean por los cielos, cuando Zenobia fue a recoger a JRJ al manicomio de Pound se encontró a los dos sentados frente a frente en silencio, nadie sabe si se cruzaron palabras en aquel encuentro de atlantes, lo que dijo Pessoa de las cartas de amor, Inocencia Lucha se llamaba la mujer que se prendió fuego en un banco, guerra florida, guerra ridícula, guerra, guerra pues...



LA BURBUJA



     Casi nadie conocía los abismos del miedo y la humillación, el futuro solo podía ser mejor que aquello, hasta lo más perverso se veía con inocencia o no se veía, desde la India al extremo más duro la gente normal podía elegir sus caminos y nada tenía importancia, hasta el polvo de caudillo mochica molido tenía más colmillo cuando la burbuja inmobiliaria lucía ese brillo irisado de antes de explotar, recuerdo el ruido de la máquina de contar billetes que nos prestaba un banco, el poco sueño, el reparto de sobres a los políticos de pueblo y los directores de banco, los chantajes, las escuchas, el diseño gráfico de facturas, el tiempo insufrible e interminable de sobremesas y alternes con millonarios retrasados, sólo quería escapar hacia lo imposible montado en un todoriesgo descapotable, fuego de música fuerte y sexo macarra, por la noche la mala cantaba por la noche, sacar el tazón de cráneo para ver quién aceptaba una cena sagrada y útima, todo iba bien, ilusión contable, brillo de burbuja, amor...



LA MATADORA
                                           A Vanesa Montoya



      Con la excepción del Flamenco, de todos los tópicos, pasiones y fiebres que envenenan la mente de muchos sevillanos siempre estuve apartado y lejanísimo, fútbol, toros, semana santa, feria, rocío... pero desde el día que nos presentaron entró fuerte en mi mente. Todo el rato, los pocos ratos que estuvimos juntos, no podía dejar de observarla intensamente, la examinaba, la inspeccionaba, con una sensación creciente y extraña de verme y reconocerme en un fascinante negativo. Ella era mujer, joven, gitana y menuda, todo entusiasmo cabalgando su sueño con furia, fe, devoción, y duro entrenamiento a campo abierto, y yo, bueno, todos sus antónimos... -Tú eres matadora y yo soy budista- le espeté, después...-tu trabajas con animales y yo con máquinas-...y así cada poco interrumpía su conversación con una amiga a medida que intentaba comprender algo de lo que veía, pero todo lo que nos diferenciaba en el aspecto y la actitud empezó a disolverse, cuando empezé a recordar cuanto he amado los animales que aún viven libres y salvajes, el arte, el riesgo y la aventura, el doble animal y los sacrificios rituales que reviven el tiempo originario (Hubo un acto de violencia entre los dema que engendró la vida, afirman cientos de viejas culturas), los trajes de rayos de los brujos o los guerreros del espacio, esas chaquetas con espejos cosidos que solo les he visto a las gitanas de karnataka, y aquello que dijo Belmonte por su agujero en el altozano, que en el amor y en el arte hay identidad, porque ambos están libres de la voluntad...- tu trabajo es como el mío, los dos jugamos con la muerte, por los pitones de los cuernos y la gravedad que siempre te quiere llevar al lejano suelo, que no podemos equivocarnos sin pagarlo caro-...-te pasa como a mi, nunca te emborrachas del todo, eso es la deformación profesional de los prolongados estados de alerta-...Otro día vino directamente de su faena con la camisa manchada de sangre seca y los pantalones manchados de arena...- Yo también trabajo en las arenas, pero allí no hay sangre, bueno, menos hace dos años que mataron a treinta y tantos extranjeros-. Ella sonreía y parecía entenderme sin dificultad. Hace poco le dije que su memoria me da fuerza en las arenas del tedio y la repetición, nervio, temple y coraje en el ejercicio impecable de mi oficio volandero, así la recuerdo en mis arenas imaginándola en las suyas, flamencamente valiente y pecosa, esperando inmóvil la embestida, y te juro que sin miedo la matadora es un templo, o gloria o muerte a la salida. Gracias, Maestra.


Daniel Macías. Guadalquivirmente (los mil yogas del flipar). Ed. Amargord, 2016


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