¿ESTACIÓN TÉRMINO?[1]
“Me aferro a mi nombre de
poeta por los muchos pecados que cometí perdiendo el tiempo en mi vida presente
y en las pasadas. Ser poeta es una cadena perpetua, más que una elección.”
Ko Un
“El poeta es la sombra del camino de la poesía.”
Eladio
Orta
1
Los poemas enviados por correo desde la prisión de Guantánamo son
secuestrados. “La poesía representa un riesgo especial”, justifica una orden de
los servicios de espionaje estadounidenses emitida en junio de 2006 (la prensa
informó de ello en junio de 2007), que sigue: “Las normas del Departamento de
Defensa no permiten la edición de ningún tipo de poesía en su versión original
o en otras lenguas.”
Los poetas descreen de los poderes de la poesía; el
Pentágono no lo hace.
2
Esta mañana[2],
en la radio, tres locutores y una locutora se carcajeaban unánimemente de la
gilipollez del aborigen australiano que había rechazado los 5.000 millones de
dólares ofrecidos por una multinacional minera francesa a cambio de permitir
convertir las tierras de sus antepasados en una mina de uranio. Contestó: “Este
lugar es sagrado. No estoy interesado en las ofertas del hombre blanco. No me
importa el dinero, ya tengo un trabajo, y en nuestras tierras puedo ir a pescar
y cazar...” Los insultos radiofónicos de amontonaban: qué imbécil, qué iluso,
qué desperdicio humano...
Lo más monstruoso de esta civilización monstruosa
sucede cuando dejamos de poder apreciar su carácter monstruoso.
3
Titular de prensa: “Los turistas ya no quieren sol y
playa, necesitan sentirse vivos”. Pregunta inmediata: ¿por qué no podemos
sentirnos vivos en nuestro entorno social, en nuestro trabajo, en nuestra casa,
en nuestros amores, en nuestras amistades, en nuestra vida cotidiana? ¿Qué
potencias tanáticas nos vampirizan la vida en esos ámbitos básicos?
(La poesía susurra: ahí, ahí, ahí.)
“Estamos siendo sepultados bajo el peso de la información, que es
confundida a menudo con el conocimiento; además se confunde la cantidad con la
abundancia y la riqueza con la felicidad. El perro de Leona Helsmley costó 12
millones el año pasado... y Dean McLaine, un agricultor de Ohio, ganó 30.000
dólares. Ésa es sólo una versión gigante de la locura que crece en la cabeza de
cada uno de nosotros. Somos primates, con dinero y armas”.[3]
La gran propuesta existencial de esta vomitiva sociedad mediática:
existir para los otros es aparecer en la televisión (de manera más genérica, en
las pantallas de la sociedad del espectáculo). Francamente, prefiero el viejo,
lento y buen espulgamiento de los chimpancés.
5
El que busca equilibrio no estudiará tratados de
armonía: aprenderá de los monstruos.
Comenzando por sí mismo.
6
Tantísimo talento y recursos puestos en el
perfeccionamiento del arte de comprar y vender; tan pocos en el arte de vivir.
La única hard
currency que existe en este mundo es el tiempo; pero el mundo está lleno de
imbéciles que piensan que es el oro.
La palabra que, a la postre, ha acabado resumiendo
el siglo XX es marketing (mercadotecnia
en castellano). Eso da la medida de nuestra miseria, de nuestra orfandad, de
nuestra derrota.
En un debate honrado, uno reconoce con franqueza los
puntos débiles de su propia posición. En un acto de propaganda, uno los
esconde. En la sociedad del espectáculo, todo el debate racional tiende a
convertirse en propaganda y public
relations: qué desgracia.
Los seres humanos, de forma natural, tenemos ya
bastante de campeones del autoengaño. Pero fomentar sistemáticamente esta
disposición con un pegajoso y omnipresente entorno de marketing roza el crimen de lesa humanidad.
Una sociedad donde la mayoría confunde la vida con
una cinta de dibujos animados ha renunciado a los recursos con que podría
evitar la autodestrucción.
7
Occidente inventó la democracia, y también inventó
el marketing. El segundo lleva camino
de anular casi todos los logros de la primera.
Antes que Homo
sapiens somos mamíferos sociales. Y por eso, apenas cabe concebir crimen
peor –delito de lesa humanidad— que envenenar o mutilar la socialidad humana,
como hacen tantas políticas de promoción del individualismo mercantilizado en
nuestras sociedades del capitalismo tardío.
Cuando se sustituye la praxis humana por realidad
virtual, marketing y “relaciones
públicas”[5],
la médula de una sociedad sana queda dañada hasta lo más hondo.
8
Como sonámbulos caminando
hacia el borde de un precipicio. En las cintas de dibujos animados uno se
despeña por el abismo sin consecuencias: los huesos son de goma y la entropía
no existe. Nuestras sociedades occidentales, aleladas por ochenta años de marketing y dibujos animados, parecen
pensar que sucederá algo parecido si nos despeñamos en la vida real (crisis
climática, crisis de suministro energético, megaextinción de especies...). Pero
en la vida real la entropía existe, los cuerpos se dañan y los huesos se
quiebran.
Hay algo dramáticamente
pueril en una cultura que recibe cualquier clase de malas noticias con una
denuncia de “alarmismo” (cuando no “catastrofismo”); que hace del keep smiling una consigna imperativa;
que prescribe un optimismo obligatorio a que cualquiera que desee intervenir en
los grandes debates públicos sobre el futuro de la humanidad.
La cultura griega antigua
produjo a Esquilo, y la cultura estadounidense moderna produjo a Walt Disney.
El optimismo obligatorio es
una forma cretinismo. Y no tiene nada que ver con esa resistencia para no
desesperar que tanto apreciamos en los de abajo.
8
En treinta años, en España, hemos pasado de los
ejercicios espirituales en el colegio de curas al coaching empresarial (es decir, a los ejercicios espirituales del
Gran Espíritu Capitalista). A muchos eso les parece un progreso indudable.
La religión se sustituye por tecnología, y la
política por marketing. El resultado
es el degradado y degradante desastre que constituye nuestro presente.
Bulimia de mercancías, de sentidos, de experiencias,
de músicas, de libros, de informaciones, de reuniones, de contactos, de
emisiones televisivas, de instalaciones artísticas, de sensaciones, de
emociones, de catástrofes; y otra vez de mercancías, como la envolvente del
conjunto, a prueba de fugas. Una sociedad tan enferma de bulimia que no logra
siquiera imaginar a qué podría parecerse la salud.
Y así, estragados por el extravío y la saturación de
estímulos, perdemos de vista los placeres básicos: contemplar. Caminar.
Paladear. Hacer el amor. Aprender.
9
Dos clases de seres humanos: los que se detienen a
contemplar, y los que no.
Una persona se pierde cuando no tiene tiempo para
releer. Una civilización se pierde cuando no tiene tiempo para escuchar a los
ancianos.
“Cada instante es un don, cualquier palabra, cada/
afecto, cada árbol, cada pájaro que oigo/ o veo. Al empezar octubre es cuando
más/ lo siento, sin alivio posible estoy en cada/ hoja, en cada latido, en cada
desvelo que el tiempo/ ha de archivar. Me dan cobijo...”[6]
Las reservas de lucidez son limitadas; las de
sectarismo parecen inagotables.
Dime lo que no sé, me pides. Haz lo que no puedes,
te contesto.
10
La Tierra podría darnos todo cuanto necesitamos.
Si se lo permitiéramos. Si nos lo permitiéramos.
11
Principio del sendero: pese a haber sido trazado por
la repetición de innumerables trayectos idénticos, lleva a lugares
desconocidos.
La trampa de los deseos de subir: la escalera
mecánica, el ascensor, el teleférico, el avión, la alfombra mágica... Pero la
perspectiva más interesante es la que está al nivel del suelo.
La luz vive de la sombra, el amor de la duda, el
centro de los márgenes.
13
“El más grande de los escritores –escribía Auden— no
puede ver a través de un muro de ladrillo, pero a diferencia del resto de
nosotros él no levanta uno.”[7]
Bueno: digamos, más modestamente, que él –o ella— trata de no levantarlo, y
alguna que otra vez lo consigue.
Un poeta lo es mientras escribe un poema; y también
cuando otra persona lo lee, incorporándolo a su vida. Es poeta, entonces, en
esos tiempos sin tiempo de la creación y la comunicación (comunicación que es
recreación, otra forma de creación) Durante el resto del tiempo, nuestro
presumible poeta es un señor –o una señora— que está atento, espera y trata de ser fiel a la vida.
14
“La comida, el aire, el sol y hacer el amor son las
mejores cosas de la vida”, dice la actriz y profesora Cristina Rota[8].
Notemos que una perra o un chimpancé asentirían con
entusiasmo. En nuestra reconciliación con una animalidad refinada y humanizada
–hacer el amor como amantes humanos, comer como gastrónomos humanos, gozar del
sol y del aire libre como humanos habitantes de la naturaleza—se encuentran, en
efecto, nuestras más altas posibilidades de cumplimiento humano en un marco de
sustentabilidad ecológica.
Ay, los poetas: custodios de la metamorfosis en un
mundo que se precipita a su autodestrucción, aliados de Eros en una sociedad
que entroniza la muerte. Ay.
15
La desigualdad socioeconómica envilece: tanto a
quienes tienen demasiado como a quienes tienen muy poco.
Poesía contra la sublimación. Poesía contra el
desprecio. Poesía contra el miedo. Poesía contra, poesía del no: pero para
despejar terreno. Para abrir espacio donde pueda desplegarse la luminosa
alacridad de la poesía del sí.
La poesía, que tiene tiempo para todo, no tiene
tiempo para la literatura.
“La cuestión” –escribe Thoreau—“no es qué miras,
sino cómo miras y si ves.”[9]
16
No podemos renunciar al arco que une la primera leche en la boca del
bebé con la destrucción de las armas de destrucción masiva. No podemos
renunciar a ninguna de sus dovelas.
Lo que el tiempo hace con nosotros es a la vez grave ruina y alta
fábrica. Hemos de ser capaces de ver las dos cosas.
No me interesa la literatura: lo que me importa es la salvación.
La salvación personal, ese imposible que yo busco por las veredas de la
poesía; la salvación del mundo, ese inconcebible milagro que no podemos dejar
de seguir esperando.
17
¿Qué pedimos a la poesía? Una estación término para nuestro desamparo.
Y ella nos responde, muchas veces con infinita dulzura, en alguna ocasión con
risa socarrona, que no puede darnos eso. Que no nos lo puede dar, en la medida
en que seamos humanos
Jorge Riechmann. ¿Estación Término? En: Palabra
heredada en el tiempo. Tendencias y estéticas en la poesía española
contemporánea (1980-2015). Remedios Sánchez (coord.) Ed. Akal, 2016.
[1] Una versión anterior de
este texto se publicó en Cuadernos Hispanoamericanos 689, Madrid,
noviembre de 2007.
[2] 17 de julio de 2007.
[3] Tom Waits, autoentrevista
en ABC, 12 de julio de 2008, p. t8.
[4] “A
finales de los años ochenta del siglo XX” –escriben Beatriz Rivela y Marina
Mantini—“se teorizaron cuatro diferentes formas de plantear un discurso
publicitario. Se crearon cuatro escuelas, definidas en función de las
diferentes relaciones que el mensaje crea con el público y su manera de
seducirlo:
- PUBLICIDAD REFERENCIAL (OGILVY): Una publicidad tiene
que ser coherente, verdadera, creíble y agradable; un representante mentiroso y
sin educación no venderá nunca nada...; Si todos los anunciantes abandonaran su
énfasis y volvieran hacia una publicidad factual e informativa, no sólo
aumentarían sus ventas, sino que ellos mismos se pondrían al lado de los
ángeles.
- PUBLICIDAD OBLICUA (MICHEL): La publicidad no es un juego de palabras, sino un juego de sentido. La publicidad representa y modifica la relación de presentación. Hace que haya una multiplicidad de puntos de vista. El pensamiento lateral es la extraña manera de desplazar continuamente el tema para volver a verlo de manera fresca, nueva, significativa, diferente y emocionante cada vez.
- PUBLICIDA SUSTANCIAL (FELDMAN): Hay que preguntarse prioritariamente qué producto habría que concebir y cómo utilizar después sus virtudes para hacer de su carácter profundo la verdadera estrella... El espectáculo no es el leitmotiv de la agencia.
- PUBLICIDAD MITICA (SEGUELA): La profesión de la publicidad es darle talento al consumo. Tiene que borrar el aburrimiento de la compra cotidiana, vistiendo de sueños los productos que, sin ella, no serían más que lo que son... En cada consumidor hay un poeta que duerme. Ése es al que la publicidad tiene que despertar. Nuestra profesión hace entrar humo por un lado del túnel, y ver salir una locomotora por el otro lado.”
- PUBLICIDAD OBLICUA (MICHEL): La publicidad no es un juego de palabras, sino un juego de sentido. La publicidad representa y modifica la relación de presentación. Hace que haya una multiplicidad de puntos de vista. El pensamiento lateral es la extraña manera de desplazar continuamente el tema para volver a verlo de manera fresca, nueva, significativa, diferente y emocionante cada vez.
- PUBLICIDA SUSTANCIAL (FELDMAN): Hay que preguntarse prioritariamente qué producto habría que concebir y cómo utilizar después sus virtudes para hacer de su carácter profundo la verdadera estrella... El espectáculo no es el leitmotiv de la agencia.
- PUBLICIDAD MITICA (SEGUELA): La profesión de la publicidad es darle talento al consumo. Tiene que borrar el aburrimiento de la compra cotidiana, vistiendo de sueños los productos que, sin ella, no serían más que lo que son... En cada consumidor hay un poeta que duerme. Ése es al que la publicidad tiene que despertar. Nuestra profesión hace entrar humo por un lado del túnel, y ver salir una locomotora por el otro lado.”
[5] En el momento de anunciar
la renuncia a su cargo, Tony Blair contaba con 1.815 asesores de prensa y
relaciones públicas... Un número similar a los miembros del MI5, el servicio
secreto británico. (Datos de Le Monde
Diplomatique, edición española, junio de 2007.)
¿”Derrotar
al sistema con sus mismas armas”, las del marketing
y las public relations, como a
veces se dice? Creo que no, podría argumentar que ése no es el camino. Pero
incluso si lo fuera yo no participaría en él: ése no es mi camino.
[6] Fermín Herrero en un poema
de El tiempo de los usureros. Cito
por la antología de Domingo Sánchez Mesa Cambio
de siglo, Hiperión, Madrid 2007, p. 226.
[7] W.H. Auden, Los señores del límite (edición de Jordi
Doce), Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona 2007, p. 385.
[8] Entrevista en El País, 1 de julio de 2008.
[9] Henry David Thoreau, Escribir (ed. de Javier Alcoriza,
Antonio Casado y Antonio Lastra), Pre-Textos, Valencia 2007, p. 53.
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