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sábado, 11 de marzo de 2017

BOLA 8







el billar es un sistema caótico, todo depende de la racionalidad del
cociente de las longitudes de los lados y el ángulo de tiro. Sin em-
bargo, el proceso de medida nunca puede devolvernos la posición y
velocidad exactas de la bola inmediatamente después del golpe, sino
sólo dentro de una ventana observacional, es decir con una incerteza.
Los sistemas caóticos tienen la propiedad de amplificar esa incerteza,
de modo tal que, al pasar el tiempo, la incerteza en la posición final
se vuelve enorme, y se pierde la predictibilidad.


Al final, no hay juego inocente
y en el billar tienes otra teogonía,
una interpretación del mundo
y del sentido de la vida.

En esa metáfora
nosotros somos las bolas,
esferas de color
y antes de cada partida
el triángulo inicial.

Nuestra forma es triangular
sólo que, con el primer golpe,
nos separamos de nuestra forma original
para ser entonces esferas,
bolas de billar, lisas, rayadas,
de diferentes colores pero iguales,
esferas que conservan una ligera noción,
un breve destello de una antigua sabiduría
que fue nuestra forma original,
de ahí el vano afán de recomposición de esa figura,
el chocar de los cuerpos,
la búsqueda del otro,
el permanecer quietos al abrigo de los demás
mientras llega el impulso vital, el golpe,
la fuerza que nos separa
y la fuerza que nos une
y la fuerza que un día nos arroja por la tronera
hacia la nada desde la que volvemos a salir
pensando de nuevo
que hay una forma primordial para nuestro ser,
pero la bola no siempre es la misma
y la mesa tampoco.

Todo sufre imperceptibles desgastes,
corrimientos, transformaciones.
El juego que nos deshace
nos volverá a hacer
una y otra vez, eternamente.

Tú ya estabas en mí
por eso fue tan fácil
reconocerte sobre el tapete verde del mundo,
chocar contigo era entonces y ahora
toda mi ilusión.



Antonio Orihuela. Todo el mundo está en otro lugar. Ed. Baile del sol. 2011
Fotografía de Bernard Plossu

1 comentario:

  1. No escapes a tu senda, no refrenes
    la hora que conoces
    y vela por cumplirla: estás aquí por eso.
    La luz se desintegra en otro líquido
    que mueve -sin fluir- la imagen de las cosas.
    Tu lanza es el temor
    a un tacto más directo, a la cosquilla
    de un sensual accidente: esfera blanca
    como el pensar perfecto de un cadáver.
    ¡Empújate en la bola!
    Si vales cuanto dicen tu pausa,
    tu sigilo,
    asume la derrota
    saliéndole al encuentro,
    con la grandeza insomne de los equilibristas.

    Andrés Neuman
    _____________________________________________

    Un abrazo incalculable.

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