Páginas

domingo, 9 de julio de 2017

EN DEFENSA DE LOS ANIMALES (VI) de JORGE RIECHMANN



Hablando de Lévinas y del rostro y la mirada de los animales y en concreto del perro, cómo no mencionar el conmovedor encuentro del filósofo y el perro Bobby en el campo de internamiento en el que fue recluido en 1939, cómo no transcribir al menos un largo paso de una historia que a veces se cita (equivocando lugar y protagonistas) y se reduce a anécdota. “Y he aquí que, hacia la mitad de una larga cautividad – por unas breves semanas y antes de que los guardias lo cazasen--, un perro vagabundo entra en nuestra vida. Vino un día a juntarse con la multitud, mientras ésta, bien custodiada, volvía del trabajo. Malvivía en algún rincón silvestre en las inmediaciones del campo. Pero lo llamábamos Bobby, con un nombre exótico, como conviene a un perro querido. Aparecía en las reuniones matinales y nos esperaba a la vuelta, brincando y ladrando alegremente. Para él – era innegable – fuimos hombres”.[1] Este perro, que Lévinas califica como el último kantiano de la Alemania nazi, devuelve a quienes eran “seres sin lenguaje” el poder de nombrar y, por tanto, de ser humanos. Hay algo tan hermoso, tan inexplicable, en esta mutua necesidad de cariño y ternura, algo que es tan profundo, tan natural, tan necesario, que es capaz de surgir incluso donde lo humano ha sido, supuestamente, excluido. “Para él, fuimos hombres”, él les vio humanos y ellos le reconocieron como perro: le dieron migajas, silbidos, gritos de aliento, algún juego, cariño. Por eso la sola presencia de Bobby anuló para siempre la meticulosa ciencia del verdugo. Aquí, en el ahí del cautiverio, el hombre mira el rostro del animal que le contempla y le reconoce y en esta acción, en este mutuo reconocimiento, en este diálogo que no precisa de la palabra, se restaura la dignidad del ser humano (que el verdugo pretende abolir) y la dignidad del animal. Historia, hecho (no anécdota) que es apertura al otro por excelencia, descentramiento, salida de uno mismo, para ir al encuentro de la mirada, del rostro, del animal no humano.[2]
Antonio CRESPO MASSIEU en 2004





[1] Emmanuel Lévinas, Difficile liberté. Essais sur le judaïsme, Le Livre de Poche, París 1984, p. 215- 216; citado en Emmanuel Lévinas. Un compromiso con la Otredad. Pensamiento ético de la intersubjetividad, Anthropos, Barcelona, 1981, p. 20.
[2] Antonio Crespo Massieu, “Estar ahí: la responsabilidad de la mirada”, Riff-Raff 25, Zaragoza, primavera de 2004, p. 56-57.



Jorge Riechmann. En defensa de los animales. Ed. de la Catarata, 2017

Fotografía de Juan Sánchez Amorós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario