Entre el hedonismo homicida que alimenta la expansión
militar capitalista y la frugalidad mortificante que algunos conciben como
alternativa sólo hay un camino posible: buscar la austeridad en el consumo de
energía y materiales y buscar, complementariamente, la abundancia de tiempo, de
relaciones sociales, de sentidos significativos, de experiencias maravillosas.
Esto desborda con mucho una mera cuestión biográfica. Por ejemplo, interesantes
experiencias de comunidades pos-capitalistas fracasan por quedar enfangadas en
la supervivencia sin más. En este sentido, incluso un predicador del esfuerzo y
enemigo declarado de las borracheras como Félix Rodrigo Mora se ha dado cuenta
que no sólo de levantar la piedra vive Sísifo, y se lanza a la defensa del
erotismo y la poesía en unas palabras que, sustituyendo algunos términos a mi
juicio inapropiados, podrían ser asumidas por cualquier revolucionario de la
vida cotidiana: “en
unos tiempos de bajo tono vital y depresión, cuando el sujeto medio se siente
apático e incluso exhausto, necesitamos retomar dos de las expresiones
capitales de lo humano, la estética y la erótica, para euforizar nuestras
vidas, haciéndolas poderosas y magníficas”.
Pero ser capaces de
construir una idea de vida buena, incluso de vida en plenitud, basada en unos votos colectivos de lujosa pobreza es
mucho más que un reto personal o comunitario. Es, exactamente, la disputa que
determinará el futuro del mundo. Si no somos capaces de proponer un proyecto
revolucionario en el que la reducción del consumo energético y material sea una
aventura excitante, los imaginarios colectivos bascularán hacia soluciones
totalitarias, que prometan conservar algo de la opulencia perdida por el
ecocidio, aunque sea al precio de desatar el genocidio. (…)
La reivindicación
surrealista de la poesía implica una redefinición que rompe con el uso común
del término poético: la poesía desborda con mucho el poema para hacer referencia
a un modo de estar en el mundo. Se entiende así
por poesía toda acción que tienda a dignificar y elevar la vida del ser
humano, desplegando lo mejor de su condición. La poesía se realiza en el
cumplimiento del deseo concreto, en el recentramiento la experiencia, y se
siente como disfrute de la soberanía vital. También en el contacto con lo
maravilloso, esa cualidad de ciertos fenómenos del mundo que producen un lapsus
de admiración, por pérdida en la extensión de la realidad y una vivencia de la
plenitud (Mumford). Desde estas coordenadas, la poesía puede manifestarse
entonces en formas potencialmente infinitas: en el amor, en la amistad,
callejeando, en un disturbio, en la pereza robada y en el esfuerzo querido, o
también en un poema, una canción o un postre. La poesía se da en todas las
épocas y en todas las circunstancias y es irreductible ante cualquier
alienación, porque está en su esencia ser un fin en sí misma, y por tanto algo
inútil en términos instrumentales.
La poesía así entendida es algo común: lo poético es una
experiencia que todo ser humano puede tener, tiene o ha tenido, sin excepción.
Frente a la concepción aristocrática que subyace a la cosmovisión artística que
atraviesa todo nuestro sistema cultural, la poesía como objetivo y como mito
social prefigura un sistema cultural completamente distinto: el comunismo del
genio.
Arraigar la poesía como contenido
de civilización es una tarea que exigirá un largo proceso de clarificación,
hoy todavía en fase de balbuceo en la boca de muchos revolucionarios en todo el
planeta, y que en el Grupo Surrealista de Madrid hemos denominado materialismo
poético. El materialismo poético no será una doctrina cerrada, sino un proceso de
cabotaje teórico (en base a ciertas prácticas concretas) así como una reflexión
sobre las condiciones de su contagio. Y por supuesto su destino es no ser más
que un pequeño afluente que se pierda en el caudal majestuoso y fértil
(Lautréamont) de la revolución.
Emilio Santiago Muíño, “Colapso
capitalista y reencantamiento civilizatorio: notas para pensar la contribución
histórica del materialismo poético”, Salamandra
21-22, Madrid 2014.
En:
Jorge Riechmann. ¿Vivir como buenos huérfanos? Ensayos sobre el sentido de la vida en el Siglo de la Gran Prueba. Ed. Catarata, 2017
En:
Jorge Riechmann. ¿Vivir como buenos huérfanos? Ensayos sobre el sentido de la vida en el Siglo de la Gran Prueba. Ed. Catarata, 2017
La persistencia de la civilización no es mas que la búsqueda de una tabla que resista al naufragio en lo militar y al impulso primario del poder de fagocitar la ética.
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