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jueves, 23 de agosto de 2018

4 poemas de CLARA ARREGUI






Casandra

Nos maldicen a nosotras
mujeres previsoras que ven
el desastre antes de que suceda.
Y a pesar que acontece
todo aquello que advertimos
seguiremos siendo malditas
y nunca se nos escuchará.

Yo dije que lo mataran
que tanta belleza solo
traería problemas a la casa de Príamo
y mi padre me miro con ternura
como si de repente su perro favorito
hubiera ehcho un truco complicado.

Después que decir,
todo fue ruinas, fuego y caballos
las suertes estaban echadas
mucho antes de que los hombres
se pusieran a elegir mujeres.

Me tocó ser esclava de un mal amo
yo que no quise entregar mi virginidad
se me fue arrebatada
y la vida me huyó en unos baños
que no me estaban destinados.

Todo eso lo vi en ese bebé
que rollizo me miraba, ojos azul cielo,
todo porque un dios se empeño
en gozar de mi lecho
encaprichado al verme en el templo
(templo para conservar mis votos)
y yo me negué, (como me hubiera negado a otro).

Él me maldijo con la visión
y dejo que mi feminidad hiciera el resto.




Argos

Yo fui un perro feliz
tuve suerte en mi nacimiento
dueño era de un palacio
aquel que me alimentaba;
se caso con la mujer amada
y me dieron su cachorro
como compañero de juegos.

Pasamos tiempos felices
en una casa con una habitación
en la que crecía un árbol
pero pronto comenzaron los problemas:
llegó un emisario con noticias
de un juramento hecho largo tiempo
por la belleza sin bridas
de una mujer, - pérfidos ojos- .

Mi dueño se hizo el loco,
¡lo vi sembrar de sal
los mejores campos de olivos!
Suerte que salvó a mi amiguito,
eso nunca se lo hubiera perdonado.
Y tuvo que partir a una guerra
que nunca tuvo razón de ser
más que el enrriquecimiento de unos pocos.

Hubo lloros tiempo después
la ama y el niño andaban
como mis compañeros
cuando les quitan las cadenas.
Pero después de largo tiempo
vinieron hombres de otras tierras
y volvió la algarabía a la casa,
volvía a estar la comida
en manos generosas conmigo.

Fui un perro feliz,
partí un día mirando el mar
esperando a mi dueño...

pero... esperad un momento,

¿de verdad creeis que un perro
viviría veinte años esperando
a ese pequeño bastardo?



Hécuba

Malditos los dioses
que permitieron la caída
de la casa de Príamo;
malditos los que permitieron
la muerte de todos mis hijos.

Podéis comprender mi dolor,
aquellos que teniéndolo todo
hijos, riqueza, un pueblo que me quería
se lo arrebataron, por un capricho.

Mi última esperanza
estaba en un reino lejano
pero otra vez la tirada
salió adversa para mi casa.

Y perdí a mi pequeño
hombre que podía vengarnos.
(Hasta al diminuto Escamandrio
lo defenestraron por las murallas
que estaba en su destino que dominara)

Comprenderéis entonces mi venganza,
los alaridos, mi violencia;
no comprendo mi castigo,
yo, habiendo sido reina,
ahora transformada en animal
destinado a una casa
que ya nadie guarda.

¡Malditos los hados que me llevaron hasta aquí!
Un momento...

¿Por qué maldigo a los dioses,
al destino, las suertes, los hados
si los culpables de todo esto
fueron hombres de carne y hueso,
ávaros, codiciosos, asesinos?



Polixenia

Desde que nací supe
mi sitio en el mundo,
lo vi en mi madre,
en como mis hermanas
elegían su cárcel:
un templo, una casa,
el geneceo siempre lleno...

Por lo menos, tuve suerte,
mi sangre me libraba
del prostíbulo y la esclavitud
hasta que llego mi hermanito
con esa mujer, bella perdición
y todo cambió para nosotras.

Ví como uno a uno
morían nuestros hombres
desde las altas almenas;
ninguna opción de defensa
para las mujeres troyanas
más que las plegarias
a dioses caprichosos.

Al final, nada teníamos,
se desnudó la pérfida
y ella fue perdonada,
nosotras, repartidas.
"¿Qué destino le esperaría
a esta pequeña princesa?"
Nuestra cabeza se llenaba
de posibles cárceles de oro.

Agradecí el cuchillo
que me rebanó el cuello
frente a la tumba de Aquiles;
por lo menos, así,
sería libre.



Clara Arrregui


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