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sábado, 4 de agosto de 2018

MOMENTOS de FERNANDO DÍAZ SAN MIGUEL -6 fragmentos-





Última noche


Tú te marchas mañana. Yo me quedo un poco más. Solo para saborear tu soledad, nada más que por eso. Luego yo también me marcho, pero más tarde, ya lo he dicho. Hoy trabajas en el bar. Después hemos quedado en un parque. Parece que el tiempo mejora en la vieja Inglaterra y si esta noche hace calor, quizá nos sentemos un rato en la hierba. Luego qué. ¿Por última vez a tu habitación? Ni siquiera nos conocemos. Puede que por primera vez nuestras caricias signifiquen algo más esta noche, quién sabe. Quizá solo hoy y por eso, porque nos despedimos, o quizá no solo por eso. Luego: te idealizaré, como a las otras. O quizá más que a las otras porque cuando te conocí ya te había idealizado. Ni siquiera me creo que seas como eres, siempre alegre. Creo que estás triste, que siempre estás triste, que por dentro te preguntas cosas. Creo que me has cogido cariño, a mí, que resulto alegre y divertido y tampoco me lo creo ni tú te lo crees. Los dos pensamos que en el fondo estoy triste, aunque me falten razones. Creo que me has cogido cariño porque creo que te he cogido cariño, aunque no entrase dentro de lo pactado y por qué darle vueltas, hoy es la última noche y al final es mejor siempre no pensar. Además es muy tarde para nada. Te idealizaré. Probablemente más de lo que he idealizado a las otras. No me preguntes por qué, porque no quiero pensarlo. Me da algo de miedo esta noche, Sarah, no sé cómo explicarlo.




Canción triste junto al océano

Bill Whelan: Caoineadh Cú Chulainn

En una pequeña isla al oeste de Irlanda, junto al acantilado, de pie ante el viento, frente al océano, llega hasta mí la música triste, el lamento de una gaita, sentado en el escritorio de mi casa en España.
Aquí, en este tiempo anterior a haberla conocido, la recuerdo aquel primer día que pasamos en Londres, cosas absolutamente idiotas como llorar con el picor de la guindilla, quererla todavía, como el almuerzo en Covent Garden, la hamburguesa mejicana, pepsi con mucho hielo, las gafas de sol que compré por su culpa y que todavía llevo.
Miles de cosas: el capuchino en un local de Regent Street, las fotos desde la azotea del museo de cera, en Picadilly Circus, los besos sin pudor de nadie, su bolso de cuero que nos turnábamos, la lluvia, mi inglés fluido, todo el café derramado en aquella misma cafetería, tú tan nerviosa, yo riendo, cotidiano, todo nuevo: te extraño.
Dijiste que ese día habías comprendido por primera vez que yo te importaba, que te diste cuenta con todas aquellas pequeñas cosas: yo también lo sabía, pero quizá sea ahora cuando lo entiendo, aquí, en una isla, en pie en una isla, con el aire de los acantilados sobre mi cara, escuchando una música, un lamento celta, una canción triste, que te trae hasta mí, que nos acerca.



Sagitario (Advertencia)

Dejo aquí escrito, por si alguno de vosotros no ha pensado en ello, o lo ha sentido de alguna manera y no lo ha verbalizado, que el tiempo es subjetivo. Hay ocasiones en las que a lo largo de la vida tendrás que justificar la intensidad de una experiencia y, para hacerlo, casi inconscientemente prolongarás el periodo que describes como si esa horquilla no fuera el resultado directo de su brevedad sumada a otros valores, los de los otros sujetos de la experiencia, como puede ser un cambio de geografía, su impresión en tu recuerdo.
Así pues, mentirás. Dirás que fue un año lo que fueron tres meses, dirás que fue una semana lo que en realidad consistió en una hora. Además, cobarde, omitirás algunos fracasos: una torpeza en la práctica amatoria, la sordidez de una escena, el desencanto del hambre si eso significa algo.
Y por fin, para aumentar de manera involuntaria la profundidad del drama, aportarás de soslayo algún dato que nos recuerde la fragilidad de la vida o su tragedia. Como si la vida no fuera una continua sucesión de desdichas.
El tiempo es subjetivo, tu experiencia es única y repetida, así que tu oyente tergiversará esta historia uniéndola a la suya. No sufras, ni la brevedad ni la extensión de la experiencia justifican tu memoria. Por qué ese momento en vez de otro da forma a lo que eres. Recuerda, además, que todas las historias empiezan por el final.



Angels we have heard on high
Porque la vida no es una película,
todo el mundo miente,
los buenos pierden,
y el amor, no lo conquista todo.

                George Huang: El factor sorpresa

Recuerdo sin dolor
una tarde de primavera
de hace ya algunos años.

Los cúmulos, dispersos,
limpiaban aquel cielo
que pudiera habernos pertenecido, amor.

Sobre el llano verde, inmenso,
otras parejas, con manteles
y mantas y comida,
reían en el suelo.

La imagen de esas gentes,
la imagen de aquel páramo,
es ya muda y distante:
la crea mi memoria.

Y no sé en qué momento fui yo, también,
desterrado de aquel universo
que nunca tuvimos.

No sé cómo
logré comprender
que aquel mundo perfecto
nunca
lo hemos merecido.




Desarrollo del tema de la tenia

Materia literaria que ocupas cuerpo y ocupas alma, sueños y ensueños y guardas para ti los alimentos, un éter que te entrego y que es mi vida, mi verbo y mi pronombre, ese todo que soy, que antes no era: qué será de nosotros si falta el alimento, si huyes por mis labios mientras duermo la siesta, y ya no me calientas las entrañas. Como amantes que fueron, moriremos en parte. En qué parte no podemos imaginarlo.




Conversación con Luis Cernuda

Volver a tus poemas
ha sido
volver a los recuerdos,
a mi primera poesía.
Son la realidad
y el deseo,
lucha de siempre,
palabras tuyas con las que
a cada momento,
en la conversación
y la memoria,
me encuentro definido.
Así, en esta tarde,
me siento de nuevo
cercano a ti,
releyendo una y otra vez
los mismos poemas,
ahora que estoy,
como otras tantas veces
antes de conocerte, solo.



Fernando Díaz San Miguel. Momento. Dip. de Salamanca, 2018


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