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domingo, 9 de diciembre de 2018

El último ska



Cuando me gustaban los coches
En aquel tiempo de los viajes
Llegué a tener uno en que viajaba con Eva
Otras veces con Ron
Y a veces solo
Pero siempre acompañado de un surtido absurdo
De cientos de casettes ingobernables

Estaban los que grabamos en el compacto de mi hermana
Cuando yo tenía tenía 13 años
Y me encantaban los Beatles
Y los Rolling
Y otros comprados al albur de los bares de autopista
Donde camioneros enamorados quemaban sus labios con ginebra
Mientras paladeaban telediarios infelices

Teníamos de todo
Los Chunguitos y Manu
El Puma y Rosendo
Boleros y la Polla
Extremoduro y Mark knopfler

Me gustaba conducir al amanecer
Volviendo absorto de las montañas sagradas
A lo mejor sin chica ni bóxer
Pero con la música a tope
Su consuelo insuficiente
Y esa épica desgarrada del rock tabernario

Ese coche y yo éramos compañeros desollados

Un día 
Sin embargo
Lo vendí
(Eso fue después de la muerte de Ron)

Se lo vendí a buen amigo
Así podría comprobar que los pelos
De mi perro seguían adornando las tapicerías
Enhebrando  sus dibujos
Inseparables de sus hilos sintéticos
Con ese dinero pensé en comprarme libros
Muchos libros
Una biblioteca entera
Pero al final tuve que usarlo en
Tapar un agujero

Luego mi amigo lo dejó siniestro en un descuido

Ahora no sé dónde están esas canciones
Ni dónde los últimos pelos de  mi bóxer


Ni tampoco el último viaje deshojado de la juventud



Pedro Saéz Serrano. Las dudas del francotirador. Ed. Calumnia, 2018


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