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martes, 11 de diciembre de 2018

LUZ DE CRUCE




Cuelgo el teléfono.
Mientras cierro la maleta veo la fotografía
del Voramar en septiembre, inclinados
sobre la balaustrada, como interrogantes,
la postal de José Luis, donde cumplir años
es una atrevida cuenta atrás en el pantone,
Picasso y Jacques Prevert separados por una colilla,
la polaroid de Daniel, un electrocardiograma, pienso,
donde estuvo su corazón y ahora no está,
Jack Kerouac de pie, sus fardos en el suelo,
necesitado de gasolina, de que el tiempo se detenga,
una carta de Jesús en Túnez -”nos unen los mitos,
el abandono, la ilusión sin ganancias”-,
la pluma de pavo real, un paréntesis lapsilázuli
que repta por la pared blanca,
el cielo de Marruecos y mi hermana pequeña,
luego la fotografía de mis padres,
él con la rodilla levantada, el pie izquierdo
sobre la repisa del porche, gesto que recuerdo
de agnóstica convicción, de humildad zen,
ella evitando la cámara, realista mujer de novela rusa,
diez o doce lápices al menos,
el último mechero robado, la última idea robada,
estoy tomando aire, resoplando sobre los libros,
el viejo Baudelaire, el viejo Pessoa,
tengo en las manos las llaves, aún frías,
me voy hacia la puerta, una casa como todas las casas,
todas las habitaciones donde he dormido,
creado, destruido, arrastrado, sembrado,
sin que importe el color, el idioma, las horas,
os miro de reojo,
sé que he pasado otra vez y os he rozado,
lo sé muy bien,
minutos de mi vida que se hacen luces de cruce,
apenas un instante,
con minutos de otras vidas, alejándome ya,
esos pasos que oigo afuera,
sea afuera el corredor oscuro o el mundo encendido,
pasos que quizá son el eco de mis pasos,
o quizá el rumor del mar en mis oídos,
o el sonido de mis huesos, cascabeles de bufón
que amansa a las fieras del olvido.
Suena el timbre. Lo oigo sonar varias veces.
Permanezco un momento de pie, aturdido,
en medio de ningún lugar, en ese umbral que separa
lo que ha sido de lo que podría ser,
no miro atrás, no es necesario mirar atrás.
Lo que no has hecho nadie lo hará por ti,
lo que hiciste quedará en tu memoria
como una sucesión de intentos por ser mejor.
Cojo la maleta y contesto la llamada.
Mis piernas se mueven porque es inevitable.
No es tiempo de elegir, es tiempo de buscar.
Cierro la puerta y sin embargo siento
que ya nada me separa de mi historia personal.
Nada empieza aquí o termina allá, 
no doy la vuelta a la llave ni vuelvo
la vista atrás.

Fernando Garcín
En Hey! Jack Kerouac. La huella beat en la poesía en lengua española. Colección Oveja Negra. 2018



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