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sábado, 23 de marzo de 2019

DOS POEMAS DE FERNANDO CABRITA





De la soledad de Dios.

Y dijo Dios: ¡mi Dios, mi Dios, mi Dios!

¿A quién abrazaré en invierno?

¿Al oído de quién susurraré poemas tontos de amor?

¿A los pies de quién dejaré des perles de pluie

venues d’un pays où il ne pleut pas ?

¿A quién, dios mío, a quién cantaré ne me quitte pas?







Hablo de un hombre.

No de un nombre, sino de un hombre, hombre o mujer.

Que su nombre sea Blas, Mahatma, Dolores, Espartaco, importa poco,

Tussein, Bernardette, Tupac, Rosa, no interesa.

Es de un hombre que estoy hablando, no de un nombre.

De un hombre que sin embargo aunque tenga para sí mismo,

pide para los demás el pan y la justicia.

Un hombre que sube al plano de los dioses

y tiene en sus ojos la luz que deslumbra todos

los infiernos y todos los paraísos

y un alma encendida de sueños.

De su voz nacen lunas y claveles

brújulas y poemas,

los vientos y los pastizales,

como si llegaran ángeles a hablar por su boca.

De sí mismo, fatiga y lágrimas, surgen todas las bendiciones de la tierra,

renacidos octubres,

la claridad más grande y más limpia.

Se puede escuchar el agua correr, igualitaria y libre.

Es de ese hombre que estoy hablando.



Fernando Cabrita.

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