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miércoles, 15 de mayo de 2019

El poema triste de Dios, de Fernando Cabrita (fragmentos I)




I
En ese tiempo dijo Dios: Mi vida es muy tranquila.
También yo paso muchos días en El Café de Mike, mirando las inmensas llanuras del cielo
y no veo señal de ángeles, esos
grumetes de las nubes que se suponen por ahí,
ni veo a los campeones del Grupo Dante de Billar, y no oigo siquiera cánticos de gloria a mí
mismo en las alturas.
La verdad es que durante muchos días despierto con un mal sabor de boca,
un ácido vibrante de días y años desperdiciados componiendo Mundos
y siento entre los dientes restos de planetas que nunca se crearon,
y a veces digo cosas sin sentido,
tal vez porque estoy aún medio dormido
me pongo en la ventana de los cielos y proclamo, mientras bostezo.
¡Toda desnudez será castigada!
¡No codiciarás la mujer del prójimo!,
y siento que cada palabra sale de mí como
el rugido de una rueda dentada,
y en verdad os digo, que en mi particular paraíso existe
un fidelísimo sistema de sonido que amplifica cada frase, cada sentencia.
¡Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad! les amplifica y amplificará por altos cúmulos
y lejanas montañas,
haciéndolas sonar como truenos sobre truenos, como antiguos dioses retumbando
y arrojando rayos
parábolas, misterios, candiles de hierba ardiendo
/ entre las tablas de la ley
indivisos corazones en la oscuridad de la noche. Por eso os digo que mi vida es muy tranquila,
a pesar de este castigo mío de ser omnipresente y por ello, no poder ir jamás
a un lugar sin ir a todos,
a cualquier rincón tranquilo, apenas un rincón, uno, nada más,
sin que luego, en cualquiera de los otros
/ incontables rincones del mundo,


haya un profeta enseguida que presuma
/ haberme visto,
y que grite cosas histéricas en mi nombre tal vez ácidos que les otorgan visiones,
/ hierbas estropeadas
y cada vez que entrego una visión a un nuevo profeta me veo perro vivo
trotando junto a la estatua del congresista Doyle, y me da igual tragar una ternera blanda
o un policía tieso,
perro o buda de brickford,
o yo mismo sin atributos divinos en el camino de mi recital bostoniano,
los poemas en el bolsillo
y digo y repito a vivos y muertos
¡Levántate y camina!
y veo el Golden Gate Park en un hermoso día y me sale
¡Perdónalos padre!
¡o Pásame la sal, por favor!,
sí lo sé, no debería abusar de cosas muy saladas, aún más
con la inmensa eternidad de años que ya llevo,
por eso os digo, en verdad os digo que mi vida es muy tranquila;
que sigo a la espera, continuamente esperando, perpetuamente a la espera
un renacimiento de lo maravilloso.
Pero eso es, quizás, porque me siento un poco ferlinghetti.




II
En aquel tiempo, con las manos sobre los ojos para que no le lastimase la luz,
dijo dios:
¡Pongamos la mesa a las orugas!
Y podéis ponerla donde os parezca, con las mejores sábanas
y las más finas toallas de antiguo lino.
Y citarme en los libros que queráis, en los vedas, en los upanishads,
en los libros de texto escolares, sean de primera o de segunda o de tercera clase,
porque yo recuerdo todo lo que vosotros recordáis y mi memoria es la suma de todas las memorias
o en biblias escondidas en los libros sagrados
en las cartas de navegación
o en los manuscritos que se han de revelar un día, ni yo sé cuándo
(yo que lo sé todo...)
¡Y que cubran la tierra de verde y admiración! Cubrir todo cuanto se ponga ante vuestra mirada hasta que todos los horizontes

no se puedan extender más. Cubrir tierra y tierra y tierra.
De un verde hasta que deje de serlo.
De un verde verde por todo lo que siempre será. De un verde verde hasta nunca más.
Cubrirla porque aunque la muerte os llegará a todos a los indecisos y a los inquietos
a los cobardes y a los fuertes
a los creyentes y a los agnósticos, a las multitudes y a los solitarios, a los países y los desiertos,
a los anacoretas y a los tartufos,
a los ascetas y a las muchedumbres a lo libres y a los esclavos,
a los felices y a los tristes,
aunque la muerte os devore a todos sin elección o distinción,
aunque Gog y Magog retornen o desaparezcan, aunque se separen las aguas frente a las
/ mañanas turbias,
aunque nada cuanto conocéis permanezca y aunque
aunque y aunque
siempre la primavera volverá, ilesa y serena, y siempre las orugas recibirán su parte justa en el banquete eterno de los campos
y siempre los muros secarán las lágrimas de lluvia de todos los inviernos dolientes,
y todas las apariciones del sol serán una celebración entre bosques y colinas.
Y cuando dejéis de existir,
la primavera nunca dejará de existir.
Y cuando vosotros seáis tierra y polvo y nada,
la primavera continuará siendo verde y hierba y luz. Y cuando vuestra memoria sea un simple pasado,
/ ausente y frío y nadie os recuerde, la primavera continuará viva y cálida y alegre como agua de arroyos libres.
Y cuando se extingan todas las inscripciones en la
/ Tabla de las naciones,
ni un solo pétalo de estos que vienen con la primavera se extinguirá jamás.
Y ella siempre volverá, entre cálices de tiempo y estremecimientos de luz.
Y ella siempre volverá entre borracheras de sol y nubes contentas de cielo.
Y ella siempre volverá en alegría de riachuelos y
/ sutilezas de vísperas.
Y nunca pensará ella que haya otro dios que no sea su rumor de abejas
y su murmullo de arroyos.
Y nunca hablará en nombre de ningún dios que no sea en su propio nombre
transitorio y terrenal.

Nunca hablará en otro nombre que no sea ese.


Fernando Cabrita. O poema triste de Deus /El poema triste de Dios. Poesía Garum. 2019

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