Páginas

sábado, 14 de septiembre de 2019

5 poemas de MEMORIAL DE AUSENCIAS de ANTONIO CRESPO MASSIEU





Hace ya algunos años Antonio Crespo Massieu nos sorprendió a todos con En este lugar, un libro directo, crudo, donde sin concesiones ni diatribas, Antonio unía su voz a la poesía cívica que se estaba fraguando en esos años en España. Volvió a tocarnos el corazón con Orilla del Tiempo, un libro arrebatador que pulsaba la tecla mejor de la conciencia y la empatía, el amor y la pasión, la compasión y la dignidad del otro, de todos los otros seres sintientes, y alcanzó las más altas cimas de la poesía y construyó un modelo propio de plasmar su indeleble compromiso en uno de los mejores libros publicados en lo que va de siglo, Elegía en Port Bou, su particular "Aullido", la construcción más sólida que hasta el momento nos ha hecho poeta alguno sobre la memoria de los desaparecidos. Así es, envuelto en el frenético ritmo de unos versos construidos sobre una dicción sostenida, Antonio consigue un  tono febril  y rabioso que otorgan una potencia excepcional a este canto elegíaco, acaso no vista desde Miguel Hernández, y desde luego inédito en extensión, generosidad de las presencias, y profundidad de una mirada que, sobrevolando un tiempo terrible, rescata de él todo lo condenado al olvido y la desaparición. 

Es imposible no dejarse arrastrar por el viento de la Historia leyendo a Antonio, y esa es una de las mayores virtudes de su poesía, porque la música de sus versos, el ritmo jazzistico de su dicción, no solo absorbe, conmueve, sino que además, con su palabra punzante, y desde su consciencia generosa, nos hace memoria común con los derrotados, con los débiles, con los que sufren, extendiendo hasta ellos todo el amor, toda la compasión, todo el reconocimiento de la dignidad de quienes padecieron la violencia sobre la que ha crecido nuestro inmundo. 

El presente volumen, Memorial de Ausencia, recoge estos tres libros citados más Obstinada Memoria, y algunos inéditos. En ellos, Antonio sigue creciendo como poeta en torrencialidad, en fertilidad, y a la vez su poesía se va decantando hacia la serena meditación reflexiva como los dos polos, de ritmo y corazón, en los que oscila un pulso poético que la presente antología nos invita a compartir. Gracias Antonio y gracias a Tigre de Papel por este acierto absoluto de reunir toda la obra de uno de los puntales de la poesía crítica en España.

Con una pequeña muestra de los poemas contenidos en el presente volumen os dejamos.
                                


ALGUNAS PRECISIONES

(EN FORMA DE CARTA)

Señor Presidente

ya es hora de deshacer
al menos
(entre otros muchos)
un grave equívoco.
Usted
dice gustar la poesía
retener versos en la memoria,
sentir el sosiego, solaz
y perenne incitación
que proporcionan siempre los clásicos
(como quien dice valor seguro
en términos de mercado)
y aún con frecuencia
(eligiendo con prudencia y tino)
los modernos, nuestros contemporáneos.

Si esto es cierto,
y abundan motivos para creerlo
(lo afirman todos sus hagiógrafos)
aquí hay
Señor Presidente,
al menos,
un grave,
un gravísimo
equívoco.

La poesía,
créame usted,
es rigor,
palabra exacta,
pesa y sopesa
uno a uno
los vocablos,
aquilata cada pausa,
lo dicho, lo apenas nombrado,
incluso el silencio,
cada letra, cada mínimo signo,
créame usted,
Señor Presidente,
es cuestión de conciencia
y en ello le va la vida,
el mundo,
a cada poeta.

Nada debe faltar
o sobrar
pues el poema
no es cosa de adorno,
barata ternura o sentimientos de alcanfor.
Aquí,
la palabra
hiere, traspasa,
se hace carne,
respira y tiembla,
por eso permanece,
vence al tiempo,
nos convoca a través de siglos.
No es cosa de juego
(aunque pueda ser un juego)
ni tan siquiera adormidera,
un revolar de hipidos,
o un lánguido fru fru.

Señor Presidente,
créame usted,
un poeta o un lector,
uno cualquiera entre miles,
jamás equivocaría hasta tal punto,
jamás traicionaría hasta tal punto,
jamás ensuciaría hasta tal punto
las palabras.
Por ellas vive,
a ellas se debe,
son fidelidad y sustento,
y esto,
créame usted,
es ante todo una cuestión de conciencia.

Usted,
Señor Presidente,
ha escogido sus palabras,
conflicto, ayuda humanitaria, daño colateral,
ha decidido nombrar así
lo que cualquier poeta, cualquier ciudadano,
casi cualquier niño o niña llama
guerra, destrucción, barbarie, asesinato.
Y estas palabras,
Señor Presidente,
lo sabe el más torpe de los poetas
(y son casi legión,
lo atestigua quien esto escribe)
y aún el más reciente de los lectores
no son intercambiables.
La distancia entre ellas
es la que media
entre la decencia y la ignominia,
entre la poesía y el crimen.
Y créame usted,
Señor Presidente,
esta distancia
es un abismo.

Usted,
Señor Presidente,
ha escogido
sus palabras.

No se confunda,
serán las suyas
nunca las nuestras,
serán las del crimen
nunca las de la poesía.

                                             De En este lugar, 2004.
                                                 





El presidente Lluis Companys se quita sus zapatos una madrugada de octubre de 1940 en el histórico castillo de Montjüic


Ahora que veo sus zapatos blancos
aplastando entre el barro la colilla
del último cigarro que ha fumado,
mirando el incierto azul que tanto amó
abrir el amanecer y sonríe elegante
- aún sin corbata –
cuando con la punta del zapato
(un zapato blanco como de sportman
o club de tenis o paseo pisando
la grava del parque o veraneo en Cadaqués)
lo aplasta contra la tierra cuya ausencia
le duele más que la propia vida que deja.

Entonces, tras mirar el cielo, sonreír
añorar y ventear el mar lejano,
pide descalzarse y con gesto cuidadoso,
pausado como caricia o cortés adiós
coloca a su derecha, junto al muro,
sus zapatos blancos
(esos zapatos de sportman en día de ejecución)
que quedan tan cerca de la colilla
aplastada y ahora dice
con una tristeza limpia, saboreando
las palabras como despedida o reencuentro,
descalzo para morir pisando tierra
catalana y sonríe de nuevo mas ahora
altivo y espera la descarga y antes aún
dice asesináis a un hombre honrado
(y lo fue con la honradez serena y callada
del tiempo antiguo de la dignidad)
y dice o grita entre disparos Visca
Catalunya Lliure y cuando cae
y nada dice y su cuerpo inerte reposa
en la tierra amada por libre, entonces
ahora, veo sus zapatos blancos
que permanecen en el foso del castillo
esos zapatos como de sportman o veraneo en Cadaqués,
esos zapatos blancos tan de fusilado,
tan de pasear ante el histórico foso
del histórico castillo de Montjüic
(ese castillo y foso tan de fusilados)
una brumosa madrugada de octubre
que nada anuncia salvo la nada y muerte que nada deja.

Nada, salvo unos zapatos blancos
(blancos ya sabéis como de sportman)
que permanecen siempre intactos,
sin sangre, limpios y tan blancos,
en estos muros negros de tanta historia.

                                             De Orilla del tiempo, 2005.



MEMORIA de un mínimo desastre
                                        
                                    Los niños, en Birkenau, eran aves de paso.
                                                                                                          Primo Levi

Hablamos de aves migratorias,
pequeños pájaros
efímeros,
disueltos en humo.
Minúsculas sonrisas
que apenas fueron.

Hablamos del horror de los pájaros
perdidos para siempre,
inconclusos.
              De la ausencia de la carne
y la ingrávida condición
de lo nunca soñado.

Hablamos del tiempo de los verdugos
y la ignominia.
Del vacío de Dios
y su densa humareda cubriendo los siglos.

Hablamos de aves migratorias,
              de la culpabilidad de los ornitólogos
y el leve peso de la inocencia.

Y queremos
que este pequeño desastre ecológico
(apenas unos cientos de miles
de mínimos pájaros judíos)
quede para siempre consignado.

                                                                   
                                   no stan muridus lus páxarus
                                       di nuestrus bezus.
                                                              Juan Gelman


                                                                   De Orilla del tiempo, 2005.



Poema perro para Emmanuel Levinas



En milimétrico ejercicio
o precisa ciencia meticulosa
nos habían despojado,
desgajado y perdido cada día
más hondo, más al hueso,
mondos ya de humanidad, restos
sin rescoldo apenas de aquello
que un tiempo fuimos y ya era
hueco, vacío ni tan siquiera memoria.

El campo, las alambradas, los gritos,
muertes, la rutina, caminar, fiebre,
los muertos, seguir, el sopor sin descanso,
trabajo, rutina, la mierda, el hambre,
las letrinas, los muertos, las órdenes, el frío.

Todo era vacío
hueco del tiempo inmóvil,
duración de huesos sin dignidad, 
ausencia de mí y de nosotros,
sólo durar sin mirada ni palabra,
oración o blasfemia. La nada
hecha fatiga, sudor, temblor
sin nombre ni voz.

Mas aquella mañana incierta
del infinito invierno de bruma y frío
caminábamos al trabajo por la vereda
que circunda el campo y fue entonces.
Entonces le vimos como aparición
tras el desmonte, los ojos fijos,
orejas erguidas, cabeza ladeada,
jadeante, con la lengua fuera,
famélico, el rabo tieso, todo costillas,
aún más delgado que el más delgado de nosotros.
Y nos mira con ojos fijos, extáticos,
(a nosotros nos mira que nada éramos
que éramos la nada o nada más
que carne kosher de campo
destinada a ser sólo nada).
Y avanza temeroso y nos huele
y mueve el rabo y humanos nos reconoce
y nos reclama como amos.
Espera protección,
amparo y cariño
(y parece tan perdido).

Así,
cada día acompañándonos al trabajo,
corriendo alegre junto a nosotros,
alimentado de las sobras miserables
de nuestras miserables sobras
nos dio nombre y dignidad,
palabra y un rostro
en el que mirar y ver
no vacío sino los ojos
perdidos del ser humano.

Así,
un perro, sólo un perro
famélico, escuálido, sarnoso
(al menos tan sarnoso
como el más escuálido de nosotros)
anuló
para siempre
la meticulosa ciencia
del verdugo.  


                                           De Orilla del tiempo, 2005.


EL ÁNGEL DE LA HISTORIA SONRÍE A PAUL KLEE


Principio de poesía puede ser
esta luz esta alegría desbordante,
como un juego de colores, peces
cruzando el Nilo o casas rojas
y amarillas en Kairouan, como
un pintor que nace deslumbrado,
como jinete azul que cruzara
el desierto y nos diera
o de la grupa dejara caer
los ritmos más estrictos y más libres.

Principio de poesía puede ser
también la pesadilla parda
eructando terror en el lienzo
como un grupo de locos poblando
la historia o el timbalero marcando
el paso de la muerte que habla alemán
como devorador de niños o arrebato
de miedo o danzas causadas por el
frío terror del pintor de paredes.

Puede ser principio de poesía
un drama de muñecas, jirones rotos
o busto de niño marcado por la historia,
costurones de muerte cuarteando
boca y ojos, cara, cicatriz sin sonrisa
y al fin puede ser el hombre
marcado, borrado de la lista,
inexistente judío galiciano, errante
en la aflicción de la luz sabiendo
que todo corre en pos de algo.

Puede ser poema o principio
al menos fijar la muerte por la idea,
lápidas, cruces, casas, ciudad derruida,
aplastando al poeta, hombre guerrero,
ingenuo sacrificio, embarrado sueño
en las trincheras, locura en Cracovia,
al fin descanso en sábana blanca del delirio
como tantos muertos muerto por la idea.

Principio de poema puede ser o es
este viaje camino de una estrella,
antaño salido del gris de la noche
y ahora flotando sobre ventisqueros
rumbo a estrellas sabias pues no abdica
y con maltrecha y rota, única ala de ángel
intenta ahora y siempre volar. Y así
caída, huesos quebrados, dolor,
ensimismamiento, compañeros muertos,
torturados, despojos, húmeros
              sin fosa, gritos. Mas aún y siempre
sigue siendo fiel a la idea de volar

y pues no abdica ni cesa
con el alma en cabestrillo
              se arroja de nuevo
le nacen alas estrenando pájaro o ángel
o grito de los humildes hecho canción
o nube de dioses inventados, dioses pájaros
que caen de nuevo con estruendo de huesos
rotos como un Fenix anciano pajarraco
sin plumas, mutilado pero erguido.

Es así poema o principio este
              ángel niño, pájaro anciano, ala rota,
desplumada siempre, renaciendo siempre
con asombrosa fidelidad a los vencidos
como costumbre de Fenix anciano
con ala rota o revolución o ángel niño
con su cascabel que juega como tan
olvidadizo del fracaso y vuelve siempre
al vuelo y repite su caída y ceniza y muerte.

Tal vez principio de poema puede ser
esta loca esperanza de arcos avanzando
desgajados, desprendidos, juntos como
deseo común o sueño erguido de piernas
y colores siempre hacia nosotros proyectados,
puertas infinitas abiertas, llamando, pidiendo
que entremos y caminemos también llenando
el instante que rompe la superposición,
el silencio que quiebra la horizontal,
liberando la piedra que soporta y nada sabe
              y permanece inmóvil como acatamiento
de gravedad y progreso, sirviendo
sin atreverse nunca a saltar romper
reconocerse y al fin ser sólo
arco sin orden ni arquitecto.

Tal vez principio de poesía es o pueda ser
esta predicción de tiempo nuevo que nunca
llega y siempre avanza y regresa
como certeza o sueño, afán o esperanza
de esta unánime rebelión de viaductos
o revolución de arcos, todos fuera
de la fila y el orden sin otra ley
que la libertad que escogen cuando
ya caminan por un tiempo sin historia.

Tal vez todo vuelva a ser
y ya para siempre (como un poema
o lienzo o respuesta) un juego
de colores, alegría desbordante o
luz de mezquita y desierto o
tal vez sea siempre poema las danzas
causadas por el miedo y al fin
el ángel de la historia mirando siempre
atrás despojos, ruinas, cadáveres
pero llevado, arrastrado, impelido
por huracán hacia un futuro que nunca
verá como abandono o desaliento o imposible.


Ángel que avanza entre ruinas
buscando el arco libre o la luz
o los colores, herido por la nostalgia
o piedad, arrastrado por la historia,
siempre a ciegas como una condena.

Principio de poema
es el ángel de la historia

tal vez poema o ángel o historia
o tal vez condena, esperanza o ruina
o luz que estalla en lienzo poema historia
como geometría de la belleza y el espanto.
        
Así el poema es color rigor y grito.
Así nos convoca.


                                                        De Orilla del tiempo, 2005.





   Memorial de ausencias
   Antonio Crespo Massieu
  Tigres de papel, Madrid 2019

   Fotografía de Carlos Pérez Siquier

3 comentarios: