Enfrentados a la madera de la noche mis espectros
y yo, nos arrimamos a la luz de las estrellas opacas.
El día recibe al ciervo y al ancestro preindoeuropeo.
Llegamos a este ahora armados de lo ínfimo,
y algo más pequeño que una mota
de polvo nos destruye.
Saber del tiempo que hará mañana,
encontrar la visión del relámpago
y escuchar la luna
se presenta como un hambre de huesos.
Yo fui aquel que cazó al animal,
el que empuñó el arma,
la que coció el cereal,
la que criaba a la prole.
Fui el ansia voraz de un futuro,
la promesa de un ser pensante.
Enfrentada a la madera de la noche,
viajo en la canoa del tiempo
y respiro un aroma de eternidad.
Teresa Ramos. Inédito
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