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domingo, 4 de abril de 2021

(Apátrida)



 

A mi padre que, pese a los virajes que muchas veces impone la travesía, supo mantener el rumbo de la nave y nunca cesó en su empeño de luchar por un mundo más justo y más libre. Y que, en sus casi sesenta años, sigue siendo ejemplo de dignidad y de coherencia ideológica.

 

Nunca me inspiraron confianza los himnos nacionales.

Frente a ellos esgrimo el trino de los mirlos,

la acústica del copo de nieve en las ventanas.

En el insumiso ejército de las corrientes de viento

me reconozco, ante el ruido de sables, apátrida confeso.

Nunca nadie me ha impuesto una cruz del mérito

ni me he cuadrado ante el paso de ninguna enseña.

Reniego de las salvas de artillería

que, con la absurda excusa de rendir honores,

alborotan el vuelo del pájaro

y disuelven la sublime forma de las nubes.

Rechazo las condecoraciones en el pecho,

las marchas militares, los hueros escudos de armas.

No conozco ni galones, ni insignias

y siempre pensé que un cuartel

era el antónimo perfecto de la palabra hogar.

Con la suficiente lejanía que ofrece la trinchera,

sin casaca y sin espuelas,

la única frontera que defiendo desde la atalaya

acorazada de la costumbre

es el costado de tu espalda en la noche de los tiempos.

 


Daniel Zazo. Singladuras. Ed. Páramo, 2021

Fotografía de Ámbar Past

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