existe jardín de sobresaltos cuyas
flores tienen la misma edad que el sol
su
número se aproxima al incierto
sus
colores son zumbados y repiquetean en el glaciar externo
son
flores rescatadas del río mórbido
sobrevivientes
de la limosna eterna
altaneras
y turbulentas desafían a la tempestad carnal
en
el resplandor de la teja se ubican deformes pájaros
que
con sus alas tonsuradas reparten el credo a plazos
sus
zapatos son enormes carnicerías hechas con la mirada
y
sus dedos de vigía acechan al ritmo del horizonte que quiere ser eterno
una
caja claudicada alberga el beso del muerto
para
ser usado en la noche de todos los tiempos
para
ser usado como panacea arbitral de aquellos que huelen a cielo
por
el hueco salado se escucha una balada salvaje
procedente
del infierno y de otros estamentos
también
surge un catalejo de largas barbas iconoclastas
que
va tumbando imágenes arteras configuradas en las manos
procesiones
de añil y rojo se resuelven de inmediato
el
final está podrido y las lenguas de nómada largan blasfemias
recogen
sacos de lana para cubrirse el torso
y
así estar protegidos de los cantos malheridos
Manel
Costa
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