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jueves, 13 de octubre de 2022

CINCO FAROLAS



 

No, no criaba yerba,

y mira que crecían por doquier

nardos, dalias y carambucos.

 

No, no me dormía entre los lirios

solo de pensar que, a la tarde,

jugaríamos en su columpio.

 

Al quebrado espejo le pedí la carta del mago,

una hora prestada, una mano sin dueño,

una hebra ardiendo de su cabello,

una cuerda que atara futuro y pasado,

una palabra vacía sacada de cualquier poema,

un camello bueno apostado en cualquier esquina,

el clavel, el rojo, rojo clavel

que llevaba entre sus tetas,

cinco farolas que iluminaran mi noche a solas.

 

-No puede ser, tengo que ir a freírle un huevo

a mi príncipe azul.

-Pero si tú no sabes freír huevos, le dije.

-No importa, esto es un sueño

y tengo que aprovecharlo

antes de que se convierta en pesadilla.

 

Fue la última vez que la vi,

o tal vez todo había sido un invento de Ochaíta

y mi paisano Xandro Valerio,

y no era mi memoria sino la suya,

la que había mantenido

aquel cordel en mi cuello,

aquellas lenguas de vecindonas

que sabían que yo ignoraba tantas cosas,

o el pregonero que, misericordioso,

no quiso verme llorar a solas.

 

Volví un día, años después,

por la vereíta verde,

solo encontré abrojos.

 


Antonio Orihuela. En: Voix Vives. Antología. Huerga & Fierro, 2022

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