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sábado, 12 de agosto de 2023

7 POEMAS DE MULTI (IMPLI) CACIONES de TERESA RAMOS

 




PAISAJE ONÍRICO

En mi paisaje tengo sueño,

corre el viento entre mis sábanas,

me encuentro desnuda sobre una cama de hierro.  

Olvidada en medio del desierto.

Amanezco en una luz difícil.

Extraña es la noche.

Tengo el presentimiento de que volverán a llover violetas.  

Camino descalza. 

Me invaden pensamientos salvajes, líquidos, en río azulado,

por los cauces de una ciudad desconocida.

Tengo frío, y deseo posarme en tus mejillas de nido, atarme a tu torso.

Estás lejos y quiero agotar las horas

que esperan púrpuras a tu lado.

Me siento confusa en este intrigante desierto, 

no comprendo la lengua, 

un hombre me sigue. No consigo saber

si se trata de un sueño, si es real, 

o si alguien está soñando por mí.

Un muchacho arroja la mies sobre el surco

en una era cercana al poblado,

huele a especias, asan cordero,

se escucha lejano el muecín.

Empiezo a recordar quién soy.

La anfitriona me invita al hammam, frotan mi piel.               

El tatuaje cubrirá mis pies con henna.

Me enseñan a mover las caderas,

entre risas de mujeres arrebatadas,

en el éxtasis que arrancan de la entraña los tambores. 

Algunos hombres toman té verde.

La serpiente se contonea.

Avanza lenta la tarde.

 

 


 

A LA ALTURA DE LA HIERBA

Lo difícil es salir de casa: encontrar los víveres, ajustar el paso, 

elegir el libro correcto, hacer la llamada precisa. Despedirme de ti. 

Miro mi ciudad desde la cima y pienso: 

aquello debe ser mi mundo,

allí donde me sucede lo cotidiano.

Un hombre riega las flores del albergue de La Orden de Malta

y, al mismo tiempo,

suceden cosas en otros lugares

que no quiero imaginar.

Aprendo a caminar descalza 

a la altura de la hierba, 

del paso de la hormiga 

y de las telas de araña;

a escuchar el zumbido del insecto;

a hermanar con la espiga; 

a bajar a tierra;

a olvidar la palabra que no sea simiente.

Acepto la erosión del pensamiento

para volver a arar y oler la tierra.

Bajando a tierra, antes del retorno.

Pongo la memoria a ras del agua,                        

de la luz que se esconde entre los juncos             

o más abajo del piélago.

En el barro hundo mis pies 

e intento adivinar el idioma 

del océano. La profundidad

es la llave, y la voz 

un canto que le acecha

en la melodía del último día.

Olvidar es el remedio:

eludir la llamada de la sirena 

urbana y el óxido de su consumo febril.       


Volver a tocar la tierra con los pies;        

entregarle el sudor del paso solitario,               

del cansancio, de la diáspora y darle                  

de beber el agua que irriga la voz emergente. 


Para enseñarle a enunciar

el vocablo que despierte las ganas                    

de danzar entre las gentes.

Qué rojo me inunda, 

qué verde, qué verde. Qué cosecha  envuelta en plata, 

qué olas silvestres me reciben 

con su verde matizado,

qué susurro de agua me arrulla,                         

qué color se aloja aquí en el pecho, 

qué murmullo aprende a escuchar la piel.

Todavía hay tiempo, agua, cigüeñas y aire       

para trepar a ese lugar de resguardo

hermanado con la luz de lo invisible.          


Todavía hay unas manos desconocidas 

que tienden su tacto hacia la piel.

Todavía un vocablo, todavía.

Lo difícil es salir de casa, encontrar los víveres,    

ajustar el paso y bajar a la altura de la hierba.                

El peligro es eludir la tierra, prescindir                             

de la horma de tus huellas, de la música                      

del paso, extinguir el aire.

 


 

PARABYTES

Las horas descifradas en pulsos de bytes,                   

en carcasas de plástico y contenidos colores.      

Unidades de plástico duro y metal al por mayor.     

Gigas necesarios, hiperpresencia invasiva                  

 de mensajes.

Las horas se descifran en manos de bytes.          

Y el instante es un like: sucedáneo 

de unos labios irrigados que se buscan          

 en una conexión única e intransferible.

Telefonía garante de paraísos urbanos, ordenadores que abastecen de amistades que se hacen y deshacen con un clic.        

Existencia confirmada entre las redes: 

telaraña dulce que religiosamente frecuenta           

el parroquiano cada día. 

Paraíso de sujetos convencionales y de frikis.

Dime siglo XXI, ¿cuál entonces es el tacto         

de un amigo cibernético en la noche,              

cómo les reciben unas sábanas tejidas de píxeles

qué temperatura alcanzará 

así el vacío de dos cuerpos que se desconocen? 

Dime telefonía,


¿Poesía eres tú?

 

 


 

GEOMETRÍA DEL AIRE

 

Estudiar la geometría del aire con los bolsillos vacíos.

Con esta vocación tenaz

de volver la mirada hacia los sauces.

 

Yo, que necesito respirar, pulsar corazón y branquias

en el océano y su hondura,

debo vivir con la mirada torpe de quien no comprende

esta cicatriz abisal de aleta oculta.

 

Acatar esa férrea orden de saltar a tierra firme,

para dejar lo anfibio dentro.

Aprender a utilizar maquillaje y pincel,

poner mis labios perfilados, alisar

el cabello y calzar tacones aprisionando mis pies.

Por igualarme al perfil que tú me tallas.

 

Existo para ti, sólo por exhibirme en tu vitrina


-nadie como tú habrá pescado antes una náyade-.


No conoces el agua y sus secretos,

y qué le sucede a este ser con piel de escamas en sequía.

 

Tú que no has sabido flotar

entre millares de poblaciones submarinas,

me has obligado a defender la luz

de los cuerpos minúsculos, de las entidades sin voz,

para enseñarte a apreciar el sonido del sol sobre las calles

y de las hojas cárdenas declinadas.

 

 


 

NUNCA

 

 

Un golpe de azada horada la tierra,

pregunta por qué ante su oscura presencia.

 

Vuelve a hacer frío cuando amanece

en la casa solitaria, las ardillas pululan

en el bosque y también los corzos.

 

Las nubes sostienen una conspiración agrícola

de cuerpos minúsculos pulsando sin tregua.

Y un órfico viajero me recuerda el futuro

de otra vida en una casa llena de niños

y de música.

 

Nunca quisimos huir, nunca nos adentramos

en la oscuridad de las tierras altas,

nunca echamos a perder este estado de gracia

que hace germinar los brotes de todos los jardines,

extranjero, nunca nos alejamos, nunca.

 

 

 


 

HUIR HACIA DELANTE

 

El avión ha llegado con retraso,

el autobús del aeropuerto está lleno

de fantasmas.

 

Transoceánico cansancio en mi interior.

Te sigo viendo en cada desconocido.

 

Cierro los ojos. Respiro. Alguien se sienta junto a mí.

Me ofrece una pastilla roja y otra pastilla azul.

 

Esta vez me toca salvarme.

 

 


 

TRAS EL PÁRAMO

 

Como la piel del oso sin cazar, he vivido mis días,

como la luz de un día de verano, quise burlar

a la muerte que acechaba en el ocaso.

 

Como un soldado sin munición me enfrenté

a mil batallas desarmada, para vencer, así imponente,

la vida sobre el miedo.

 

La luz borrando sombras, en coloridos imposibles

sobre el páramo.

 

Como la piel del oso sin cazar, busqué el amor intensamente

y, tras las ruinas y cenizas, sucedió el milagro de la unión

perfecta de todas las partes de mí, escindidas.

 

Venció la luz, creció la hierba, acabó

siendo el territorio soleado

donde crecen vigorosas y elocuentes

las flores de la libertad.

 




Teresa Ramos. Multi (impli) caciones. Nautilus Ed. 2023

 

 

1 comentario:

  1. Buenos poemas del Teresa de un libro que ya he releido. Felicidades querida

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