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martes, 15 de agosto de 2023

De EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR de FERNANDO CABRITA

 



 

1

 

Aquel portugués, de tanto oír en todas partes conferencias y lecciones modernas sobre de lo que se debería arrepentir, consideró dejar de hablar con su abuelo. Pero no lo hizo porque mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:

 

En cuanto cae un Imperio, vendrá otro.

Todos serán para salvación del Pueblo

y para la redención de nuestras almas.

Lo que viniere, entre charangas,

traerá al Verdadero Dios

y siempre mucho Progreso,

más Constitución y menos aire que se respire.

Ahora vivimos en el

Imperio de la Plena Estupidez.

Tenemos que memorizar que nuestros padres eran bestias,

racistas y canallas,

nuestros bisabuelos gente a sacrificar,

la Historia una fosa pestilente.

El Nuevo Imperio ha de taparla, para ahorrarnos su mal olor.

El Nuevo Imperio estará compuesto de Sabios

que no saben ninguna cosa,

pero oyeron decir.

 

Ahora tenemos que saber las Palabras Ciertas,

pues no todas son admitidas.

Un hombre ―o una mujer―

que no sepa las Palabras Ciertas,

es como un pobre diablo que no tiene

una cuenta seria en el Banco.

Acabará solitario bajo un puente.

La gran sorpresa, tanto para aquel portugués que consideró dejar de hablar con su abuelo, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado.

Ni siquiera escrito.

 

2

 

Cierto militante de cierto partido, convocado a votar en cierto debate sobre la necesidad de establecer cuotas y más cuotas para hacer entrar a las mujeres en la política, mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:

 

Golda Meir al frente de Israel y el problema palestino dejó de existir.

Indira Ghandi gobernando la India y el hambre de millones desapareció.

Margaret Thatcher conduciendo Gran Bretaña y la política se volvió más

dúctil, ni los hombres de la recogida de la basura sintieron la necesidad de ir a

la huelga, y estrictamente hablando la Guerra de las Malvinas no existió.

Hillary Clinton en el gobierno de los Estados Unidos y ningún país soberano

fue invadido ―bueno, tal vez Libia―.

Imelda Marcos al frente del gobierno de Manila y ni un céntimo salió de los

cofres de la Nación.

Damares Alves ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos del

gobierno Bolsonaro y la desigualdad económica desapareció rápidamente de

Brasil.

Christine Lagarde en el FMI y ninguna deuda más nos fue cobrada, y la leche

y la miel corrieron por las calles donde antes corría el interés.

Laura Chinchilla gobernando Costa Rica y el fundamentalismo religioso y la

homofobia se evaporaron en un instante.

Ilse Koch conduciendo los destinos de Buchenwald y los prisioneros

disputarían por entrar allí.

 

Por eso proclamo las exigencias del feminismo radical: más mujeres en los

puestos de mando.

Ya no es preciso cambiar los regímenes; basta traer más mujeres a la política

―y el cielo brillará para todos nosotros―.

 

La gran sorpresa, tanto para el militante, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado.

Ni siquiera escrito.

 

3

 

Un señor muy conservador y que mucho gustaba de decir cosas sensatas, comentó nostálgicamente con un amigo: ―¡Las cosas ahora no son como en mi tiempo!

Pero mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:

 

ANTES y DESPUÉS

En solamente 10 días, Antonio perdió 18 kilos y hoy viste ropas con 4 tallas

menos.

En solamente 10 días, Antonio perdió el empleo y la casa y hoy vive a 4

peldaños bajo un puente.

Salvemos el Planeta.

Salvemos los Bancos.

La religión es el opio del pueblo.

Tenemos que aceptar todas las religiones, incluso las que nos matan. Por

respeto al multiculturalismo.

All you need is love.

All you need is litio.

El universo está en expansión, como demuestra la Ciencia.

 

La Tierra es plana. Es mi opinión y la tienen que respetar porque es tan válida

como las otras.

¡Proletarios del mundo, uníos!

¡Banqueros del mundo, cartelizaos!

Sous les pavés, la plage!

Sous les pavés, le pétrole!

¡Adelante Camarada, y el sol brillará para todos nosotros!

¡Un Cornetto para mí, un Cornetto para ti, y la vida sonríe!

Acceso libre a la información.

Secreto de Estado. Secreto Fiscal. Secreto empresarial. Secreto negocial.

Secreto de Justicia. Secreto policial.

Libertad, ya.

Seguridad, ya.

¿Estás embarazada? ¿Y ya sabes si es niño o niña?

¿Estás embarazada? ¿Y ya sabes el género de la criatura?

 

La gran sorpresa, tanto para el señor muy conservador y que mucho gustabade decir cosas sensatas, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado.

Ni siquiera escrito.

 

 

4

 

Un buen señor, muy amante de la autoridad, burgués por los cuatro costados, muy devoto de la santa madre iglesia, pero que gustaba de que lo tuviesen por moderno y actualizado en pensamiento (no tanto en acción…), y que por estar ahora de moda leer a Pessoa también lo leyó, se sintió ofendido al descubrir en la poesía cosas fuera de la nueva manera de pensar. Cosas no correctas para quien se rige por concepciones modernas bien de acuerdo con los nuevos tiempos. Y luego pensó denunciar la cosa a quien correspondiera. Pero mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:

 

CARTA RESERVADA DE UN BUEN CIUDADANO POLÍTICA Y

ACTIVAMENTE CORRECTO AL GRAN CENSOR DE LOS DÍAS QUE CORREN

(PARA QUE LA MORAL NO COLAPSE Y LAS COSTUMBRES NO SE RELAJEN)

 

¡Gran Censor!

¡Excelencia!

¡Señor!

 

Si a Vuestra Prominencia me dirijo,

en Vuestra Persona me dirijo también

a todos los pequeñitos y medios censores,

a los familiares del Santo Lenguaje,

a los oficiales de la Neolengua Limpia y Sin Pecado

y a los ciudadanos reeducados

que ya aprendieron a rechazar las palabras

que no pueden ser dichas,

es porque me siento obligado,

por el bien del saneamiento moral y cívico de la sociedad,

a denunciar ante Vuestra Prominencia

el crimen que vengo de constatar.

Un tal Fernando Pessoa,

que se sabe también usa diversos nombres falsos,

quizá para mejor desviar de sí la atención de las autoridades

―y de esa forma continuar corrompiendo

la recta forma de expresión de nuestra juventud―,

dejó escritas en poesías que llegó a publicar,

alevosías de extrema inclinación racista y xenófoba.

Dice que vio a Jesús niño descender a la Tierra, y cito:

“[…] En el cielo tenía que estar siempre serio / Y de vez en cuando tornarse

otra vez hombre / Y subir para la cruz, y estar siempre muriéndose / Con una

corona toda rodeada de espinos / Y los pies clavados por un clavo con

cabeza, / Y hasta con un trapo rodeándole la cintura / Como los negros en las

ilustraciones”.

¡Como los negros!

Y dice más adelante el bribón,

que firma por Alberto Caeiro,

que ese pequeño bribón:

“[…] Y huye llorando y gritando por los perros. / Y, porque sabe que a ellas

no les gusta/ Y que a todos les hace gracia, / Corre detrás de las muchachas /

Que van en grupo por los caminos / Con tinas de agua en las cabezas / Y les

levanta las faldas”.!!!

Más aún, Gran Censor:

En otro escrito dice ―por otro nombre falso― semejante atrocidad:

“[…] Y no quedara siempre enfrente la tabaquería de enfrente, / Pisoteando

la conciencia de estar existiendo, / Como un tapete en el que un borracho

tropieza / O una alfombra que los gitanos robaron…”.!!!

 

Además el bribón fuma, Gran Censor;

y se permite tales peroratas racistas, xenófobas y machistas,

y encima describe escenas de asedio a las muchachas.

Por eso, Vuestra Prominencia, dejo alerta y denuncia.

Y encarecidamente solicito:

¡Higienizad la Patria!

¡Aislad al simio!

¡Privad al malvado del derecho a la edición!

¡Excluidlo del contacto con las personas de bien

y de los que ya se rigen por el Nuevo Lenguaje Depurado!

¡Enviadlo bajo escolta a un Campo de Reeducación!

¡TODO por una Patria Pura y Moderna

dentro de l’air du temps! De Vuestra Prominencia atentamente.

Grato y reverente,

continuaré buscando en los escritos viles del malhechor.

Indagaré en otros pasajes de igual calibre;

y averiguaré, Señor,

averiguaré,

si hay estatua del sujeto.

Para que la podamos derribar.

La gran sorpresa, tanto para el buen señor muy amante de la autoridad, burgués por los cuatro costados, muy devoto de la santa madre iglesia, pero que gustaba de que lo tuviesen por moderno y actualizado en pensamiento (no tanto en acción…), como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado.

Ni siquiera escrito.

 

 

5

 

Un artista que quería ser reconocido ―y, de paso, subvencionado, pues lo que abunda no anula―, estudió escribir una biografía amable de un señor ministro, o la hagiografía de un gobierno entero, solo con cosas que dieran lustre.

Pero mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:

 

LA DUDA DEL ARTISTA QUE QUIERE SER ARTISTA OFICIAL

Iré a la Corte a destronar al otro bufón

Ningún flic flac  mejor que el mío se verá en los salones del Reino.

Ya canté Dios Patria Autoridad.

Ya celebré todos los modismos,

Todas las novedades.

Compuse loas y barcarolas a Sus Excelencias,

golpeé en el pecho todas las solidaridades a quien manda.

Diré en adelante todas y todos y todos y todas.

Ninguna palabra que se declare incorrecta

saldrá más de mi boca.

Que el Rey lo ordene y rebuznaré.

Ya celebré incluso los Poderes de las diversas Cortes Europeas.

Cantaré todas las Órdenes todas las Disciplinas todas las Universidades.

Cantaré a la Reina e incluso a los Infantes e Infantas.

¿A quién más podré cantar?

 

La gran sorpresa, tanto para el artista que quería ser reconocido ―y, de paso, subvencionado, pues lo que abunda no anula―, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado.

Ni siquiera escrito.

 

6

 

Una señora que abominaba la lectura, pero gustaba de pasar por entendida, desconocía por eso el contenido de cada libro. Así, para nunca dejar de parecer culta, opinaba según lo que oyese a los otros decir sobre tal libro o tal autor. Atenta a los maravillosos tiempos que corren, oyó hablar de un libro sobre el cual curiosamente nadie omitía opinión, fuese buena, fuese mala. Intrigada, decidió por primera vez arriesgarse a leer un libro.

Ahora bien, tal libro, creo que ya lo habréis adivinado, era ni más ni menos que EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita. Y es que allí estaba lo siguiente:

 

DISCURSO DE LA LECTORA QUE NO LEE ―NI QUIERE LEER―,

PERO OYE DECIR

 

Nada leeré de Elliot. En la televisión oí decir

que la mujer estuvo enferma y él la maltrató.

Tampoco de Camões. Un mujeriego que usaba palabras tan reprobables como

estas:

Verán a los cafres, toscos y avaros, quitarle los vestidos a la bella dama.

Tampoco quiero leer nada escrito por Ezra Pound.

Dicen que estaba del lado de los italianos en la Segunda Guerra Mundial.

¿Y Karen Blixen, esa colonialista, jactándose, por lo que me dicen, de haber

tenido una finca en África?

¡Lejos de mí leerla!

Aquilino, me dicen ahora, cuando escribió sobre los reyezuelos de Etiopía,

usó la expresión reinado negro.

Dice una entendida que en Los Maia, Eça de Queirós reveló su racismo.

Hoy me hablaron de un tal Dante y de una Comedia que escribió. Pero dicen

unas señoras de la Universidad, que él tal vez hasta pegaba a Beatriz.

¡Acabemos con esto!

Divulguemos lo que nos dicen los críticos atentos.

Hay que romper esas páginas, reescribir esas líneas.

Hay que borrar de los libros la ponzoña que allí dejaron.

No queramos ser influenciados por estos espíritus insalubres.

Y ahora, hija, enciende la televisión, que va a comenzar el programa de

Cristina Ferreira.

La gran sorpresa, tanto para la señora que abominaba la lectura, pero gustaba de pasar por entendida, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado. Ni siquiera escrito.

Quizá fuese por eso que nadie, sobre él, omitía opinión, fuese buena, fuese mala.

 

 

7

 

Un caballero natural de Maricá, hombre de buenos sentimientos y de sólidos teneres y haberes, muy de derechas y muy señor de su nariz, oyó en canción un poema de Chico Buarque, sobre la situación social de Brasil, poema cuyo estribillo decía:

Aquí en la tierra, están jugando al fútbol.

Tiene mucha samba, mucho aguardiente y rocanrol.

Unos días llueve, otros días brilla el sol.

Pero lo que yo quiero es decirte que la cosa aquí está negra.

 

Irritado con la prosapia del cantante, resolvió en contestación escribir él mismo un poema de respuesta, donde el estribillo diría:  Lo que yo quiero es decirte que no, la cosa aquí no está negra.

No obstante, desistió del intento. Y es que mientras tanto leyó, en EL LIBRODE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:

 

Un escritor ―peor, un poeta―,

escribió un poema sobre la lágrima de una negra.

No le encontró vestigios de odio.

Agua (casi todo)

y cloruro de sodio.

Un maestro, de esos semianalfabetos

que firman con el dedo ―dos huellas,

una para el nombre y otra antes, para Doctor―,

descubrió en el poema la palabra negra.

¡Abrenuncio!

La eugenesia social se puso en marcha.

Se queman páginas a hoguera viva

porque aún no se puede quemar al hombre.

El poeta ―¡el estafador!― va a bajar del canon

a la cueva oscura.

En la sociedad nueva del Hombre NUEVO

―¡y de la Mujer NUEVA, claro!―,

ningún libro, fuera cuando fuera que lo escribiesen,

podrá jamás tener en su texto la palabra negra.

 

La gran sorpresa, tanto para el caballero natural de Maricá, hombre de buenos sentimientos y de sólidos teneres y haberes, muy de derechas y muy señor de su nariz, que oyó en canción un poema de Chico Buarque, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado.

Ni siquiera escrito.

 

8

 

Un político con ambiciones, oyó el discurso de la señora responsable de la Comisión Europea, donde con euforia se anunciaba que en un “ambicioso pero realista” plano, la Comisión hasta 2030 retirará de la pobreza a 15 millones de personas, y hasta 2030 “reducirá drásticamente” el número de sin techo de las calles de Europa.

El político con ambiciones, que veía en las calles de su capital crecer a los sin techo, luego pensó presentar en el parlamento, donde se sentaba en la 5ª fila, discurso parecido.

Pero se refrenó cuando leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:

 

El plan es

“ambicioso pero realista”.

Lo dice la Comisión Europea

―y no se oyeron cantar ángeles en los cielos―:

hasta 2030 retirará de la pobreza a 15 millones de personas,

y hasta 2030 “reducirá drásticamente”

el número de sin techo de las calles de Europa.

Sin embargo, es la misma sociedad, el mismo régimen,

los mismos parlamentos, los mismos bancos.

Aquí están, bailando sobre el tropel de los muertos.

Aprueban las leyes,

despiden al trabajador si está viejo,

cierran las empresas nada más baje el lucro,

“es la lógica, dejaron de interesar a la economía”,

imponen el salario mínimo,

el recorte máximo,

el horario ilimitado

―¡ya sabías, ya sabías, miserable, comiste,

viviste por encima de tus posibilidades!―.

La misma sociedad, el mismo régimen,

los mismos parlamentos, los mismos bancos,

aquí están, aquí están:

elogian la hipoteca

la venta judicial

la entrega de la casa a la banca

la expulsión del hogar

el desalojo

aquí están, aquí están

ahuyentan a los ancianos del ático

y allí anunciarán la Gran Construcción

el Atrio

el Palacio

el Jardín

y la sirena canta la Colosal Letanía de las Finanzas

sin que Ulises tenga tiempo de atarse al mástil

aquí están, aquí están,

los Maestros sin rostro de los Fondos de Cobertura

el Obispo Mayor de la Iglesia del Eurodólar

el Gran Prestidigitador

que transforma vidas en lodo

pequeñas flemas en dolencias terminales

la paz de un prado en una agonía de humos

libertades en servidumbre y tragedia

y en cuanto el viejo tose por el frío bajo la manta

y la esquina le devuelve la lluvia de los aleros

a lo lejos el Antiguo Rey entona el Himno

de las Casas Más que Reales

y el Fado Bello de la Corbata de Seda

todas las Excelencias se cumplimentan

y comen y comen

y los banquetes relucen

y el Primo condecora al Primo

y el Artista Oficial da saltos desde el escalón del Trono

y sale una leva más de siervos por asar

y no se agota, mi buen José, no se agota la sangre de la manada.

La misma sociedad, el mismo régimen,

los mismos parlamentos, los mismos bancos,

los mismos que los crían

van ahora ―dicen― a acabar con los pobres y los sin techo.

Quizá a tiros, quién sabe.

No sería la primera vez.

 

La gran sorpresa, tanto para el político con ambiciones, que veía crecer en las calles de su capital a los sin techo, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido publicado.

Ni siquiera escrito.


Fernando Cabrita. Contos Curtinhos e outras banalidades de franca literatura / Cuentos brevísimos y otras banalidades de frágil literatura. Ediciones Ábrego. 2023

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