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domingo, 11 de agosto de 2024

8 fragmentos de MIENTRAS RESPIRA LA TARDE de MIGUEL A. MORETA-LARA





 'UN CUARTO PARA ELLA SOLA'


Las lentejitas preparás, la perra paseada, la cocina

recogida, la colada tendida, el niño duchaíto y

atendido... ¡Santa Virginia Woolf, quiero ser escritor!


***


CINE DE BARRIO


El guardia municipal, conocido como el Eléctrico, 

era todo un espectáculo dirigiendo el tráfico 

en algún cruce del centro de Valladolid. Parecía

una marioneta cuando indicaba con secos espasmos de

brazos y muñecas las señales a los automovilistas. Desde

una acera un grupo de adolescentes asistía fascinado a

la faena y, de vez en cuando, aplaudía. Aunque era bajito 

y emanaba buena vibra, tenía una cara cuadrada y

un rictus duro, como el de ese altísimo actor, Mike Mazurki, 

un inolvidable segundón (recordado en películas

como Sansón y Dalila, Siete mujeres o Con faldas y a lo

loco, pero sobre todo por La taberna del irlandés). Se sabía 

que el Eléctrico era de carácter dulce, porque mientras 

ordenaba el tráfico no dejaba de abocinar el morro

como si silbase todo el rato. Además, en las distancias

cortas siempre se mostró amable, tal y como podía comprobarse 

en las sesiones del Matallana, que era un cine

de barrio entonces, donde el Eléctrico se pluriempleaba 

como acomodador. Muy diferente y menos cinematográfico 

era otro agente municipal, un mero sosias de

Luis Sánchez Polack Tip (el alto del dúo cómico Tip y

Coll): parecido en todo a ese humorista -flaco, largo,

bigotudo y con gafas-, pero sin sentido alguno de la

guasa. Durante una manifestación estudiantil, que se dirigía 

al túnel de las Delicias, la marcha llegó a la Cruz

Verde, donde el gemelo de Tip se afanaba en ordenar el

tráfico. El asustadizo guardia, sorprendido por el gentío,

desenfundó la pistola (operación en la que se enmarañó

con la cartuchera, dejando caer una de sus antebraceras

de charol blanco) y apuntó tembloroso a los estudiantes.

De haber estado allí el Eléctrico, seguro que hubiera hecho 

circular a la muchedumbre con uno de sus galvánicos 

pases toreros.


***


'DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI'


Apollardao que sa quedao.

-Oyes, que sa jamao seis maritoñis de una sentá.

-¿A palo seco o ensalivás con mollate Moclinejo?

-Pos se las rempujó con una cocacola de dos li-

tros.

-Paberse morío.



***



SOPLO DIVINO


El teléfono de la habitación no funciona. Un

mozo de mantenimiento sube dispuesto a repararlo. 

Toma el auricular y sopla en él un par de

veces como Yahvé y ya está: ya veo y oigo. Ese enérgico

demiurgo de hotel provinciano ha conseguido que

marche el gólem telefónico. Media hora más tarde se

repite la situación. Me paso la tarde soplando sobre un

inerte pedazo de ebonita.


***


UN CAFTÁN AMARILLO


En la vigésimo quinta sesión del festival de música garnatí 

pudimos gozar de la presencia de una

cancionetista jordana, cuyo nombre lamento haber olvidado. 

La primera impresión -que es la que vale

como asevera la filosofía popular- fue todo lo que se

quiera menos engañosa y, desde luego, contundente: de

pronto, Demis Roussos y Luciano Pavarotti, como dos

siameses embutidos en el mismo caftán amarillo, habían

irrumpido en el marco incomparable de Dar-El-Sebtí, el

palacete donde se desarrollaba la velada de música tradicional. 

Cuando, tras el fogonazo fluorescente del vestido

que durante medio minuto me había dejado deslumbrado, 

recuperé la visión, pude advertir entonces que era un

único cuerpo, con una sola boca y dos ojos de espesísimas 

pestañas que nos sumergieron en una melopea de

setenta y dos horas. El recuerdo de la imagen permanece

nítida en mi adolorida memoria, avalada por el juicio de

mi amigo Ahmed: era una cantante infinita.


***


LA BIEN CERCADA 1980


Por el valle del Guadalhorce el tren persigue kilómetros 

de naranjos y limoneros. Bordean la carretera 

granados con sus reventadas pomas, ruborosas

celdillas picoteadas por los pájaros, tentáculos petrificados 

de las pitas, rubios cañaverales, chumberas. 

Descendemos en una estación de antes de la guerra: moscas,

botija y mondas de naranja secándose al sol. El pueblo

queda por encima, retrepado sobre el monte. Cuando el

autobús, que tampoco es de este siglo, consigue dejarnos

en la plaza del ayuntamiento junto a la puerta del café,

todos, con esa mirada de esparto que tienen en los pueblos, 

se dedican a observar al forastero que durante unos

meses habitará, en la calle de la Parra, una casa de gruesos muros encalados, 

en cuyo patio las hormigas están

devorando un limonero florecido, qu’en la vía orviaré.



***


LA SOMBRA


La sombra se desprendió de mí y, desplegando súbitamente 

unos élitros irisados, se echó a volar.



***



UN MAL DÍA


Sentado ante el televisor piensa: tengo treinta

años... Woyzek (Klaus Kinski) lo dice al alimón con

él, leyendo un documento, tengo treinta años, siete

meses y doce días... Y él acaba de leer al mismo tiempo:

siete meses y doce días. Lo desconcierta tanta casualidad.

Va al cuarto de baño con un Davidoff en la mano, lo enciende, 

lo deja caer dentro de la taza del váter y comienza

a orinar en el cenicero.



Miguel A. Moreta-Lara. Mientras respira la tarde. Ed. El Desvelo, 2024

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