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martes, 17 de septiembre de 2024

FRACASAR MEJOR de JORGE RIECHMANN (fragmento IV)


 

 

desobediencia humilde,

o humildad desobediente

 

Amigos creyentes: Dios está en el interior del ser humano. El drama es que no le dejamos ni la menor opción de salir y manifestarse un poco…

 

Nuestro pecado original no es haber tratado de comer la fruta del Árbol del Conocimiento: es la indiferencia ante el dolor del otro.

 

Sólo nos pertenece nuestra existencia para un breve ensayo, decía René Char. Tratemos de escribir ese ensayo con buena caligrafía.

 

No engañar, no engañarse, no exagerar.[1]

 


¿cuándo se jodió la civilización europea?

 

La crisis del “modelo civilizatorio europeo” ¿se produce en los decenios finales del siglo XIX y los primeros del XX, como sugiere en Ronda el profesor José Lasaga Medina en una –por lo demás muy interesante conferencia? ¿O más bien hay que localizar esa crisis, si nos tomamos el contenido normativo de la palabra “civilización” en serio, en el desenlace colonialista de las controversias entre Bartolomé de las Casas y sus contemporáneos, controversias que tan profundamente ha analizado Paco Fernández Buey (en La Gran Perturbación –Discurso del indio metropolitano)?[1]

 

En Conversación en la catedral, uno de los personajes de Mario Vargas Llosa se preguntaba cuándo se jodió el Perú. Si nos preguntamos cuándo se jodió la civilización europea, desde luego la controversia de 1550 en Valladolid entre Las Casas y Ginés de Sepúlveda tiene sólidas credenciales que mostrar.

 

Reflexionaba Heiner Müller en una de sus densas entrevistas: “Auschwitz y su principio de selección es el modelo de este siglo. Todos no podían sobrevivir, así que se seleccionaba. Cuando trato de aclararme lo que significa el heroísmo, siempre me acuerdo de una pequeña historia. En uno de los últimos barcos que partió de Alemania y debía llevar judíos a los EEUU viajaba a bordo un judío grueso, un periodista deportivo de Berlín. Este barco fue torpedeado por submarinos alemanes y se hundió. Por supuesto, había pocas plazas en los botes salvavidas. El periodista deportivo judío y gordo se sentó rápidamente en uno de los botes salvavidas, y el bote estaba lleno. De repente aparece en cubierta una joven madre con su hijo. Pero ya no hay lugar para nadie más en el bote. Entonces el pequeño y grueso judío se arrojó al Atlántico, dejando lugar a la mujer. Ésa es la única respuesta que existe. (...) Es el problema de Dostoyevski, la pregunta de Raskólnikov. También Dostoyevski encontró al final una sola respuesta: la compasión. Cuando al final aparece Auschwitz como modelo para la selección, no queda ya ninguna respuesta política. Probablemente sólo exista una respuesta religiosa. El problema de esta civilización es que no tiene ninguna alternativa a Auschwitz. (...) También en Walter Benjamin es un tema recurrente: el socialismo o el comunismo o cualquier otra utopía no tienen ninguna oportunidad si no ofrecen una dimensión teológica.”[2]

 

Esto nos deja cerca de la intuición moral básica de uno de los grandes pensadores del siglo XX, Emmanuel Levinas: “El único valor absoluto es la posibilidad humana de dar prioridad al otro sobre uno mismo”.[3]

 

Dejemos la penúltima palabra a Federico García Lorca: “Vemos o queremos ver una estrella lejana, pero que borra lo exterior, lo que nos rodea. La única senda es la caridad, el amar los unos a los otros.” Y la última a Tadeusz Rozewicz: “Se pudren las palabras/ a las que se quitó el amor/ sin el que nuestro canto/ es como (...) el color de las frutas de cera/ como el estrépito de las chapas de latón/ como los gritos del borracho/ como el silencio de las cosas”…

 


la posibilidad mejor

 

“Tal y como nos ve el amor nunca hemos sido”, escribe Carlos Marzal. Una frase redonda, pero no me convence. Hemos sido así en nuestros momentos mejores: esos a los que debemos guardar fidelidad.

 

Fidelidad a nuestros momentos mejores; esperanza en las posibilidades mejores de lo humano. Dios, ha dicho algún filósofo-teólogo, es la posibilidad mejor.

 

Dios como punto de fuga de la comunidad humana.

 


                           superar el tribalismo

 

David Roberts acuñó en 2010 el término de política posverdad;[1] también se ha hablado estos años últimos de política posfactual. Hoy, señala Soledad Gallego-Díaz, “la negación absoluta de los hechos, de los datos y de la evidencia, sin la menor precaución ni decencia, está a la orden del día en conferencias de prensa, comparecencias públicas y discursos ante Parlamentos o instituciones. ¿Por qué no reaccionan los ciudadanos? Hace ya tiempo que se sospecha que los votantes no se inspiran por los principios de la Ilustración, decía Roberts; no reúnen datos, sacan conclusiones y eligen después al partido que más se acerca a esas conclusiones, sino que proceden de manera totalmente distinta. Primero eligen tribu, después adoptan los principios de esa tribu y finalmente eligen aquellos datos que apoyan esas posiciones, despreciando todos los demás”.[2]

 

El tribalismo es una maldición, probablemente inscrita en la naturaleza humana –y si no que se lo pregunten a Edward O. Wilson. El sectarismo es la creación de más tribalismo allí donde no tendría por qué haberlo. Evitemos añadir más mal a las ingentes cantidades de mal que hay ya en el mundo –siempre que resulte posible.

 

Por amor a la verdad y por respeto a la realidad, no escatimemos los méritos a nuestros adversarios. My country, right or wrong, reza una de las divisas del tribalismo. Como escribe Josep Ramoneda, “los problemas derivados de la incapacidad de las naciones para encontrar su plenitud son siempre los más enconados, los más enquistados y los que más alimentan la neurosis política, porque afectan al reparto del poder y entran de lleno en el territorio de las psicopatologías colectivas. España, que tiene en su inconsciente el síndrome de nación imperfecta, siente como una herida narcisista las aspiraciones de Cataluña. Y Cataluña, potencia nacional que no ha conseguido pasar al acto, encontró en el victimismo la salida a su insatisfacción…”[3]

 

Con mi grupo, dice la tribu tribal, tanto si acierta como si yerra. Frente a ello, el ejemplo de Manuel Sacristán: “El conocimiento [y la difusión] de un buen trabajo, aunque sea de un campo opuesto a aquel en el que yo piense, es una cosa valiosa”. El gran pensador ecomarxista español, que tuvo que ganarse la vida como traductor durante mucho tiempo, decía que un economista odioso y reaccionario como Milton Friedman había escrito un excelente Ensayo de metodología, y que eso había que traducirlo. Lejos de privar de voz a mi adversario, de cancelarlo, trato de reconocer sus méritos.

 

La gran tarea político-moral: desde la conciencia de la importancia que tienen las tribus, desde la convicción de que no podemos vivir sin ellas y de que proporcionan algunos de los bienes más valiosos e irremplazables para la vida humana –nuestra manera de alabar a la tribu es llamarla comunidad–, superar el tribalismo.

 


el que regresó

 

¿Despertaremos?, nos intima Antonio Orihuela. “¿Tendremos un nombre para ese despertar?”[1] No es –sólo– la pregunta de las revoluciones de los siglos XIX y XX, viene de más atrás: de hace más de tres mil años… Es la pregunta de Zoroastro, Buda y los demás maestros de la “Era Axial”.

 

Buda significa “el despierto”, “el iluminado”. Se nos ha transmitido que Siddartha Gotama alcanzó la iluminación a los 35 años; pero lejos de permanecer en ese nivel superior de realidad, regresó “al siglo” –como dirían nuestros abuelos para tratar de ayudar a los demás y dedicó los 45 años siguientes a la predicación. De esa opción del fundador por reducir el sufrimiento de todos los seres vivos han derivado los budistas la figura fundamental del bodisatva. “Un Bodhisattva es un ser que vuelve la espalda a la Gloria del Nirvana con la promesa de no ingresar en la paz eterna hasta que no lleve con él a todos los demás seres. El Bodhisattva emprende esta acción, afirma el budismo místico, de manera indiferente, puesto que sabe que no existe el ser ni la nada, ni la paz ni la ilusión, ni el redimido ni el salvador, ni la verdad ni el efecto.” (Kenneth Rexroth)

 

Kropotkin, en La moral anarquista, dice que la revolución no es más que la transformación moral de los individuos, que antepone el bien común a los intereses particulares. Metanoia, conversión: ahí estamos bregando desde hace tres mil años… La oración del bodisatva reza: que alcance la iluminación para el beneficio de todos los seres sintientes.

 


Jorge Riechmann. Fracasar mejor. Kaotica Libros, 2024

[1] *Diario del cuidado de los enjambres, Enclave de Libros, Madrid 2016, p. 68.


[1] David Roberts, “Post-truth politics”, Grist, 1 de abril de 2010; http://grist.org/article/2010-03-30-post-truth-politics/

[2] Soledad Gallego-Díaz, “La era de la política posverdad”, El País, 25 de septiembre de 2016; http://elpais.com/elpais/2016/09/23/opinion/1474647422_293415.html . Roberts y Gallego-Díaz se apoyan en este estudio: Christopher H. Achen y Larry M. Bartels, “It feels like we’re thinking: The rationalizing voter and electoral democracy”,  paper presentado en la Annual Meeting of the American Political Science Association, Philadelphia, 30 de agosto a 3 de septiembre de 2006; disponible en https://grist.files.wordpress.com/2010/04/thinking.pdf

[3] Josep Ramoneda, “Hambre, emancipación, corporativismo”, El País, 16 de diciembre de 2012; http://elpais.com/elpais/2012/12/14/opinion/1355487586_059768.html

 



[1] *Ha sido para mí un placer preparar la segunda edición de una excelente antología de escritos de Bartolomé de las Casas que preparó Paco en 1999: Cristianismo y defensa del indio americano (edición de Francisco Fernández Buey), colección Clásicos del Pensamiento Crítico, Libros de la Catarata, Madrid 2023.

[2] Continúa la reflexión del dramaturgo alemán: “(...) Hay otra pequeña historia sobre esto. En una ocasión tomé LSD en Bulgaria. En la casa en la que vivíamos había un pequeño sótano, un lavadero, y allí, cerca de la puerta, había un grillo bastante grande. En la radio sonaba música turca o árabe, música de desierto, que tenía un extraño atractivo. Era como una superficie. En la casa había un gato, y este gato de repente se deslizó por la puerta. Le enseñé el grillo al gato, sabiendo bien lo que iba a pasar. Después de cinco o diez minutos el gato tenía al grillo bajo sus garras. Entonces se dedicó a jugar a dar caza al grillo mientras subía la escalera, soltándolo y volviéndolo a cazar una y otra vez. El grillo empezó a cojear, y mientras tanto sonaba aquella música árabe. Lo observé todo atentamente durante el espacio de tiempo que duró la droga. Lo disfruté y lo abominé al mismo tiempo, porque disfrutaba con ello. Nunca lo olvidaré, tampoco la aversión hacia mí mismo y mi goce en esta observación a cámara lenta. La única cosa que diferencia al gato de los hombres de las SS es que el gato necesitaba este tipo de juego para poner en marcha los jugos gástricos. Es algo biológico, una necesidad. Lo que diferencia a los hombres del gato es que esto no es una necesidad. Pero a cada posibilidad de abstracción del asesinato el nivel de inhibición es menor. Yo soy incapaz de imaginarme apuñalando a alguien. Pero en cambio puedo imaginarme sin problemas disparándole a un hombre, y así sucesivamente. (...) La cobertura de la Guerra del Golfo es la cima de todo ello, la abstracción total, una guerra completamente abstracta. Todos esos videojuegos son un entrenamiento para Auschwitz. Mientras tanto hemos interiorizado tanto Auschwitz que ya no llama la atención.”

[3] Emmanuel Levinas, Entre nous, Grasset 1991, p. 119 (hay trad. española en ed. Pre-Textos, Valencia 2000: Entre nosotros). Citado en Tzvetan Todorov, Insumisos, Galaxia Gutenberg/ Cículo de Lectores, Barcelona 2016, p. 27.


[1] “En la vía media budista, el término medio confuciano y el justo medio aristotélico hay una intuición común básica: en el fondo de toda desviación moral hay una exageración. (…) Los clásicos griegos denunciaban la hybris, el pasarse o extralimitarse, castigado por los dioses. Dogen (…) acuñó una expresión que ha pasado a ser un refrán conocido y repetido habitualmente en la cultura japonesa: ‘percatarse del límite’ (taru wo shiru), caer en la cuenta de las propias limitaciones.” Juan Masiá, El otro Oriente, Sal Terrae, Santander 2006, p. 227.

De refranero latinoamericano, esta definición de mesotés: “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.

                La recomendación de no exagerar, transmitida por el sabio Juan Masiá, puede hacerse dialogar con la reflexión de Ortega, para quien pensar es exagerar: “Pensar, hablar, es siempre exagerar. Al hablar, al pensar, nos proponemos aclarar las cosas, y eso obliga a exacerbarlas, dislocarlas, esquematizarlas. Todo concepto es ya una exageración”. José Ortega y Gasset, “Pidiendo un Goethe desde dentro”, Obras completas vol. V, Fundación José Ortega y Gasset/ Editorial Taurus, Madrid 2006, p. 141. “Pensar es, quiérase o no, exagerar. Quien prefiera no exagerar tiene que callarse; más aún: tiene que paralizar su intelecto”. José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas. Obras completas vol. IV, Fundación José Ortega y Gasset/ Editorial Taurus, Madrid 2005, p. 459.




Jorge Riechmann. Fracasar mejor. Kaotica Libros, 2024

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