Resumen
de prensa
Infantas nacaradas
que se esconden en el regazo de su vergüenza; ciudadanos que trasiegan rebajas
como traficantes de sustancias narcóticas que se esnifaran el negocio;
ministros que abortan las ideas que nunca han tenido seguros de estar ganando
la cruzada contra el enemigo inexistente; poetas secos de vino, preñados de
páginas en blanco que no encuentran versos a los que seducir; madres
obsesionadas por los lazos con los que condenan a sus hijos; padres que corren
porque no se corren, que disimulan su precoz eyaculación frustrada (re)
cogiendo la mesa de la casa en la que no habitan; periodistas que olvidaron las
preguntas; curas que no conjugan sus perversiones; abuelas pluriempleadas;
chulos sin putas a las que sangrar los pezones; niños enganchados a la
videoconsola donde despistan su imposible futuro; presidentes que son
secretarios; secretarios que van a los juzgados en nombre de los presidentes;
piernas que valen los millones que no tenemos y millones de gentes buscando en
la basura lo que la televisión no provee.
Tragar a medias
Este cuello
resignado a no tragar -entero- es incapaz de digerir las contradicciones de su
tiempo -en la inusual coincidencia de que este sea su tiempo-. De frente, la
nuez, atorada en el tobogán de las emociones, se mira al espejo buscando alguna
imagen razonable, tan solo un poco razonable. A cambio, solo recibe una borrosa
plancha de químicos vencidos que producen manchas sinsentido: una piscina con
palmera acá, un hombre con sombrero allá, un hambre incontenible en el camino,
esta glotonería de bufet libre en las calles, aquel gesto humilde de quien
graba para contar al viento, esta estupidez mediática enfrascada en la
mentira...
Cuando trato
de tragar saliva, una pelota de pelo y pus se atasca justo antes de tomar el
último aliento. No sé ya si las cosas son así y me engordo de mirarlas o si
debo graparme el estómago para clausurar el conducto de la comprensión.
El Todo, el Todo todo, no existe, y apenas puedo contentarme con buscar en los acaecimientos lo que permita seguir alimentando estos pies sin piel ni uñas que los protejan.
El Todo, el Todo todo, no existe, y apenas puedo contentarme con buscar en los acaecimientos lo que permita seguir alimentando estos pies sin piel ni uñas que los protejan.
Tragar a
medias para vivir entero.
La brecha
Hay una profunda brecha que nos
ubica en montoncitos diferentes. Nacemos en un lugar, aunque no es el lugar lo
más importante. Son los olores, los sabores, las enseñanzas, los prejuicios y
las castraciones, las músicas, las mentiras, las poquitas verdades, el
adocenamiento, la tontería, el cariño tal vez. Somos eso y viajar no modifica
la esencia, solo cambia el paisaje. Cargamos con nosotros el canasto de las
mentiras y las medio verdades y vivimos sin pensar casi nunca en los mundos
paralelos que subsisten en los miles de ángulos de esta brecha informe.
Hay instantes en que cruzamos al
otro lado, ajeno, misterioso, lleno de símbolos que nos cuesta distinguir, con
olores fuertes y palabras entreveradas, con noches de luna compartida y anhelos
en contravía. Pasamos y dormimos. Estiramos los pies para que la espalda no
duela tanto, para que cargar con los dos morrales no sea tan pesado. Y ahí,
asoma la tentación de elegir morral, de vivir en el otro para ser más uno.
Tampoco es verdad, lo sé, pero
parece más real. El dolor es profundamente real. La alegría también. Un bareto
no logra sacarme de este mal sueño, pero sí me ayuda a ver lo bueno de haber
vivido en varios mundos paralelos. Despojarme del mío sería una estupidez,
renunciar a los otros, un suicidio. Perder la ceguera no es más que sentir el dolor ajeno y permitírselo.
La brecha ha sido horadada a punta
de injusticia. Los viajes deben emprenderse pues a punta de utopía y de
humanidad.
Lo que se sabe
Saber que la revancha era inevitable no hace menos doloroso presenciar el fusilamiento de los que un día se levantaron para nunca más doblegarse. El resto, sentados en el sofá de la noticia diaria, nos conformamos con mover la cabeza en un vaivén fingido para airear el dolor ajeno. Se sabe que los casos de extrema dignidad son malos ejemplos en la escuela-de-la-democracia. O se controlan rápido –y con bala- o puede cundir el pánico en esta sociedad tan poco dada a excesos que-no-sean-de-consumo.
Lo razonable
Lo razonable en estos tiempos es vivir. Y vivir es tan poco razonable que las amenazas a ese ejercicio sin sentido son bíblicas. ¿Será que vivir consiste en alojarse en tu piel para que el invierno pase sin gélidos minutos que paralizan el alma? ¿O podrá radicar en un encierro voluntario en tu sexo para que, pasito, me susurres palabras guardadas durante 15 años para nunca ser pronunciadas? Es probable que sólo de estas formas logremos que la vida parezca un útero de clima controlado, un espacio lleno de riesgos buscados y de laceraciones de miel y menta. No hay pruebas científicas de que lo razonable sea enterrase en la rutina, ni prender el televisor para desconectarse de la realidad roñosa, ni tan siquiera acumular metales preciosos para guardarlos en la caja fuerte de los miedos. Hay hechos que avalarían la teoría de que vivir, en todo caso, es jugársela, es buscar segundos de emoción salpicados de siglos de espumas. Lo razonable, te insisto, es vivir.
Paco Gómez Nadal. Terca Resistencia. Ed. Amargord, 2014
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