Caballero.- ¿Y los de trabajo?
Paseante.— ¡Ah! Esos
ya se arreglarán después.
Esos no inquietan a nadie.
Caballero.— Que no inquietan.
Paseante.— Ni hay por qué.
Si piden . . .se les responde
que pensamos en su bien,
y que tendrán lo que anhelan
sí no este mes.. .otro mes.
Si gritan.. .como, al fin, eso
ya es salirse de la ley,
se les amenaza, y, ¡listo!
y si al cabo, arman belén,
se les dan dos o tres palos
y todo queda otra vez
como una balsa de aceite...
ante todo el orden ¿eh?
Pero con esos políticos
que no le dejan a usted
y tienen sus camarillas
todas de gentes de prez
y derriban a un gobierno,
si se incomodan ¿qué hacer?
Desengáñese usté amigo,
aquí y en Massachusetts
el que manda es el que manda
y es un pobre el que lo es:
lo que sirve es la osadía,
lo que vale es el tener,
y no hay más credo ni salve
de todo gobierno .. .que
esta máxima política
que ha inventado no sé quién:
Para que pueda un gobierno
vivir tranquilo y en paz
sólo hay un medio eficaz,
probado, inmutable, eterno .. .
Tapar con resolución
toda boca que amenaza . . .
¡ La del débil con mordaza!
¡ La del fuerte con turrón!
El sarcástico comentario del Paseante era, en realidad,
una transcripción coloquial del ideario político de Cánovas,
artífice de la Restauración, quien en sus discursos sobre
filosofía política había considerado "la igualdad social
como antihumana, irracional y absurda, y a la desigualdad,
de derecho natural." Respecto a la situación social del
proletariado, Cánovas se había expresado en el Parlamento
de la siguiente forma: "Siempre habrá miseria; siempre
habrá un bajo estado; siempre habrá una última grada en
la escala social, un proletariado que será preciso contener
por dos medios: con el de la caridad, la ilustración, los
recursos morales, y, cuando esto no baste, con el de la
fuerza."
El cuadro segundo introducía dos personajes alegóricos,
el Gas y el Petróleo, en el siguiente diálogo, también
suprimido:
Gas.— Y tú, incendiario anarquista,
que molestas a la vista
y al olfato, ¿acaso vas,
por derecho de conquista,
a suplantarme?
Petróleo.- Quizás...
Yo nunca me glorifico,
pero aunque esplendor te sobre,
mis ventajas justifico,
que yo soy la luz del pobre
y tú eres la luz del rico.
Tú, soberbio y altanero,
luces, por torpe resabio,
donde hay lujo y hay dinero . . .
Yo, en el bufete del sabio
y en la casa del obrero.
Tú, en bailes y en fiestas brillas,
donde el vicio anda tal vez,
y yo en humildes boardillas
donde vela, sin rencillas,
trabajando la honradez.
Tú estabas alto, yo bajo,
más no envidié tu poder,
y hoy con creces te aventajo . . .
Tú eres la luz del Placer,
¡ Yo soy la luz del Trabajo!
Yo podré seguir así,
más tu ambición baladí
es ya fuerza que concluya.
Gas.— (con orgullo)
¿Pues hay quién me sustituya?
Petróleo.— La luz eléctrica, ¡Sí!
(La Luz Eléctrica ilumina la escena, apagando la del Gas).
En la última escena dialogada del cuadro cuarto, previa
al apoteosis final, sobre el telón pintado de una "vía inmensa,
anchurosa y por todos conceptos magnífica," aparecía
el "Comadrón," excitado, para anunciar:
Que ya ha llegado el momento
feliz del alumbramiento,
y que se acerca el momento
de dar a luz la Gran Vía.
Pero al ser preguntado cuándo vendría al mundo, la
respuesta (suprimida) resultaba ser la crítica más concluyente
de la realidad político-social en toda la obra:
Comadrón.— ¿Cuándo? Pues oigan ustedes,
cuando llegue esta nación
un buen gobierno a tener
y se cumpla en el Poder
lo dicho en la Oposición.
Cuando con sincero afán
llegue un día a defender
el libre cambio, cualquier
fabricante catalán,
Cuando a ser ministro no
llegue nadie haciendo el bú,
ni haya lo de "vete tú
que quiero ponerme yo."
Cuando no medre un ciruelo
a costa de los demás;
cuando gane un sabio más
que Lagartijo y Frascuelo.
Cuando nadie invente acá
demagógicos excesos,
y no se escapen más presos
ni roben iglesias ya;
y sin temor ni pesares
vivamos bien defendidos
y lleguen a ser habidos los
Bizcos y los Melgares,
y la Hacienda Nacional
esté de recursos harta,
y no se pierda una carta
aunque Heve un dineral.
Y por fin . . .cuando el destino
que a sernos contrarios vino
quiera mejorar el cielo . . .
y críe la rana pelo
y eche barbas don Cristino.
Paseante.— ¿Y ese día que no espero
acaso ha llegado ya ?
Comadrón.— No tal: pero llegará.
Todos.— ¿Cuándo?
Comadrón.— El treinta de febrero.
Alberto Castilla. El espectro de "La Gran Vía". en Tiempo de Historia, 39. 1974
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