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viernes, 18 de mayo de 2018

3 poemas de EL ESPEJO DISCRETO de ANA PÉREZ CAÑAMARES




Aunque yo lo olvide todo
que mi palabra no olvide
pelear por su utilidad:

como cuando mi madre
poco antes de morir
agarró mi brazo
y me dijo al oído:
“de una casa sin alegría
hay que salir corriendo.”

No sé si recordaba que yo era su hija.
No sé si sabía su propio nombre.
Por eso sé que sus palabras
eran la palabra de Dios.

***

En la orilla del tiempo he acabado
como un náufrago. Pero, ay, la belleza
de los peñascos que fueron escollos
de las tribus que me miran incrédulas
de los reflejos que me hechizan aún.
Los tesoros que vomitan los barcos
cuya capitana creí ser un día.
La desnudez que me irá vistiendo
de eterna reina de nada y nadie.


 ***

A las siete menos cuarto
del día dos de febrero
la helada va mordiéndome un tobillo.
No ha amanecido por el horizonte.

Calle abajo una madre arrastra a su hijo
fruto verde arrancado de los sueños.
“Venga, cariño mío, se hace tarde.”
Tarde. Febrero. Siete menos cuarto.

Aún no hay suplemento salmón
ni las Bolsas han abierto.
Sus estadísticas no soportan la intemperie.
A estas horas duerme la Macroeconomía.

Yo la he visto escondida en la legaña
de ese niño de tres o cuatro años.
Al parecer llegaba tarde al encuentro
con algo parecido a una conciencia.


Ana Pérez Cañamares. El espejo discreto. 
Fotografía de Juan Sánchez Amorós

1 comentario:

  1. "Yo la he visto escondida en la legaña
    de ese niño de tres o cuatro años".

    ¡Tremendo!

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