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sábado, 31 de octubre de 2020

SI PUDIÉRAMOS AMAR A LOS DIOSES

 




 si pudiéramos amar a los dioses

nos entregaríamos plenamente con oraciones eyaculatorias & serían nuestros sexos etéreos tótems donde se anclaran las cadenas que los atan al cielo & caudalosos manantiales que anegaran sus llantos

pero

nos abruma su capacidad totalitaria & la exigencia perpetua del trenzado de su cabello que ahorca la luna & nos ata al suelo

 si pudiéramos ver a los dioses

nos embriagaría el color sinestésico de su elevada presencia & se paralizarían eternamente nuestros párpados ante la altitud plena estallando & serían obvias las costuras de carne & piedra antigua pero

nos creemos inviables a la luz eterna & al placentero delirio & alejados nos mantenemos acurrucados en la ceguera & la apatía 

 si pudiéramos saborear a los dioses

nos saciaríamos en un segundo eterno & nuestras lenguas hinchándose reventarían nuestras fauces de falsas sonrisas & todas las muestras gratuitas de mentiras & la iconografía abarrotada de un lenguaje que no nos dirige la palabra pero nos engorda hasta lo desproporcionado un silencio absolutista & el vacío amorfo domesticado en agujas & desiertos embotellados

si pudiéramos moldear a los dioses

nos abrigaría una primavera enfebrecida de otoño & la escultura naciente de un futuro luminoso & el despertar de irredencia celeste pero nuestras manos se abarrotan de pelotones de fusilamiento & masacres inventadas en nombre de quién sabe quién & nos amordaza la dictadura de un verano disfrazado de invierno

si pudiéramos...

&

si quisiéramos

seríamos

dioses

 

 José Ferreras. La fábrica de arañas. Inlimbo Ediciones, 2020.

 

 

viernes, 30 de octubre de 2020

Dos poemas inéditos de DANIEL ZAZO


 


(La jaula invisible)

 

No he venido hasta aquí para elevar una queja.

No haré apología de las sombras.

Tampoco gritaré a los cuatro vientos

las bondades del cirio o del farol.

Pero sí daría lo que fuera por cambiar

los breves destellos de luz de este confinamiento

por el brillo de la luciérnaga que, en libertad

y desde el crepúsculo hasta el alba,

no duda en iluminar el frágil ecosistema de la charca.

 

(Haiku del confinamiento)

 

Duelen los labios 

heridos de silencio,

áspera vaina.



Daniel Zazo (inéditos)

jueves, 29 de octubre de 2020

HE SUBIDO A LA AZOTEA



 

He subido a la azotea

he visto las estrellas

y he dicho

 

¿qué va a ser de nosotras?

 

después he abierto

un paquete de galletas

Bicentury

bañadas en chocolate blanco

 

he abierto

también

una cerveza

y he pensado

ya no confío en nadie

las personas se me caen

entre las manos

como estatuas de sal

aunque eso

la traición

la desconfianza

las ofensas

solo ocurre

dentro de mi cabeza

 

dentro de una cabeza

que no deja nunca

de pensarte

ni de pensar

el paro se me acaba en enero

no sé dónde viviré

 

después de tanto esfuerzo

menos mal que siempre

critiqué la meritocracia

al menos tenía razón

le he ganado una batalla dialéctica

al Capital

echo de menos tumbarme

a tu lado en la cama

colocar el móvil

entre nuestras cabezas

hacer sonar un disco

entero

en una lista Premium

de Spotify

que ya no puedo pagar

 

he abierto el correo

para escribirte

algo parecido a una carta de amor

después he recordado

que una amiga me contó

hace apenas dos meses

lo bien que te va todo

y esa capacidad innata

para rehacer tu vida

que experimentas cada cierto tiempo

después de las rupturas

 

esa capacidad innata

de los hombres

fruto de la educación sentimental masculina

para recomponerse

rellenar los huecos

encontrar otros cuerpos

olvidar el pasado

 

he pensado

quizá esto que siento es odio

la rabia del abandonado

de quien no asume

las decisiones ajenas

 

después he negado con la cabeza

he cogido una bolsa de

patatas fritas

y he corrido por el pasillo

con el temor a que mi madre

encendiese la luz

y viese

lo que queda de su hija

una silueta oscura

Campanilla borracha

en mitad de la noche

 

he recordado

también

el día en el que Antonio

nos contó cómo escribió

su poema más largo

la noche en que los médicos

dijeron

que no llegaría a ver el amanecer

he recordado

leer ese poema del tirón

notar la angustia

comprender la despedida

kilométrica

de mi querido Antonio

superviviente en tantas guerras

 

he vuelto con la memoria

a los hospitales

he llorado

he sentido dolor en los ovarios

pensando en todos nuestros muertos

en las jornadas intensivas

delante de quirófanos

memorizando las rayas del suelo

el trazo de los azulejos desgastados

las manos temblorosas

de mi madre

los mensajes diciendo:

No me esperéis a cenar,

se ha complicado la cosa

la cara de las enfermeras

el saludo de una anestesista

jovencísima

cada noche al verme

sentada en el pasillo

 

he contado en Google Maps

los kilómetros que hay

desde mi casa

al hospital donde está mi amigo

ingresado desde hace ya

dos meses

cinco kilómetros

dice la aplicación

nueve minutos en coche

una vez le dije a Merche

por teléfono:

me estoy sacando el carnet

para poder ir sola a los hospitales

y no depender de nadie

y poder llevaros a todas

cuando lo necesitéis

 

ahora

que estoy a nueve minutos en coche

del hospital donde mi amigo

ve pasar los días

no puedo acercarme

ni abrazarlo

ni siquiera decirle

yo tampoco pensé nunca

que la muerte pudiese venir tan pronto

 

qué será de nosotros

después de todo esto

 

tu enfermedad es un trozo

enorme de carbón

que llevo alojado en el pecho

 

he gritado de impotencia

sabiendo que no habrá despedida

que no seré jamás multimillonaria

ni podré coger un helicóptero

para llevármelo de allí

recorrer el océano

llegar a Houston

como Rocío Jurado

y poner a su alcance

todas las quimioterapias del mundo

todos los recursos

que tienen los ricos

que nos quitan a nosotros

que costean con el sudor de nuestras frentes

a pesar de que la muerte

la muerte

nos llega a todos

sin remedio alguno

 

he oído el reloj

después

he levantado la persiana

para mirar fijamente la luna

apenas con la forma de una rebanada

de melón

he evocado cuerpos

cuerpos diferentes de hombres y mujeres

la voz de alguien a media noche

diciendo

casi susurrando:

no tengas miedo conmigo

voy a saber tocarte despacio

tocar

 

mi propio cuerpo

duro

duro como una piedra

las piernas fuertes

curtidas en el galope

a lomos de Lucero

los brazos fuertes también

las manos grandes

mi propio cuerpo

llevado al límite cada día

para sacarlo a golpes

del dolor y la tristeza

para evitar que el desconsuelo

se vuelva crónico

me convierta en fósil

 

he terminado la cerveza

y he sido consciente

de que maltrato mi cuerpo

para no maltratar al resto

para dejar de lado las recriminaciones

las envidias

los despechos

¿qué es lo que sucede

con las amistades

después de una ruptura?

¿acaso existen bandos

en un terreno

sostenido por el amor?

¿tenemos algún derecho

a exigir lealtades

y cuidados sin límite?

 

mi madre tenía

el cuerpo débil a mi edad

dolores menstruales horrorosos

durante su adolescencia

 

he heredado esa desgracia

también el pesimismo

y la resistencia para beber alcohol

aunque por suerte

no he continuado

con su terror a los viajes

la fobia al traqueteo de las maletas

a pesar de que la noche de antes

escondo un diazepam

debajo de la almohada

por si acaso

 

me he tumbado

a mirar el brillo

que desprende la luna

por el hueco de la galería

he decidido

quiero ir a Madrid

y acostarme con gente

bailar en los parques

beber en el maletero de un coche

con música a todo volumen

después dejarme llevar

o buscar a alguien

buscarlo decididamente

con ganas

levantarme llorando

con una resaca emocional

que no me deje ni moverme

para volver a empezar

y dejar pasar los días

como meteoritos

sobre mi coraza de acero

 

el duelo

es una palabra

que procede del dolor

llevo a cuestas

tres tipos de duelo distintos

pero todos

todos

todos

me conducen siempre

a un callejón sin salida

a rincones en los que tú no estás

porque no quieres estar ya

a bares con sillas vacías

donde a veces bebo

a veces recito

y a veces solo estoy un rato deprimida

pero después me voy

todos

todos

todos esos duelos

me conducen siempre

a la locura

por eso llamo a Peter Pan

desde la ventana

espero que venga para llevarme

que me devuelva con los niños perdidos

y me deje probar la comida invisible

esa que no engorda

ni cuesta doce con cincuenta

en el supermercado

 

polvo de hadas

 

He subido otra vez a la azotea

he visto las estrellas

y he dicho

 

¿qué va a ser de nosotras?




Ángela Martínez-Fernández

miércoles, 28 de octubre de 2020

Reseña al poemario DE LA VOZ INTERNA DE JUANA de Rafael Alcalá

 

        


                                     

 

Difícil y arriscado empeño arremete Rafael Alcalá con su libro De la voz interna de Juana, donde el poeta es capaz de narrar la historia, de acercarla y alejarla e introducir crítica, reflexión y sentimiento.

Con este nuevo libro, Rafael Alcalá se distancia de tantos poetas de hoy día cuya poética se desarrolla, principalmente, en la búsqueda de un ego propio, enmascarada, así se justifican, en una exploración íntima de una voz personal.

Sin renunciar en esa prospección, el autor de La voz interna de Juana no busca en ningún momento la apoyadura de cualquier florilegio verbal, intenta, y lo logra, que la sensibilidad poética esté a favor de la semblanza humana que nos narra y no hace concesiones a la metáfora. Lejos de todo sentimentalismo gratuito. Más bien es un trabajo de desnudez y concentración descriptiva en la peripecia de una mujer desdichada (los días son puñales, pag. 36) de un ser que se enajenó de amor, aprisionada por las perfidias y confabulaciones palaciegas, atormentada en sus lúgubres itinerarios acompañando el féretro del esposo infiel. Repudiada por la familia de su propio linaje y corruptos vasallos, dando al lector el retrato viviente y exacto de una vida alucinada y de sus tristes despojos.

Acaso en su lectura alguien considere que esa madurez de lenguaje, ese tono tan directo, puede parecer inclemente sobre el personaje estudiado. No es así. Esa rigidez del lenguaje, si existe, es acaso una deliberada finalidad para que la historia llegue a y penetre en el oído del lector, que cumpla su objetivo esencial, la de acercarnos a una realidad vibrante y dolorosa de una mujer, reina, madre y esposa, en un país y en un tiempo concreto. Nos ofrece la imagen de un pasado semiolvidado en el vaivén, muchas veces aterrador de la historia, y que nos parece, en nuestro tiempo, como un relato cruel y fantasmagórico.

 

                                                                  José Costero

                                                                  Barcelona, octubre 2020

                                                                  1º año de la Pandemia.                                                 

 

 

 

martes, 27 de octubre de 2020

JRJ, de señorito andaluz a señor universal de conciencia



t


- No en torre de marfil, sino en azotea alta y abierta a todos- dijo una vez JRJ sobre su estigma de autor aristocrático que perdura hasta nuestros días. Aquel señorito andaluz excéntrico que se paseaba en burro por los campos y marismas de Moguer, le explicó al burrito de nuestras conciencias la realidad de sufrimiento de los niños pobres, los locos, los animales, de los invisibles que nadie mira, ni menciona, y regresaba, como un nazareno entrando triunfante en su pueblo bajo las palmas, abrazando un ramo enorme de vinagreras amarillas según me contó mi tía abuela; con razón los niños le tiraban piedras y gritaban -¡El loco! ¡El loco!- Me ahorro las explicaciones sobre su adhesión a la República, su piso en un Madrid en guerra lleno de huerfanitos amados, bien vestidos y bien alimentados, el profundo dolor del exilio, su negación hasta el día de su muerte a regresar a esa anomalía europea que era España, sus conferencias sobre el "trabajo gustoso", sus escritos sobre su ética estética o su menos estudiada teoría de un "comunismo poético", impregandos todos, siempre, inequívocamente, de su profundo humanismo. ¿Es inmoral que el poeta cree un jardín de palabras, un universo autónomo de belleza, y se dedique toda su vida a cultivarlo y a agigantarlo, guiado por la sencillez y austeridad en lo exterior y el cultivo de lo interior como motto permanente?. Creo que es muy moral, incluso sanador y mágico, crear un universo de belleza para una inmensa minoría, un refugio de belleza entre guerras fratricidas, desigualdad, pobreza, hiroshimas y genocidios, holocaustos y gulags, -¿Es conservador, egoísta, cómplice del statu quo, fragilizar, trascender y divinizar nuestra conciencia a lomos del estado poético?- yo contestaría a la gallega- ¿No es ese delicado y pacífico estado, acaso, el único estado que un hombre que hiciera honor a su nombre debiera defender?

Tolkien respondió, a un periodista que le recriminó por escribir sobre enanos en medioevos inventados cuando la Gran Bretaña de la post-guerra pasaba grandes necesidades y penurias, que eso equivaldría a acusar a un preso por pintar una ventana en su celda. O dicho desde la base moral y racional del imperativo categórico, imaginad un mundo donde todo el mundo hiciera bien su trabajo, con propósito, significado, delicadamente, con ética y estética, borracho de gracia y gloria en su trabajo gustoso. Todo esto me acaba de recordar la siguiente reforma laboral que se aproxima, y que yo también soy exiliado, pero económico, intentando dibujar el loto de siempre sobre estos lodos de siempre, o pintar una ventana, una azotea alta y abierta a todos.

¡Ojalá todos los seres encalen sus azoteas como ésta, con ilusión, con brochazos abundantes y espumosos de nata y arco-iris!


Daniel Macías Díaz.
Fotografía de M. Kauffman. Moguer, 1958. Calle de la Fuente.

lunes, 26 de octubre de 2020

ARRABALES Y ASFALTO



 

A David Matellanes

 

El asfalto ensucia la arena;

la duna es la montaña

a escalar: mi salvación.

El camino de tierra,

sin progreso en forma de gravilla,

ensucia mis pies atados a unas chanclas.

 

En la periferia de los arrabales

de una ciudad que no es ni capital

de una isla sin un solo manantial,

siento que la única verdad

es el camino desnudo.

 

La casa de Djalma,

que lo mismo es bar que tienda

que hogar,

me provee de una Superbock

y una calabaza de Torre Pacheco.

 

El capitalismo consiste

en que en el culo del mundo

un negro recoja calabazas

mientras un murciano las vende

a otros negros;

y sin haber doblado

el espinazo.

Murcia, por esta regla de tres,

debería ser galaxia; o al menos país.

 

Prosigo mi camino adentrándome en el asfalto,

algo así como comer carne todos los días.

Un mercado de telas penosas traídas desde China

servirán para vestir a los que ni las ven venir.

Porque China ya es una galaxia.

Donde Murcia no existe.

 

En el noventa por ciento de las lojas

se habla mandarín,

aunque vendan calabazas de Torre Pacheco

y vinos alentejanos.

 

Debe uno sentirse superior

cuando aterriza en medio de la nada

y acaba dominando la economía básica,

y aparentemente,

sin haber leído un solo libro;

siquiera folleto.

 

Los chinos no levantan hoteles:

aún desconocen qué es una playa y cómo se utiliza.

Pero del resto, se lo saben todo, todito.

 

El problema del asfalto continuado

es que desemboca en el centro comercial

donde nada tiene que ver con lo que un día

fueron dunas y más dunas,

con tortugas desovando y nativas al unísono,

sin un solo manantial:

exactamente lo que era la isla de Sal,

hoy parque temático de extraños que buscan sol

y tipas que buscan pollas.

 

¿Acaso sale todo esto que acaban de leer

en la previsible Wikipedia?

Evidentemente, no.

Porque los que la escriben buscan sol en Sal

y las que las escriben omiten

las pollas como sueños,

aunque estos sean ajenos.



Joaquín Campos. Demasiado humano. Sr. Scott. 2020

Fotografía de Carmen Lourdes Fernández de Soto



En venta aquí: 

https://www.srscottlibros.com/pagina-del-producto/demasiado-humano-joaqu%C3%ADn-campos


domingo, 25 de octubre de 2020

TELES

 



 

En una calle empedrada

de la mejorable Santa María

todas las puertas abiertas

y las televisiones encendidas.

 

Una niña vestida,

desnuda cerebral,

grita compungida ante la tele

donde llora una mujer.

 

Las teleseries,

como la madre tumbada en el sofá,

envenenan todos los días,

cuando el padre acomodado en la barra

bebe a destajo

bajo otra tele encendida.

 

Si se dan cuenta

las teles no son más

que los nuevos todos.

El totalitarismo en colores.

Las pollas y las vaginas.

La izquierda y la derecha.

El cura y el ateo.

La puta y la virgen.

 

Y mientras se deciden

yo camino por una calle empedrada

donde el sol golpea tanto

que no hace falta

ni caer en la tentación

de mirar las teles:

los sueños eclécticos

de una población adormecida,

afeminada a la antigua,

homosexual depositaria actual,

políticamente correcta hasta la arcada,

donde el sueño no es más

que salir en la tele

aunque sea de público.

 

 Joaquín Campos. Demasiado humano. Sr. Scott. 2020

Fotografía de Carmen Lourdes Fernández de Soto



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sábado, 24 de octubre de 2020

SE CAE EL CIELO

 


Como si de una muerte lenta se tratara

el cielo se cae sobre nuestras cabezas

en forma de nubes blancas

en medio de un paraíso por descubrir,

en medio de la plaza del ayuntamiento

de Nova Sintra:

una ciudad como un sueño.

 

Que coincida la invasión celestial

con la desaparición del sol

ayudará a que la claustrofobia

no sea la que maneje mis remos.

 

Nova Sintra como una Suiza sin continente:

ni nazis, ni muertos en sus jardines,

ni relojeros precisos que antes lo fueron disparando;

ni chocolateros cuando en Suiza lo único negro,

a lo largo de su historia,

han sido sus bancos, banqueros, cantones y falta de poetas.

¿O es que la poesía huele a vaca lechera, nazi

renacionalizado

o a cocina francesa desmejorada?

 

Nova Sintra siquiera huele a fado.

Portugueses que emigraron a los Estados Unidos

venían ayer en mi barco falando inglés.

Porque el ridículo nunca ha entendido de carteras,

gentilicios, posaderas, contactos.

 

Nova Sintra apesta a flores.

A viento y ramas haciendo música.

A peatones dispersos.

A edificios rimbombantes.

A orden y concierto

en un país muy venido a menos.

 

Oscurece en Nova Sintra.

Cuando la luna y lo negro que la rodea

nos salva del cielo que casi se toca,

que huele a nube de hielo,

a huerto recién ahogado,

a océano elevado.

A todo aquello que sólo se respira

en una ciudad sin semáforos

ni miedos a quedar sepultados

entre nubes.

 

Ya casi no se ve a la estatua

de Eugenio Tavares.

Su museo está cerrado:

es sábado.

Los cielos que sepultan

nunca se toman un día de descanso.


 

Joaquín Campos. Demasiado humano. Sr. Scott. 2020

Fotografía de Carmen Lourdes Fernández de Soto



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